Entrevista con el autor de Lejos de aquí

Santiago Alonso 


Es un grueso volumen de más de 850 páginas y que recoge abundante material gráfico, en gran parte inédito o muy difícil de encontrar, donde puede verse principalmente a los dos protagonistas: un director de cine español y el protagonista de cinco de sus películas. Aunque presente una forma novelada, no se trata de un relato de ficción. El director y el actor vivieron hace años; muchos espectadores españoles de finales de los setenta y los ochenta llenaron las salas para ver sus películas: Navajeros, El pico, La estanquera de Vallecas… El libro se titula Lejos de aquí, y la frase que lleva por subtítulo deja claro su contenido: La verdadera historia de Eloy de la Iglesia y Jose Manzano. El prefacio especifica más aún la naturaleza de la obra: «El libro que tiene usted entre manos pretende mantener la memoria íntima de las personas que retrata y ser, en todo momento, fidedigno con la realidad, exacto, moral y científico en sus aspectos metodológicos. La información que se ofrece ha sido contrastada a partir de valiosos testimonios orales directos o de la consulta de las fuentes escritas y audiovisuales disponibles».

Y es que Lejos de aquí esconde también otra historia, la de su autor, Eduardo Fuembuena, quien lleva más de una década intentando sacar adelante esta azarosa publicación. Hubo una primera versión autopublicada, reescrituras, ampliaciones, muchos intentos de que alguna editorial se atreviera a sacar el libro al mercado o alguna institución quisiera apoyarlo… Hace un mes la versión definitiva ha visto la luz, si bien, de nuevo, pagada del bolsillo del escritor. He aquí la gran paradoja: pese a los problemas y al número (esperemos que solo de momento) escaso de personas que van a poder leer el libro, Fuembuena ha adquirido desde hace tiempo bastante notoriedad en redes sociales y en el ámbito cultural por su labor de guardián de la memoria del cineasta y del joven intérprete. De hecho, muchas cabeceras nacionales se están haciendo eco en los últimos días de un libro que no se encuentra en librerías, ya sean físicas o virtuales.

Quien teclea estas líneas tuvo la oportunidad hace dos años de conocer al autor y, adentrándose en su colosal coro de voces y sombras, leyó Lejos de aquí. Además de Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano, vio desfilar por sus páginas a Gonzalo Goicoechea (guionista y mano derecha durante mucho tiempo del realizador), José Luis Fernández Eguía «el Pirri», Antonio y Rosario Flores, Lali Espinet, Diego Galán, Fermín Cabal, Juan Diego, Juan Antonio Bardem, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar, Maribel Verdú y decenas de profesionales del cine español; aparte de gente anónima para el gran público que tuvo también su papel en esta historia intensa y con final muy poco feliz. La charla que viene a continuación estaba apalabrada justo para cuando el libro fuera por fin una realidad material, una noticia a la que acompaña una segunda, y es que el autor está preparando los guiones para una serie basada en Lejos de aquí. Aun estando inmerso en la escritura de ese nuevo proyecto y en la extraña «promoción» del libro, y pese al cansancio por los esfuerzos llevados a cabo durante los últimos meses, Fuembuena, una persona de trato y educación exquisitos, acudió a la cita sin dudarlo, con ganas de hablar y de compartir con este crítico una mañana de sábado.

Eduardo Fuembuena (Fotografía: Jorge Fuembuena)

 

Hasta ahora nunca te he preguntado cómo empezó todo. ¿A qué se debió que te metieras tan de lleno en este proyecto? Sé, por ejemplo, que tuviste mucho contacto con Gonzalo Goicoechea.

