Contar un edificio


No asistimos por primera vez en una sala cinematográfica a la construcción de una película como si fuera una casa, con el protagonismo compartido de la arquitectura, los interiores y la vida cotidiana de los moradores. Hotel Cambridge ofrece, eso sí, una novedad. Lo hace mientras responde, ante la especificidad de su propósito, a un interrogante creativo. ¿Cómo puede contarse un edificio habitado por gente sin tierra y gente sin techo? Junto a la directora Eliane Caffé, los constructores de la respuesta son el movimiento social FLM (Frente de Luta por Moradia) y un grupo de estudiantes de arquitectura pertenecientes a la Escola de Cidade. El largometraje acoge en sus secuencias a refugiados y desheredados nacionales que comparten un inmueble ocupado en el centro de São Paulo y la materia del relato es la convivencia bajo la amenaza de un desalojo cada vez más inminente. Se nos invita a visitar más de diez pisos donde encontraremos unos vecinos que superan día a día las desconfianzas y los prejuicios creando lazos de hermanamiento en la solidaridad y la acción común.

Históricamente, los impulsos militantes han encontrado muchísimas complicaciones a la hora de integrar el cine dentro de la práctica revolucionaria o contestataria. Buena prueba de ello ha sido siempre la dificultad de llevar a la pantalla, de manera documental o reconstruida, el caudal de contenido y matices que puede generar una discusión política entre varias personas. Por no mencionar la rigidez dogmática que solían imponer ciertos grupos políticos, aunque de los setenta en adelante ésta empezó a superarse (la obra de Chris Marker o Milestones de Robert Kramer y John Douglas). Con vistas sin duda a que se expanda adecuadamente su mensaje de respuesta a la injusticia, la directora de Hotel Cambridge ha decidido trenzar el documento con la recreación. Lo ha hecho trabajando con actores no profesionales (un palestino, un congoleño, un colombiano, varios brasileños…), quienes protagonizan una película de ficción que incorpora sus vivencias personales. Es decir, las personas se interpretan a sí mismas. Para apuntalar el proyecto, Caffé ha contado además con algún profesional (José Dumont, Suely Franco) y se ha servido de un minucioso atrezo creado por los estudiantes de arquitectura, un trabajo consistente en acondicionar unos espacios que después del rodaje pudieran utilizar los residentes.

Este experimento procura activar un cine de intervención veraz, acorde con nuestros tiempos y las sensibilidades del movimiento antiglobalización. Y se agradece mucho ver esfuerzos colectivos alternativos, proyectos que lleven a las pantallas esas realidades que, a día de hoy, deberían agitar las conciencias a nivel planetario. Otra cosa sería decir que la conjunción de sus componentes tenga un balance cinematográficamente positivo. Porque los diálogos y las asambleas de teatrillo (estas últimas en torno a Carmen da Silva Ferreira, la líder del FLM que ejerce casi de madre para los vecinos) quedan muy por debajo, en cuanto a fuerza expresiva, de las (pocas) filmaciones documentales en las que vemos el infierno minero donde los africanos extraen coltán, el desamparo que asola un campamento de refugiados palestinos, una ocupación o los enfrentamientos posteriores a un desalojo. Tal vez, incorporar el costumbrismo como herramienta política requería otra energía, otra maña.



 

HOTEL CAMBRIDGE

Dirección: Eliane Caffé.

Intérpretes: Carmen Silva, José Dumont Isam Ahmad Issa, Suely Franco.

Género: drama, documental, cine de intervención. Brasil, 2016.

Duración: 93 minutos.

 


 

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