La chica detrás de la voz

Santiago Alonso 


Otro ídolo caído, otra muerte anunciada… y otro intento de documental definitivo para contar la historia. Whitney Houston, la cantante que vendió doscientos millones de discos, tuvo siete números uno seguidos y fue rutilante estrella antes de precipitarse por la pendiente de la decadencia, verse sometida al vía crucis de los tabloides y dejar la vida dentro de la bañera de un hotel. La muy profusa en imágenes y vibrante Whitney se emparenta con el que ya seguramente se ha convertido en paradigma del documental para la era de la hiperexposición y el picadillo públicos, Amy. La chica detrás del nombre. Desde otra perspectiva, pese a las muchísimas diferencias entre los protagonistas y sus historias personales, entre contextos nacionales y familiares, si hay otra cinta con la que comparte sensaciones y tristezas tal vez sea la para nosotros más cercana Antonio Vega.Tu voz entre otras mil, el sólido proyecto realizado por Paloma Concejero, también con imprescindible apoyo de la familia del biografiado, aunque después esta última declaró sentirse engañada debido a que el montaje final mostraba demasiado el lado oscuro del músico madrileño.

En la cinta que dirige Kevin MacDonald, el lado oscuro de Houston irrumpe mediado el metraje y no desaparece hasta al final. Es algo a todas luces insoslayable: muchos de los entrevistados que intervienen lo conocieron y, en buena medida, también lo compartieron. De hecho, esta biografía autorizada tiene la peculiaridad de acabar colocando casi siempre en primer plano al círculo formado por padres, hermanos y otros íntimos, un entorno determinante sobre el que se sustentó desde el principio, para bien y para mal, la carrera de la gran diva. Luego, en realidad, Whitney resulta más convencional que los otros títulos citados y solo juega la baza de la exclusiva periodística, un pelín sensacionalista, sacando a la luz los abusos que sufrió Houston cuando era niña por parte de su prima Dee Dee Warwick (algo que las presentaciones en festivales de la cinta ya nos habían adelantado).

Como cabía imaginar, aquí había material suficiente como para proponer más de una película y jugar con una diversidad de enfoques. Aparte de desechar el análisis musical, MacDonald ha elegido la alternativa menos inquieta. Es cierto que, insertando raudos resúmenes en imágenes, señala los momentos históricos coincidentes con varios capítulos de la narración, pero estos se quedan en meros apuntes socioculturales que no se concretan, a excepción hecha de cuando el documental se detiene en el día que Whitney cantó el himno nacional ante el país entero, un episodio que ilustra muy bien las conflictivas relaciones raciales en Estados Unidos. Tampoco consigue el director dar con las respuestas que busca y así desvelar el misterio que hay dentro de este cuento de fama y autodestrucción. O quizás se haya dado cuenta de que no había secreto, sino que todo estaba a ojos vista, y se limita a constatar simplemente aquello que indicaba Neil Young hace mucho tiempo, con independencia de que hablemos de ricos o pobres, artistas o gente corriente: «cada yonqui es como un ocaso».



 

WHITNEY

Dirección: Kevin MacDonald

Género: documental. Reino Unido, Estados Unidos, 2018

Duración: 120 minutos

 


 

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