Sí, pero no tanto como el que me habría gustado. La muerte nos separó. Soy historiador, aunque nunca he ejercido ni me he dedicado a la docencia. En un momento de encrucijada de mi vida me vine a la ECAM. De alguna manera me puso en contacto con el mundo del cine de manera profesional. Durante años fui decorador y director de arte, además de que rodé mis proyectos autofinanciados. Conocí de manera fortuita a Gonzalo Goicoechea, en un bar. Yo estaba con un grupo de actores, Gonzalo estaba muy pendiente de nuestra conversación y se unió a ella. Pocos días después quedé con él en la zona en la que vivía. Por entonces yo solo tenía reciente El pico. Y de niño había visto La estanquera de Vallecas, que mi padre había traído en VHS a casa, pero apenas guardaba recuerdo de ella. Entonces lo que él me contaba me sonaba a chino, aunque se veía que era una persona que se abría en canal cuando hablaba, mostraba su alma atormentada y todo lo que le había hecho sufrir este país. Pero en aquella época estaba yo tan centrado en mi trabajo, que no le presté mucha atención. Dos o tres meses después, Gonzalo fallece. Me impacta mucho cuando leo su obituario, escrito por Diego Galán, que fue su gran enemigo en vida. Vuelvo a ver estas películas, concretamente por primera vez El pico 2, y me fijo en José Luis Manzano. Comienzo a buscar información y veo que no hay absolutamente nada, más allá de unos foros de los que no me creo absolutamente nada. Lo primero es averiguar donde vive la familia de este chico fallecido en 1992 y voy a visitarla.

Tal cual…

Sí, una mañana. Me recibió la madre. De primeras era muy reacia, porque estaba acostumbrada a que se mezclara la biografía de su hijo con la del delincuente juvenil Jaro. Pero cuando vio que mis intenciones eran buenas, me abrió su casa y su corazón. Y durante los siguientes dos años y medio, hasta que murió, fui a verla una vez a la semana, a lo que era la UVA de Vallecas, esos barracones que iban a tener solo una vida de dos años y al final esta se alargo hasta el año 1988. Después, está el mundo de Eloy. Descubrí donde vivía la familia y fui a Valencia a visitarla.

¿Y qué reacción tuvieron los familiares? Estarían más acostumbrados a que les preguntaran por el cineasta, ¿no?

No. Habían estado cuando lo homenajearon en el homenaje de San Sebastián o en algún estreno. Pero Eloy los había mantenido un poco a distancia, salvo en los años en que recurrió a ellos cuando se quedó en la calle, a finales de los ochenta y primeros de los noventa. Lo conocían perfectamente de cuando habían vivido en Zarauz e Irún. Vinieron en los setenta a Madrid y hasta fueron vecinos.

¿Y se abrieron contigo?

Sí. Ya no estamos hablando de una familia desestructurada, sino de jóvenes con una formación superior, de clase media alta. No hubo ningún problema. En este mundo, cuando vas con educación recibes lo mismo. Intercambiamos correos y llamadas hasta concretar una cita. Estuve un par de días entrevistando a todos. Ahí ya sabía que este iba a ser mi proyecto vocacional para los siguientes años: recuperar la memoria de estas dos personas, escribir una crónica que no existía, pues solo circulaban mentiras. Y ahí me quedé.

Después, también han hecho aportaciones importantísimas amigos y novios de Eloy, si bien el otro puntal en este proceso fue el padre Pedro Cid, el cura salmantino de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima del barrio de la Alhóndiga de Getafe, que recogió a Manzano y convivió con él durante los dos últimos dos años y medio de vida del joven actor fracasado. Puso a mi disposición sus agendas, diarios y cartas personales. De alguna manera era el albacea moral de José Luis Manzano y me trasmitió su memoria, el relato de los sufrimientos de alguien que vio cómo el mundo del cine le había dado la espalda.

Eloy de la Iglesia en su juventud

¿Hay alguna persona cuyo testimonio tú consideres fundamental y que se ha negado a hablar?

Había alguien para mí indispensable, pues había convivido con Antonio Flores, aunque me dijeron que con él ni lo intentara, que no me iba a contar más que mentiras. Pero a través de un amigo le pude pasar un cuestionario. Fue Quique San Francisco. Ayudantes de dirección, he conseguido hablar con todos, menos con uno, que no se dejó. Después hay personas como la mujer de Manzano, con la que pude hablar con ella por teléfono, pero enseguida, cuando le conté exactamente sobre quién iba el libro, se cortó la conversación. Luego le envié a una chiquita que se hizo pasar por investigadora de doctorado, que grabó una entrevista y me la pasó. Ese tipo de artimañas. Que no han valido para nada, solo para que tenga que autopublicarme y casi vender puerta a puerta.

¿Y en qué momento decides plantear tu trabajo más allá de un relato novelado de los hechos que te iban contando? Es decir, no solo es la biografía de estas dos personas, sino que unes su destino a la historia de España.

Sí, es muy sencillo. Yo no guío la escritura del libro. El relato me guía a mí. Mejor dicho, me persigue. Y sigue haciéndolo. He sido un instrumento, y te lo digo de verdad, porque lo siento y lo creo. Ellos directamente me han dictado el libro. Me han hablado y yo he plasmado lo que me han dicho.

