El sentido de un género pictórico
Santiago Alonso
“El dibujo sobre colores es una abstracción. En la naturaleza todo tiene color”. Paul Cézanne (1839-1906) no dibujaba: era el pintor que representaba la formas según ajustaba los colores sobre el lienzo. Una práctica tan revolucionaria nacía de la profunda meditación acerca del arte pictórico y denotaba un enfoque analítico de la naturaleza, menos ligado al sentimiento y a la emotividad. Lo mismo sucedía cuando se trataba de individuos. Es posible que por ello no se suela recordar tanto al Cezánne retratista como al paisajista o al pintor de bodegones, pese a que los retratos constituyen una parte significativa de su obra (realizó casi doscientos). Una reciente exposición conjunta entre la National Portrait Gallery de Londres, el Museo de Orsay de París y la National Gallery of Arts de Washington ha sido la primera en centrarse exclusivamente en esta faceta del maestro francés. Y ahora el proyecto Exhibition on Screen aprovecha la circunstancia para sumar uno más a su serie de documentales sobre grandes pintores, ahondando en la visión general de estos retratos como manera novedosa de analizar el estilo del artista a lo largo de su trayectoria. Sin olvidar que contribuyen a trazar un itinerario biográfico y proporcionan algunas claves fundamentales para acercarse a la persona.
Dos características definen los títulos de Exhibition on Screen. Por un lado, repiten unos rasgos formales consistentes en la recreación elegante de la visita a la pinacoteca de turno, el detenimiento en la observación de las obras y las entrevistas a expertos y comisarios de las muestras. Por otro, cada uno desarrolla con más o menos imaginación un hecho distintivo respecto al resto. Si en el dedicado a Canaletto la idea era intercalar la Venecia pictórica con imágenes actuales de la ciudad, o el de David Hockney aprovechaba al máximo la oportunidad de hablar con el pintor protagonista, Cézanne, retratos de una vida es el resultado de un esfuerzo diferenciador doble. El cineasta Phil Grabsky, creador de la serie y también director de la mayoría de títulos, organiza el largometraje en torno a la lectura en off de un sinfín de fragmentos de la correspondencia privada entre Cézanne y amigos o conocidos, mientras recurre constantemente a las imágenes de los exteriores (sobre todo el campo) y los interiores (el atelier, estancias vacías de varias casas) de Aix-en-Provence ligados al artista, que casi siempre vivió y trabajó aislado.
El análisis de varios autorretratos, los cuatro retratos de Madame Cézanne vestida de rojo o el cuadro Chico con chaleco rojo, por citar solo algunas obras, se entremezcla con imágenes reales de la montaña Sainte-Victorie o las canteras de Bibemus, que son, recordemos, lugares fundamentales en el devenir artístico cézanniano. Todo ello bajo el particularísimo tono de voz, una mezcla entre lo melifluo y lo enérgico, que le presta al pintor el conocido intérprete escocés Brian Cox.
Debido al exceso tanto de estímulos como de ideas, este documental resulta el menos ligero de la serie y exige, quizás, una mayor predisposición para el aprendizaje. Verlo supone asistir a una clase audiovisual de gran espesor acerca de quien fue la personalidad clave que marcó el paso, dentro de las artes plásticas, hacia el arte contemporáneo del siglo XX. Y da respuesta a la paradoja del Cézanne retratista, pues señala que lo que este hacía era, buscando la síntesis formal y no las particularidades personales de los que posaban, cuestionar el propio sentido del retrato como género.


CÉZANNE, RETRATOS DE UNA VIDA
Dirección: Phil Grubsky
Género: documental, biografía. Reino Unido, 2018
Duración: 87 minutos
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