Un asunto de familia (Manbiki kazoku)
Escoger tu familia Yago Paris A nadie que conozca la obra de Hirokazu Kore-eda se le escapará que Un asunto de familia tiene mucho en común con Nadie sabe. Ambas […]
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Escoger tu familia Yago Paris A nadie que conozca la obra de Hirokazu Kore-eda se le escapará que Un asunto de familia tiene mucho en común con Nadie sabe. Ambas […]
A nadie que conozca la obra de Hirokazu Kore-eda se le escapará que Un asunto de familia tiene mucho en común con Nadie sabe. Ambas retratan familias que viven en la precariedad, donde los niños se ven forzados a pasar a la adultez a marchas forzadas. Pero lo más importante es que, aunque las aproximaciones sean muy distintas, las dos cintas reflexionan acerca del modelo de familia. Si en la de 2004 el autor japonés retrataba cómo cuatro menores, todos hijos de la misma madre, pero de distintos padres, tenían que buscarse la vida cuando la matriarca los abandonaba, en la de 2018 explora modelos alternativos de familia, aquellos en los que los lazos de sangre no están presentes. Como si esta última entrega fuera la réplica de aquella, como si terminase de darle significado a lo que en ella se narraba, ambas películas exponen que la familia no se fundamenta, o no tendría por qué hacerlo, en compartir un ADN.
Un asunto de familia sigue el día a día de una familia que vive en la precariedad. Los integrantes del grupo adoptan los roles de una abuela, un matrimonio y tres hijos, una mayor de edad y dos pequeños. Ninguno de ellos guarda relación de parentesco con los demás y, aunque nunca se llega a explicar, se entiende que la familia se ha ido formando por adhesión fortuita de sus diferentes miembros con el paso de los años. Con su habitual serenidad y tacto, el director nipón rueda cerca de sus actores, a su altura, a base de primeros planos y planos medios, rompiendo cualquier barrera de intimidad, pero siempre respetando la dignidad de los personajes, sin caer en la explotación frívola de la pobreza. Porque aunque imperfectos, por momentos crueles, egoístas o simplemente inconscientes, los personajes que Kore-eda retrata son auténticos seres humanos, con todas sus contradicciones y genialidades.
Sin necesidad de acudir explícitamente a ninguna crítica sobre la sociedad, lo nuevo del responsable de Después de la tormenta o El tercer asesinato es cine social. Durante los dos primeros actos la cinta se desarrolla como un drama que muestra, sin cargar las tintas, la penosa situación en la que se ven forzados a vivir unos seres a los que el sistema ha expulsado. El único contacto que tienen con la sociedad aparece a través de trabajos precarios, en los que se pone en riesgo la integridad física o moral de los personajes, o a través del hurto en tiendas o supermercados. Sin embargo, en el tercer acto la sociedad aparece en bloque, cual elefante en una cacharrería, destrozando todo a su paso. En este momento la cinta adopta la tradición del melodrama clásico, que consiste en la imposibilidad de que los personajes satisfagan sus deseos —en este caso, poder formar una familia distinta a la que exigen las normas sociales. En el tramo final Kore-eda aumenta el número de matices y claroscuros del relato, planteando todavía más preguntas y no resolviendo ninguna de ellas. Sin dejarse llevar por la emotividad del momento, el realizador mantiene el nivel de excelencia que había desarrollado durante todo el metraje y completa otro filme formidable, confirmando que haber recibido la Palma de Oro a la mejor película por este trabajo en la última edición del festival de Cannes no fue un capricho del jurado.
UN ASUNTO DE FAMILIA
Dirección: Hirokazu Kore-eda.
Reparto: Kirin Kiki, Sôsuke Ikematsu, Lily Franky, Moemi Katayama, Sakura Ando, Mayu Matsuoka.
Género: Drama. Japón, 2018.
Duración: 121 minutos.