Pero siempre comentas que hay cosas que te callas.

Hay un diez por ciento que no contaré jamás, que solo se lo puedo contar a los familiares, pero tampoco creo que lo haga porque, ante todo, me guía un compromiso moral con los vivos y una voluntad de celebrar a los que ya no están, a los caídos, a los que se hizo caer o a los que cayeron por su vena autodestructiva, a veces por un hedonismo extremo o por la educación represiva del Movimiento. Fueron personas que, de alguna manera, vieron que todo por lo que habían luchado en clandestinidad y después en democracia, es decir, instaurar en este país un modelo socialista de sociedad, resultaba una utopía, y que en realidad todo el proceso reformista del país había sido un gran fraude y una gran patraña conducida por los líderes políticos del exterior, y hasta por sus propios líderes, los líderes de la izquierda marxista histórica en este caso, el PCE.

Eloy de la Iglesia

¿Qué representa la figura de Eloy en el cine y la cultura de España? ¿En qué se diferencia si lo comparas con otros directores nacionales?

Eloy representa la libertad. Por un lado es la personificación de la libertad de expresión completa y total alcanzada en este país, y luego arrebatada a los españoles, no solamente a los intelectuales, sino también a la gente que llena la calle. Nació en el seno de una familia de clase media bien situada, en lo que eran las provincias vascongadas en esa época, y logró que cristalizase esa fantasía infantil de hacer cine. Cuando vino a Madrid y consiguió dirigir, ofreció algo que nadie estaba dispuesto a hacer en ese momento o era raro, que era contar lo que nadie se atrevía a contar. Y hacerlo con esa libertad radical.

¿Cuántos palos se puso él mismo en las ruedas y cuántos le pusieron los demás?

Era un director con un sentido comercial muy marcado desde un principio. Hacía películas para la gente de la calle y, de hecho, todas son un éxito detrás de otro, un éxito comercial, pues crítico ya sabemos que no. Solo contó con el apoyo de algunas publicaciones minoritarias de la vertiente marxista como el periódico Mundo Obrero o la revista Contracampo. Ahora bien, tiene ese sentido comercial salvo cuando decide lo contrario, que es aspirar al fracaso con la producción en 1985 de Otra vuelta de tuerca, una película que coproduce con Gonzalo Goicoechea y rueda en Euskadi. Adapta la obra de Henry James, pero de manera muy personal. Renuncia a seguir trabajando con Ópalo Films, la compañía barcelonesa que había fundado junto con José Antonio Pérez Giner y que le había reportado tantos éxitos, para hacer esta pequeña novela que había leído de chaval, antes de hacer el servicio militar. Él lo explicaba así: cuando se ha jugado a ganar durante mucho tiempo, no hay mayor placer que jugar a perder. La película fue un desastre económico; artístico, un poco menos. De hecho considero que esta autobiografía encubierta es su película más interesante y la suma más madura de su cine.

Pero el consumo de heroína, además de ser bastante tardío, marcó un antes y un después, ¿no? En el libro hay un pasaje donde describes con detalle cómo fue su «primera vez».

Empezó a consumir opiáceos, primero por curiosidad, que era lo que siempre le guiaba en la vida, y luego por hedonismo. Comenzó junto con Gonzalo Goicoechea y, al poco tiempo, por inercia o por imitación también José Luis Manzano caerá en el consumo habitual de esta droga. Pero Eloy, de alguna manera, era capaz de mantener la mente fría, de separar el consumo de lo que era su faceta de director de cine, salvo en algún momento puntual. Claro, cuando alguien dirige también lo hace de cara a la galería, tiene que enfrentarse a la promoción de la película con los medios o trabajar en un set de rodaje con los técnicos y los actores. Y la gente habla. El cine español, como digo en el libro, es una corrala. Pero, cuando las autoridades sanitarias todavía no habían establecido el protocolo para enfrentarse a la heroinomanía y a todos los problemas y las enfermedades derivados de ella, él ya se había informado a través de médicos, incluso de fuera del país, y sabía lo que podían hacer los opiáceos en su organismo. Sin embargo siguió con ellos, posiblemente por esa tendencia autodestructiva. Pero luego, después de entrar y consumir una barbaridad, siempre esnifando, lo deja. No pasó de un periodo de cuatro años. Ya sabes que en el caso de Gonzalo Goicoechea y más concretamente en el de José Luis Manzano no fue así. Pudieron estar periodos de un año deshabituados y desintoxicados, peor luego siempre volvían a caer. En el caso de Manzano fue el motivo o la explicación oficial de su muerte.

