La cebolla mostrenca

Santiago Alonso 


La curiosidad y la duda van implícitas en el acto de acudir al cine ante el reclamo de la adaptación de un texto tan intrínsecamente literario como Ventajas de viajar en tren, un librito (150 páginas) devenido desde su publicación hace dieciocho años en lo más parecido a lo que suele llamarse una novela de culto. Es lógico preguntarse, antes de que se apaguen las luces, cómo se habrá trasformado todo ese caudal escrito de esquizofrénica y grotesca representación de la realidad que depositaba Antonio Orejudo en su segundo trabajo de ficción. O cómo se habrá resuelto la explicitud y el humor bestiajo que le saltan a la cara al lector desde las páginas impresas. Estas se nutren en buena parte de una imaginativa premisa, pues recogen los  episodios autobiográficos que unos pacientes con trastorno de personalidad han elaborado a petición de su psiquiatra, quien asimismo es personaje y una voz más dentro de la obra.

Una vez vista la película es más fácil darse cuenta de que, a diferencia de otras versiones cinematográficas temerarias y a priori imposibles —recuérdense dos ejemplos encomiables: Richard Brooks se atrevió a filmar A sangre fría y Michael Winterbottom jugó a gusto con Tristram Shandy—, este proyecto partía de un valor seguro a prueba de bombas y que, eso sí, había que cuidar con esmero: la estructura narrativa que articulaba el conjunto de relatos. Porque, de acuerdo, Ventajas de viajar en tren será un extravagante artefacto de cajas chinas que se encaja a lo bruto, una cebolla mostrenca con unas capas donde lo real se confunde con lo imaginado casi sin distinción, pero Orejudo resuelve su lógica interna, dando vueltas y metiendo historias dentro de historias, de manera admirable. Y, para bien, es un aspecto que los adaptadores han tenido presente en cada secuencia.

El director Aritz Moreno y el guionista Javier Gullón —este último planteándose justo lo contrario a su trabajo en Enemy, la libre adaptación de la novela de José Saramago El hombre duplicado— se han pegado lo más posible al libro, conscientes de que la propia estructura plantea las reflexiones en torno al hecho de narrar, al efecto que lo narrado causa en el receptor y, finalmente, al concepto mismo de verosimilitud. A partir de ahí, ambos se muestran hábiles cuando toman una serie de decisiones que transmutan en cinematográfico lo que no lo era. Gullón, por ejemplo, ha sacrificado los tres relatos menos traducibles en imágenes (como el estupendo y muy revelador que protagoniza el sabio filólogo), mientras que ha sabido dilatar la tensión durante momentos que ocupaban pocas líneas en el texto (véase el turbador episodio que transcurre en la guerra de los Balcanes). Y Moreno, por su parte, adecúa con justeza las extensas voces en off a la sucesión de escenas y trasmite el extrañamiento mediante pocos pero eficaces recursos, como cuando emplea una lente deformante en algún trávelin.

El fragmento donde se efectúa un sencillo montaje a modo de recorrido inverso que, sucediéndose los planos de los distintos narradores en cada eslabón de la cadena de relatos, nos devuelve a la conversación originaria entre los personajes interpretados por Ernesto Alterio y Pilar Castro, es la mejor muestra del intento de los cineastas por que Ventajas de viajar en tren, la película, no sea un trabajo meramente subsidiario de Ventajas de viajar en tren, la novela. Habiendo visto solo una vez el resultado, quien teclea estas líneas se ve todavía incapaz de considerar si el objetivo se ha alcanzado del todo o no. Curiosísima paradoja o rasgo de una perfecta adaptación: la respuesta quizás se encuentre en la pista que suele mencionar Orejudo respecto a su literatura, y es que esta se disfruta y comprende mejor si se lee por segunda vez. Se intuye que algo similar sucede con el largometraje.



 

VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN

Dirección: Aritz Moreno.

Intérpretes: Ernesto Alterio, Pilar Castro, Luis Tosar, Belén Cuesta, Macarena García, Quim Gutiérrez.

Género: comedia. España, 2019.

Duración: 102 minutos.

 


 

1 Comentario »

  1. Su arl me ha enamorado de la obra literaria. Deseo leer esas magníficas 150 págs de la que define novela de culto: «Ventajas de viajar en tren».

    El título ‘La cebolla mostrenca’ de su ‘insertos’ (revista de cine) lo sé, pero nadie es perfecto. El cine no es lo mío, me declaro incapaz de permanecer en una sala a osuras, pendiente de la puerta mas cercana, fija la vista en una pantalla, por grande que aparezca. -la tv, ni le cuento- No, con el teatro tengo otra relación, también ‘controlo’ la puerta de salida, pero, la comunicación personal es trascendental.

    Leer es mi vicio por excelencia. Ese extravagante artefacto de cajas chinas que se encajan a lo bruto, provoca historias dentro de otras historias ¡Que aprendizaje! Gracias.
    El giro del relato, cuando el vecino de asiento charlatan, le entrega su carpeta y baja al anden a estirar las piernas…no regresa y el tren arranca, proxigue hacia su destino.

    Leeré la novela de Ovejuno, e intentaré conformar mi ‘cebolla mostrenca’ con la motivación que me ha despertado.

    Salu2.

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