Retorno a la Guerra Fría


En una de las escenas más perturbadoras de La conversación (Francis Ford Coppola, 1972), los remordimientos de Gene Hackman se materializan en un retrete que rebosa sangre. Una imagen icónica que parece ser objeto de homenaje en el momento más onírico de Testigo: cuando las teclas de una máquina de escribir se tiñen de rojo para atormentar al protagonista de la historia. Su sentimiento de culpa será, al igual que en el film de Coppola, el motor de esta ópera prima de Thomas Kruithof, un thriller psicológico que retrata los trapos sucios del poder y su lucha constante por el dominio de la opinión pública.

De título original Le mécanique de l’ombre, mucho más elocuente que el que ha recibido en español, el film cuenta la historia de Duval (François Cluzet), un hombre envuelto en una trama de escuchas ilegales, corrupciones políticas y guerras de poder durante unas elecciones en Francia.  El marco personal del personaje no es mucho más halagüeño: es un ex alcohólico en paro que se ahoga en la soledad de su propio hogar mientras intenta colocar cada noche las piezas correctas en un puzzle, suerte de metáfora de su propia vida. Es por eso que la oferta de un trabajo de transcriptor de grabaciones le parece tan oportuna como inofensiva, a pesar del secretismo que rodea a su empleador. Sin embargo, el hecho de estar transcribiendo conversaciones privadas con sustanciosos detalles confidenciales va despertando en él la paranoia inevitable por el crimen que puede estar presenciando de forma indirecta. En este sentido, Testigo podría ser una de las múltiples películas sobre la época de la Guerra Fría, entre las que además de la de Coppola convendría destacar La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) por su proximidad argumental. En cambio, lo más estremecedor del film de Kruithof es su contemporaneidad, la adaptación a un momento presente en que, sin duda, aquellos que quieran controlar el devenir del país podrían requerir de estos servicios. Es su retrato del presente lo que asusta, en una Francia marcada por el terrorismo, las amenzas exteriores y las protestas ciudadanas. En definitiva, una Francia que conviene tener controlada.

Con la herencia cinematográfica mencionada bien presente, el director construye en su primer largo un relato de suspense de alto voltaje, con el peligro acechando constantemente en la nuca de Cluzet -un plano tan recurrente como significativo. La tensión y el ritmo dinámico de las escenas de mecanografía se combinan con un contrapeso de tranquilidad: el que ofrece el personaje de Alba Rohrwacher, compañera de Alcohólicos Anónimos y dueña del espacio seguro en el que el protagonista puede ser el hombre protector. A pesar de transitar estos espacios comunes cómodos y poco arriesgados, el film canaliza con inteligencia sus misterios y ambigüedades, su sensibilidad intimista y su violencia, para componer un thriller más que solvente.

Pero acabemos como empezamos: con una comparación entre La conversación y Testigo, concretamente, entre sus respectivas escenas iniciales. Mientras en la primera asistimos a un prolongado zoom in que enfoca a los personajes de importancia, en la segunda vemos un zoom out desde el teclado de un ordenador. Esta curiosa contraposición refleja, paradójicamente y sin ser aparentemente intencionado, la esencia de ambos films: Coppola nos llevaba al detalle, a la locura de un personaje que cae en la paranoia y en cuya psique nos sumergimos; Kruithof nos lleva al contexto, a una cuestión nacional, en la que el protagonista es poco más que un títere. Cada una en su dimensión consigue establecer un diálogo con el mundo interior y el exterior, con las mierdas del Estado que se cuelan por las grietas de nuestro subconsciente.


10


TESTIGOcartel

TESTIGO

Dirección: Thomas Kruithof.

Intérpretes: François Cluzet, Alba Rohrwacher, Simon Abkarian.

Género: thriller. Francia, 2016.

Duración: 88 minutos

 

 


 

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.