El pisito y las rodillas


Basada en la novela Heroic measures, de Jill Ciment, la película muestra la pequeña gran odisea de quienes, habiendo dejado atrás hace ya una década la edad de la jubilación, han de seguir haciendo frente a la inexorabilidad del paso del tiempo, y se disponen a cerrar para siempre la etapa más importante de sus vidas para adentrarse en esa siempre inquietante fase final.

Ruth y Alex Carver son una pareja que habita la última planta del apartamento de Brooklyn en el que han transcurrido los últimos cuarenta años de sus vidas: un quinto piso sin ascensor que compraron recién casados por poco dinero cuando aquel distrito de Nueva York “aún no había sido colonizado ni por hipsters ni por pijos”, en palabras del protagonista. Debido al proceso de gentrification que muchos barrios otrora decadentes de las grandes ciudades están experimentando en los últimos años, su agente inmobiliaria les asegura que aquel pisito vale ahora por lo menos un millón de dólares; de modo que la pareja protagonista, que prevé que en poco tiempo ya no estará en condiciones físicas de subir las escaleras (sus corazones son jóvenes pero sus rodillas no) hasta su nidito de amor sin hijos pero con perrita, decide con amargura ponerlo en el mercado y comprar con el dinero de la venta un apartamento con ascensor, y a ser posible en el centro de Manhattan.

La historia, que señala en clave de comedia la locura del mercado inmobiliario neoyorquino (pero que valdría igualmente para el de Madrid o el de Londres) y la fauna de personajes estrambóticos que lo pueblan, se entrelaza con otras dos historias secundarias que sólo tienen la función de salpimentar la principal con un poco de tensión y otro poco de melodramatismo low cost: la búsqueda por la policía de un terrorista islamista que ha abandonado en el puente de Brooklyn un camión quizá lleno de explosivos, por un lado, y la enfermedad repentina de la mascota de la pareja por otro, que mantiene a todos en vilo durante una hora y media con sus resonancias magnéticas perrunas, sus operaciones quirúrgicas a vida o muerte y sus posibilidades (altas) de acabar convertido en un cuadrúpedo minusválido.

La película está interpretada con corrección y con bastante gracia por Diane Keaton, Morgan Freeman y Cynthia Nixon, y en el fondo acaba incluso por hacerse simpática la azarosa peripecia de sus personajes a pesar de los flecos y de las incongruencias que se advierten en todo momento en la historia de los protagonistas (maestra de escuela ella, pintor que no ha vendido un cuadro en su vida él), y a pesar de las evocaciones almibaradas que el matrimonio hace aquí y allá de sus años de juventud cuando eran jóvenes y bellos, pobres pero felices, con diálogos que caen directamente en la cursilería más sonrojante. En uno de los muchos flashbacks que el espectador sabe que inevitablemente vienen en cuanto Ruth o Alex miran embobados al infinito y recuerdan sus años mozos, ella le dice a él: “Siento haberte defraudado por no poder tener hijos, Alex, de verdad, sé que te he fallado”, a lo que él responde: “Oh, no digas eso, Ruth, tus clases están llenas de niños, ellos son tus hijos”; “¡Oh, Alex, no es lo mismo!…”, replica ella mirando implorante con su pupila azul la negra pupila de él.

Pero como la película, a pesar de sus defectos, no tiene por fortuna otros peores como la pretenciosidad o la altisonancia con ínfulas de profundidad que sí aquejan en cambio a otras muchas historias; y como los personajes de Ruth y de Alex en el fondo caen bien por esa lucidez llena de sentido del humor con la que aguardan su inminente decadencia, y por el amor que se profesan, uno desea, al término de la cinta, que les vaya lo mejor posible en los años que les quedan.

Lástima que lo mejor del filme venga al final, cuando muchos espectadores ya se han puesto en pie y empiezan a abandonar la sala en cuanto asoman los consabidos títulos de crédito: en lugar del fondo negro, aparecen éstos sobre un soberbio plano secuencia que recorre, a vista de pájaro, la superficie de Brooklyn, a continuación Queens, y finalmente Manhattan tras rozar el Bronx, sobrevolando los tejados de los innumerables edificios que albergan los millones de historias diarias de la ciudad de Nueva York.


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Dirección: Richard Loncraine

Intérpretes: Diane Keaton, Morgan Freeman, Cynthia Nixon, Claire van der Boom

Género: drama. Estados Unidos, 2014

Duración: 92 minutos


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