El diputado (1978)

¿Y fuera de España? ¿Dónde situarías la figura de Eloy? Supongo que más que su lectura de la política española, hay otros temas que llaman más la atención, sobre todo el tratamiento en la pantalla de la homosexualidad y de formas alternativas de vida.

Eloy de la Iglesia era un director único y lo demostró desde su película cero, Fantasía 3. Él se definía como el director más joven de Europa, porque con diecinueve años ya estaba dirigiendo, es decir, era jefe de equipo en un plató, generando un gran escepticismo entre un montón de técnicos de toda la vida. Pero el signo definitorio de su cine es la valentía. No solo por tratar cuestiones de los últimos años del franquismo, sino también temas que le tocaban en lo personal, como su propia homosexualidad y su aspiración a la acracia a través de modelos alternativos de familia y convivencia. Como tú bien sabes, él ya hace un retrato de personas que son homosexuales de carne y hueso en una película como La semana del asesino a principios de los setenta. Y haciendo una labor didáctica, todavía con el organismo censor vigente, rueda una película como Los placeres ocultos, dando voz a un protagonista homosexual, ya no un secundario.

Su primera época está muy relacionada con los gialli italianos de Dario Argento. También tiene películas muy cercanas al cine de la Tercera Vía. Otras son inclasificables; por ejemplo, Algo amargo en la boca, que es de 1969 y tiene que ver con Pasolini, concretamente con Teorema, pero no desde principios conceptuales, sino desde una narrativa tradicional. Es la más autobiográfica antes de Otra vuelta de tuerca, y en ella ya estaba contando la situación de represión personal, familiar y religiosa que él padecía todavía a finales de los sesenta, y lo hace para liberarse, para quitarse el peso de algo que le oprimía.

Luego está el gran Eloy político, que hace la gran Biblia marxista que es El diputado, que de alguna manera reconstruye en pantalla el proceso reformista del país, mientras pone sobre la mesa las libertades personales y las que da la formación política a la que pertenece. Y después, el Eloy con tendencia a la acracia, que le conduce a hacer a esas películas que yo defino como de la «poética del lumpen», que es el mal llamado «cine quinqui».

Todas estas películas se veían en Alemania, Francia, Italia o, en el lugar más significativo de todos, Estados Unidos. Allí llegan prácticamente todas juntas. El diputado, aunque había ganado antes un premio a los derechos humanos en el Festival de Chicago, llega en 1980, proyectándose en cinco cines en Nueva York. Tiene un gran recibimiento crítico y se define a Eloy de la Iglesia como el nuevo Fassbinder, un Fassbinder que, además de español, va más allá. Atención, no se le compara con Pasolini, sino con Fassbinder. E inmediatamente El diputado tiene una segunda vida en varias ciudades coincidiendo con Colegas, y con Los placeres ocultos, que es del 77. Me han comentado académicos que han estudiado o dado clases en universidades americanas a finales de los ochenta y primeros de los noventa, personas que vivían en Nueva York o Los Ángeles por entonces, que había interés por estas películas. Tanto, que fueron editadas en video doméstico. Por equis motivos, Eloy de la Iglesia ocupaba el lugar que después tuvo Pedro Almodóvar. Hay un cambio de foco: se pasa de Eloy, que hacía un cine comprometido, valiente, político, antisistema y ácrata, a un cine que quizás narrativamente no es más convencional, pero sí menos incómodo, sobre todo para los gobiernos de este país cuando tienen que exportar una obra. El cine de Almodóvar es de vocación europeísta, que ofrece un entretenimiento evasivo a unas personas que viven en los países fríos. Son narraciones exóticas. La consagración y canonización de Almodóvar como autor total viene después, porque sabes que es mucho más valorado fuera que en España. De todos modos, todavía no se puede poner a Eloy por encima de Almodóvar, porque este último es la cultura oficial y dominante, y ahí hay un soporte teórico y crítico hoy por hoy imbatible. Pero la historia da muchas vueltas, y veremos cómo está todo dentro de cien años.

José Luis Manzano en Navajeros (1980)

La crítica española de su época parece que solo señalaba el aspecto sensacionalista del cine de Eloy.

