Reparar a los vivos (Réparer les vivants)
A corazón abierto En uno de los momentos de Reparar a los vivos, tercer largometraje de la directora francesa Katell Quillévéré, se puede ver en una televisión un breve fragmento de […]
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A corazón abierto En uno de los momentos de Reparar a los vivos, tercer largometraje de la directora francesa Katell Quillévéré, se puede ver en una televisión un breve fragmento de […]
En uno de los momentos de Reparar a los vivos, tercer largometraje de la directora francesa Katell Quillévéré, se puede ver en una televisión un breve fragmento de E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982). La cita es tan fugaz que podría parecer algo anecdótico o caprichoso, pero encierra tras de sí una serie de implicaciones que, más allá del aspecto narrativo, permiten trazar algunas líneas para acercarse a la producción francesa.
Evidentemente, lo primero que hay que señalar -aunque pudiera parecer una obviedad-, tiene que ver con la posición que ocupa la cinta de Spielberg dentro de la de Quillévéré: ya no queda nada de la fantasía ni de la ciencia ficción de E.T. en el drama cruzado de Reparar a los vivos. La historia de la película francesa, basada en la novela homónima (y súper-ventas) de Maylis Kerangal, publicada en 2014, también tiene el corazón por centro, pero lo tiene en sentido literal y figurado. Después de un accidente, un joven sufre una muerte cerebral y, frente a su estado irreversible, se presenta la posibilidad de trasplantar sus órganos para salvar otras vidas. Sus padres, en pleno duelo, son los responsables de tomar tan complicada decisión. Y, mientras tanto, una madre (la estupenda Anne Dorval) necesita de un corazón nuevo para vivir. El trágico accidente se convierte en el punto de convergencia. Sin embargo, todo el potencial de la historia, muy propenso a desembocar en un melodrama lacrimógeno o manipulador (al estilo de Siete Almas de Gabriele Muccino, 2008), queda contenido por la directora con la misma precisión quirúrgica con la que operan los doctores y enfermeros de su película. De la ciencia ficción de E.T. sólo queda aquí espacio para la ciencia médica, con todo su procedimiento y su jerga.
En relación a estos médicos, responsables de realizar los trasplantes de órganos y de comunicar a las familias de los afectados las posibilidades de donar los órganos, Maylis Kerangal hablaba de un “heroísmo discreto”. Ellos son, tal vez, los protagonistas silenciosos de Reparar a los vivos. Quizás por eso, podría llegar a parecer que la película de Quillévéré, lejos del melodrama, pasa de puntillas por encima de muchos de los dilemas éticos y morales derivados de la toma de este tipo de decisiones: porque después de todo, el centro de la película, además del corazón, es ese heroísmo discreto y anónimo al que aludía Kerangal.
Sobre la forma emerge de nuevo otra cuestión, esta vez más sutil, relacionada con la conexión entre E.T. y Reparar a los vivos, que tiene que ver con la carga emocional y la gestión del drama. Quillévéré, al igual que Spielberg, construye un relato emotivo y conmovedor, pero lo hace rehusando cualquier situación morbosa. Contra toda tentación sentimentaloide, Reparar a los vivos habla de la esperanza, de la superación, pero lo hace poniendo el foco sobre la medicina y la ciencia, mostrando sin ningún pudor el quirófano, y apartando la mirada de todo contenido tendencioso.
REPARAR A LOS VIVOS
Dirección: Katell Quillévéré.
Reparto: Emmanuelle Seigner, Tahar Rahim, Anne Dorval, Alice Taglioni, Monia Chokri,Bouli Lanners, Finnegan Oldfield, Dominique Blanc, Alice de Lencquesaing,Karim Leklou, Kool Shen, Camille Tillier, Andranic Manet.
Género: Drama. Francia, 2017.
Duración: 103 minutos.