De lo inalterable y lo mutable
No es ni mucho menos la primera vez que una mirada hacia la vida en el caserío vasco sirve para relatar las tensiones entre la idea de tradición y la de modernidad. En su prólogo, Handia aporta a esa formulación unas pinceladas históricas demasiado vagas cuando sitúa la acción durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840). Será, por el contrario, en el planteamiento posterior donde residirán la novedad y el punto fuerte de la historia: el filme relata las vivencias de dos hermanos que representan los polos de la contraposición entre lo antiguo y lo nuevo. Por un lado tenemos a Miguel, el hermano que se siente a gusto dentro del mundo que ha visto desde siempre y no ve ningún sentido en traspasar las fronteras de las montañas que le vieron nacer; y por otro a Martín, el hermano que aspira a conocer mundo y expandir sus horizontes vitales. Cada polo ofrece, sin embargo, una imperfección que condicionará cualquiera de las opciones. Miguel quiere quedarse como está, pero no deja de crecer y crecer de manera desmesurada, una circunstancia que le obligará a viajar como monstruo de feria. Y Martín quiere progresar, pero tiene un brazo completamente inútil a consecuencia de una herida de guerra.
En su reflexión sobre las realidades que son inalterables y las que son mutables, sobre las ventajas e inconvenientes que se derivan de unas y otras, Jon Garaño y Aitor Arregi han recreado libremente la figura de Miguel Joaquín Eleicegui, el llamado Gigante de Altzo, vecino de la comarca guipuzcoana de Tolosaldea que estaba enfermo de acromegalia y de quien se dijo que fue el hombre más alto de Europa (2,42 metros) en el siglo XIX. En este nuevo trabajo de la productora Moriarti, la misma que nos trajo Loreak hace tres años, estamos, pues, ante contenidos que permiten adentrarnos tanto en la leyenda como en la historia, bien para separar los límites entre ambas, bien para difuminarlos. Y es precisamente en ese juego de modular ambas posibilidades donde Handia termina por quedarse unos cuantos pasos atrás, quizás por circunspección y rigidez, respecto al sentido sensorial que despliegan sus imágenes. Con la precisión en los encuadres y la elegancia de sus formas se consigue trasmitir a los espectadores el misterio y la magia (hay secuencias hermosas de veras, como la de la nieve) que arropan los puntos álgidos de la historia, mientras que el discurrir narrativo no acaba de convencer del todo.
HANDIA
Dirección: Jon Garaño, Aitor Arregi, .
Intérpretes: Eneko Sagardoy, Joseba Usabiaga, Ramon Agirre, Aia Kruse.
Género: drama. España, 2017.
Duración: 114 minutos.