Sí, un cine amarillista y escandaloso. Bueno, pero eso es una manera muy fácil de atacar, apelando a prejuicios estéticos cuando en realidad no se está de acuerdo con lo que se está diciendo.

En la actualidad, sobre todo en redes sociales, se ha vuelto a hablar de Eloy de la Iglesia y se ha renovado cierto interés por su figura, aunque siempre se le asocie a ese concepto de cine quinqui.

Mira, uno de los mejores regalos que me has hecho, que me has hecho muchos, fue cuando me dijiste que al libro le faltaba el microsensayo de por qué Eloy no hace cine quinqui. Y al final me puse, me puse, me puse y ahí está.

Eloy es un cronista en el contexto en el que vive, desde un punto de vista de un marxista, valiéndose de las herramientas de análisis marxistas y con vocación de servicio al partido, con la finalidad de ayudar a cambiar la sociedad. Por otra parte, en lo personal, su visión de la realidad es que es fea en sí misma, y eso incluye al ser humano. En este sentido, muy pocas veces es un humanista o da muestras de serlo. Sabiendo cómo era y cómo era su cine, nos lleva fácilmente a sacar la conclusión de que hacía un cine comercial, pero no solo comercial como podía ser el de José Antonio de la Loma con Perros callejeros, el de Ignacio Iquino o, incluso, lo que hace Carlos Saura en Deprisa, deprisa. Él tiene una finalidad política como comunista, y después, aunque te he dicho que no era humanista, sí tenía un amor por un tipo de personas, más concretamente los jóvenes a quienes se les había quitado la voz o no se les daba en ese momento, a los que defendía. Los jóvenes de clase media, pero sobre todo los desclasados y los lumpen. Y les daba voz no porque pensara que había que defender a una clase en sí misma, sino porque realmente le apetecía hacerlo. Yendo más allá, pienso que de esa manera hacía oposición a la sociedad establecida, burguesa y tradicional.

Ni de la Loma ni él eran conscientes de estar haciendo cine quinqui. Las etiquetas son útiles en sí mismas, han venido luego por un interés comercial y académico, es decir, para tesis y trabajos de fin de grado. A muchos les ha venido muy bien, porque cuando no sabes de qué hablar, aprovechas que te venga ya dado el tema.

Nos falta hablar del otro protagonista, del otro pilar del libro: José Luis Manzano. La relación entre ambos es en muchos aspectos muy contradictoria y problemática. Muy descompensada. Le da valor a tu trabajo que cuentes dicha relación en toda su dimensión y crudeza.

Fue un pacto. Un pacto, no sé si mefistofélico, porque Eloy tenía un alma muy bella, esto dicho por sus novios y por mucha gente que lo trató. Pero de alguna manera se dejó contaminar por todo el mal que encierra este mundo. Yo creo que al final, cuando murió, que muere como cristiano, recibiendo la extremaunción, su alma se reconcilió con Dios y las aguas del bien volvieron a su cauce.

Fue un pacto en el cine y por el cine. Eloy había conocido a Manzano en una situación un poco equívoca… bueno, directamente en un intercambio sexual y económico. Cuando necesitó a alguien que hiciera del niño bandido, del joven delincuente, un cortesano cercano se lo dijo: «¿Te acuerdas de este chico que llevaba el corsé de cuero». La Muñequita Ortopédica, que es como lo llamaban. Le hacen las pruebas y ven que funciona. Eloy, a sus treinta y seis años, estaba en un momento de crisis y descubre que alguien estaba dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a él. De alguna manera la situación activa sus pulsiones más primitivas, pero a la vez sus mecanismos mentales más racionales. Hay una especie de simbiosis entre los bajos instintos y los ideales más elevados. Se lo lleva a vivir con él a su casa y lo convierte en representante de esa juventud lumpen en Navajeros. Después le ofrece otros retratos en los que se reconoce a la juventud de la Transición española. Y José Luis Manzano demuestra que es un gran actor natural. No solo se queda en el delincuente juvenil Jaro, a quien interpreta con diecisiete años recién cumplidos, sino que es capaz de entender otras realidades y asumirlas frente a la cámara.

