Creative Control
Prótesis para la felicidad Un desarrollador de software elabora unas gafas que permiten al usuario configurar la realidad a su antojo. ¿Nos suena? Aunque Black Mirror parece haber capitalizado estos […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Prótesis para la felicidad Un desarrollador de software elabora unas gafas que permiten al usuario configurar la realidad a su antojo. ¿Nos suena? Aunque Black Mirror parece haber capitalizado estos […]
Un desarrollador de software elabora unas gafas que permiten al usuario configurar la realidad a su antojo. ¿Nos suena? Aunque Black Mirror parece haber capitalizado estos años por completo el género de las distopías cotidianas –redes sociales, aplicaciones siniestras…–, con comparaciones inevitables y acusaciones de imitación instantáneas para cualquiera que ose aproximarse argumentalmente, Creative Control sortea con gracia los senderos donde la serie de Charlie Brooker ya ha marcado territorio. Así, si bien en un primer momento la premisa hace difícil no acordarse de aquel capítulo donde, a través de un implante electrónico, las personas grababan, revisaban y editaban sus vivencias, la película de Benjamin Dickinson acaba colocándose en una órbita más cercana, por ejemplo, a esas reflexiones de Woody Allen sobre los placebos (en el caso de sus películas, el esoterismo, el amor idealizado o la negación de la vejez) para tapar las miserias y creerse plenamente feliz.
La imagen recurrente de unas pastillas cayendo en abundancia de un frasco deja poco lugar a dudas acerca de cuáles son las intenciones del director en esta antipática, amarga pero divertida sátira de la cultura de la realización personal. En blanco y negro, Dickinson enfrenta al espectador a un mundo que en nada se parece a los escenarios futuristas de los clásicos de ciencia-ficción y en mucho a la rutina del presente. La monotonía monocromática se romperá cuando el protagonista (también interpretado por el director y coautor del guion), un gris ejecutivo de una empresa dedicada a la tecnología, pruebe las gafas de realidad aumentada y descubra, además del color, que puede efectuar sus fantasías sin los riesgos que entrañaría armarse de valor e intentar llevarlas a cabo de verdad. Así, comenzará a tener sexo con un avatar de la novia de su mejor amigo… a pesar de que esa mujer ha dado señales de sentir interés por él en la vida real y ese mejor amigo es, desde luego, un cretino que no merece lealtad ninguna.
Aunque Creative Control no va más allá en la crítica de la superficialidad moderna y Dickinson, como su alter ego en pantalla, se conforma con poco pese a las posibilidades que tiene entre manos, los personajes y sus relaciones están suficientemente bien trazados para que el enredo no pierda chispa. El jocoso patetismo desde el que narra sus infructuosos esfuerzos sentimentales, unido a la mala uva con que acaba yuxtaponiendo la propaganda filorreligiosa de la alta tecnología (estilo Steve Jobs) y la filosofía new age de baratillo (el yoga en su vertiente mística, el rechazo al estilo de vida urbano en nombre de una especie de pureza espiritual) sube el tono irónico de la película en sus últimos minutos. Un epílogo que redondea un trabajo meritorio donde el artificio, que lo hay en grandes cantidades, nunca emborrona el comentario.
CREATIVE CONTROL
Dirección: Benjamin Dickinson.
Guion: Micah Bloomberg y Benjamin Dickinson.
Intérpretes: Benjamin Dickinson, Nora Zehetner, Dan Gill, Meredith Hagner, Gavin McInnes, Jay Eisenberg.
Género: ciencia-ficción. Estados Unidos, 2015.
Duración: 97 minutos.