Bella durmiente en el espacio


Al igual que el personaje de Buster Keaton en El navegante (1924), tenemos a un pasajero (Chris Pratt) que viaja dentro de una imponente nave y tiene por única compañía a la mujer que ama (Jennifer Lawrence), mientras explora cada rincón del lugar, adecua las rutinas a la situación de aislamiento y resuelve los problemas que van surgiendo durante la travesía. En Passengers, sin embargo, hay dos diferencias: el protagonista surca el espacio a bordo de un megacrucero totalmente automatizado y la compañera sigue en estado de hibernación. La película que escribe Jon Spaihts (La hora más oscura, Prometheus) y dirige Mortem Tyldum (Headhunters, The Imitation Game) quiere presentarse ante el espectador como una de las que portan la llama que un día alimentaron las plumas de Rod Serling, Ray Bradbury o Richard Matheson. Y además pone como combustible en el argumento un problema ético muy particular con el que distinguirse respecto a otras propuestas espaciales. El anzuelo está bien echado pero las autenticas intenciones son las que son. Todo resulta comodín al servicio de un relato romántico como mandan los cánones oficiales, y lo peor es que las ideas se sustentan, en realidad, sobre un machismo espeluznante que emparenta la historia, sin la violencia carnal pero sí la restante, con los planteamientos vomitivos que animaban los despertares de la doncella en Hable con ella.


Passengers


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PASSENGERS

Dirección: Mortem Tyldum

Interpretes: Jennifer Lawrence, Chris Pratt

Género: ciencia-ficción, romántico. Estados Unidos, 2016

Duración: 116 minutos

 


 

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