El pico (1983)

¿Crees que Eloy podía haberle ayudado más en lo profesional y en lo personal? Recuerdo, por ejemplo la insistencia de Manzano de doblarse a sí mismo y la negativa del director. Leyendo el libro, se llega a la conclusión de que a Eloy no le afecta la barrera que, con el tiempo, pone entre los dos. El que la sufre, y mucho, es Manzano.

Eloy de la Iglesia nunca fue un modelo de fidelidad. Incluso desde el primer momento de esta relación, que sí que es cierto que en un momento debía estar en una esfera próxima al amor por parte de Eloy hacia Manzano. Manzano tenía una personalidad no construida, por lo que confundía los sentimientos o no era capaz de reconocerlos ni de asumirlos. En ese sentido, se movía por intuiciones e instintos. El padre Cid, en sus últimos años, intentó que naciera la persona en él. Y tuvo la impresión de que lo había conseguido, pero fue un espejismo sin más. Por otro lado, Eloy de la Iglesia estaba siempre en situación de superioridad. Y la hacía valer, poniendo en práctica una serie de juegos mentales perversos, no solo con él, sino con cualquiera de sus cortesanos o acólitos. Pero como muy bien dices, Manzano tal vez lo sufría más que ningún otro, porque era transparente, dejaba traslucir cualquier sinsabor, cualquier sentimiento de dolor o fatalidad. Aunque luego, por supervivencia, lo olvidara y se refugiara en otros estímulos exteriores como pueden ser las drogas. Posiblemente esto explicaría su drogodependencia.

¿Qué debería haber pasado para que Manzano hubiera podido continuar su carrera? O lo más importante, para que hubiera sobrevivido. ¿Su camino estaba ya marcado?

Yo creo que sí. Algo lo conducía hacia la fatalidad desde el momento y en el contexto que nace. Posiblemente habría recorrido el camino que siguieron sus primos maternos, que fue mucho más terrible, como morir de sida, morir en la cárcel, morir debajo de un coche tiroteado por la guardia civil, morir de un navajazo… Habría muerto antes, lo que pasa es que José Luis Manzano era un superviviente, una persona que se agarraba a ese mundo, a la vida, por la oportunidad que le dio Eloy de la Iglesia de ser actor. Él quería volver al cine. Pensaba que si Eloy volvía, él también lo haría. Y que se restituiría todo ese orden dentro del caos que había conocido durante los años de películas y de noches larguísimas en el apartamento del director. Un orden natural que era muy poco natural. El gran fracaso humano de este chaval es que ni siquiera se ganó a sí mismo ni consiguió tener una personalidad propia.

Te lanzo la pregunta directamente: ¿por qué muere Manzano?

Qué malo eres. No me tires de la lengua. No te lo voy a decir.

No me lo puedes decir.

Y ponlo así: «No te lo voy a decir. Punto».

Cualquiera que lea artículos de la época o entradas biográficas escritas con posterioridad acerca de las circunstancias de su fallecimiento va a encontrar una especie de nebulosa que envolvió los hechos.

Bueno, dime qué quieres decir saber y yo te responderé.

El pico 2 (1984)

(Tras unos segundos de silencio) En primer lugar, está todo el tema de la detención en Gran Vía meses antes. ¿Fue algo casual?

Yo no creo en las casualidades y menos después de once años dedicados a esta historia. Es todo muy sospechoso y, aparte, una persona mucho más sabia y conocedora del ser humano como fue Pedro Cid tampoco creía en las casualidades. Él sabía que había algo extraño detrás de todo esto, una serie de acontecimientos encadenados que llevan a José Luis Manzano a la cárcel de Carabanchel como preso provisional. Y es más, ahora que he podido acceder, para esta nueva versión del libro, a documentos oficiales y judiciales de la detención, ya que hasta entonces solo tenía el testimonio del abogado y de un testigo, te das cuenta de muchas cosas. Yo soy hijo de juez y mi padre tuvo todos esos años cientos de juicios similares al de Manzano, un caso de asalto con agravante de violencia. Y él no tenía que haber entrado en Carabanchel al no tener antecedentes. Se declaró culpable porque si no se habría comido dos años. El abogado debería haber hecho lo mismo que el otro, un abogado de oficio, que pidió que se dejara libre al cómplice. ¿Y por qué no lo hizo el de Manzano? ¿Por qué tuvo que estar cuatro meses más en régimen de privación de libertad?

¿Hubo alguien detrás, entonces?

¿Una conspiración? ¿Un síntoma de la fatalidad que recorrió toda su vida? ¿Por qué cuando le detienen y le llevan en presencia del juez en primera instancia, ese juez se estrena en un juzgado de guardia con él? Es su primer caso. ¿Por qué a la persona a la que asaltan era un funcionario auxiliar de juzgados? ¿Por qué José Luis Manzano se encuentra con un joven sin antecedentes, de dieciocho años recién cumplidos, que se ofrece para llevarle a un sitio donde hay heroína barata y, a mitad de camino, este joven saca una navaja y asalta a una persona a las ocho y media de la mañana en una calle transitada del centro de Madrid? Y hay cosas inexplicables los días anteriores. Sabemos lo que le conduce a Barcelona, que es entrar en un programa de un grupo evangélico. Pero, ¿por qué abandona este centro y termina deambulando por el Raval de Barcelona y en un hotel de lujo? ¿Y quién lo mete en un avión rumbo a Madrid? ¿Y esos dos días en los que se pierde completamente su rastro?

¿Tienes alguna sospecha?

En el libro ahora lo cuento todo. No puedo decir qué hizo esos dos días que desaparece desde que vuelve de Barcelona. Dónde lo tienen, qué le están dado… yo eso no lo sé. Puedo tener mis sospechas como las tenía Pedro Cid. Pero en el tema legal sí son certezas. Y después, ese periodista extraño que lo entrevistó, J.J. Sherry, José Juan Hernández Valverde, conectado con el crimen de los marqueses de Urquijo, que aparece incluso citado como testigo en los dos sumarios del juicio, porque presuntamente fue la persona con la que estuvieron Rafi Escobedo y Javier Anastasio la sangrienta noche de la madrugada del 1 de agosto.

Aquí hay muchas cosas que se nos escapan. Al no aparecer la papelina, nunca podremos saber a ciencia cierta qué heroína consumió Manzano, que llevaba meses sin hacerlo. Inexplicablemente solo encontraron la jeringuilla. La única persona que estaba allí fue Eloy, y este salió corriendo. Si se hubiera podido analizar la papelina se habría comprobado que esa heroína tenía una pureza asesina. Lo he consultado con médicos forenses y fue una sobredosis principalmente de heroína, aunque había otras cosas. En el libro hago varias hipótesis, y una más concreta, con el soporte de un testigo, que relata lo que pasó minutos después del fallecimiento de Manzano.


 

Lejos de aquí: los azares de un libro único e irrepetible

 

En los agradecimientos aparece un número elevadísimo de personas con las que has hablado o que te han ayudado. Es como si hubieras tenido contacto, en mayor o menor grado, con todos los participantes de esta historia colectiva, menos, obviamente, con los dos protagonistas, que ya están muertos. Pero han servido para otorgarle a la obra la consistencia que tiene. Solo con hacer dos o tres calas al libro se comprueba todo el trabajo de documentación y compromiso que hay en él.

Pero para mí es consuelo de tontos, no es suficiente. Han pasado tantísimas cosas en este proceso. Una de las más alucinantes, en lo concerniente al mundo editorial, es que hace unos meses me contactó un lector profesional, escritor también él, diciéndome que llevaba años buscándome porque había leído mi manuscrito en Planeta, en diciembre de 2016. Era un borrador, una cosa de lo más incoherente que te puedes imaginar, no tenía ni pies ni cabeza. Este lector se enamoró del manuscrito. Dejó testimonio donde señalaba todos los defectos que podía tener y todas las reescrituras que iba a necesitar, pero aconsejando vivamente la publicación. Años después volvió a encontrar una segunda versión en otra editorial, que tiene un premio literario bastante importante, y la propuso. Me comentó que se quedó entre los tres finalistas, pero no lo quisieron publicar por la longitud del libro.

Mezclas narrativa y ensayo. Pero aún hay más, porque además presentas casi un catálogo de tipos diferentes de ensayo. Tocas la historia política, la historia del cine, la sociología, la filosofía, la teología…

Lo defino, de una manera bastante pretenciosa, como libro total. Es cierto que me he valido de algunas herramientas de la narrativa para hacer crónica, aunque también de la crónica para hacer literatura en algunos pasajes que son más destacables que el conjunto. Ya sabes cómo funciona el libro, con núcleos narrativos que aparecen y desaparecen, algo que el lector va a identificar con gran facilidad. Así tiene la opción de saltárselos cuando se dé cuenta que empieza algo sobre un tema que no le interesa.




 

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