El fútbol también es guerra


1981 define la trayectoria que tomaría la filmografía de Sylvester Stallone, tanto por plasmar los caminos que transitaría como los que no. Con Halcones de la noche, el actor confirmaba su asunción de que no sería una estrella por sus dotes interpretativas; ni público ni productoras estarían dispuestos a aceptarlo en el circuito del cine de clase alta. Con Evasión o victoria se demostraba esta teoría, pues sería el último proyecto que se podría denominar “serio” en el que participó en esta primera etapa. 1981 fue un año en el que Stallone profundizó en la vía que le quedaba para alcanzar la gloria, a la vez que daba muerte al tipo de cine socialmente mejor valorado.

Evasión o victoria era un proyecto de gama alta. Con un presupuesto importante detrás y distribuida por Paramount Pictures, la cinta fue dirigida por uno de los directores más importantes de Hollywood e interpretada por un grupo de estrellas. John Huston, realizador exitoso de la época clásica que supo reconvertirse con mismos resultados al Nuevo Hollywood –desde El halcón maltés (1941) hasta Fat City, ciudad dorada (1972)–, fue el responsable de comandar un proyecto en el que lucían las caras de actores como Sylvester Stallone, Michael Caine o Max von Sydow, que eran acompañados por una serie de estrellas del fútbol como Pelé, Bobby Moore u Osvaldo Ardiles.

Se trataba, pues, de un proyecto de eminente cariz comercial, pero de esos que se realizan con una factura técnica impecable y con una puesta en escena canónica. La mano de Huston es visible en el buen gusto para escoger encuadres y por el adecuado manejo de un tono que está muy bien definido entre la comedia y el drama. La historia narra la vida en un campo de prisioneros del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial. Un oficial nazi, interpretado por von Sydow, rememora su pasado futbolístico y propone un partido entre una selección internacional de reclusos y la selección alemana. Michael Caine, también apresado, es el seleccionador de este conjunto, que debe encontrar algo de gloria entre tanto fracaso bélico.

La idea no pide demasiada densidad dramática, y eso que se inspira en una historia real. En ella, los jugadores del conjunto ucraniano Dynamo de Kiev fueron retados a jugar una serie de partidos contra equipos alemanes, bajo la amenaza de ser ejecutados si vencían. Además, la película arranca con un prólogo de intento frustrado de fuga de este campo de prisioneros, que acaba con derramamiento de sangre. El film se asegura de confirmar a su audiencia que lo que va a ver no tiene nada de frívolo, pero, por el desarrollo de la trama, queda claro que, ante todo, a lo que ha venido es a divertirse. No se esconde el contexto en el que transcurre el relato, pero tampoco se enfatiza, por lo que funciona como un mero pretexto para darle fuerza a la propuesta del partido de fútbol, a la vez que se cuestiona la guerra como método para solventar diferencias y se traza la analogía del campo de fútbol como campo de batalla.

En el plano de los subtextos, todo queda bastante claro desde el primer momento. Buenos muy buenos frente a malos bastante malos –no se hace excesiva sangre a este respecto– en un contexto de pérdida de la esperanza y de deshonra patriótica. Una vergüenza que, hasta antes del partido y durante la preparación del mismo, se canaliza a través de una serie de intentos de fuga de diferentes reclusos. Ante la frustración de la situación, no queda otra que probar suerte, por pocas posibilidades de éxito que tenga el plan. En este apartado del guion destaca la función de los organizadores de las mismas. En esta sociedad jerarquizada que es la que engloba al total de los reclusos, este pequeño grupo ocupa la clase alta. Sobre ellos se viene a insinuar que están más pendientes de la tajada que puedan sacarle a sus compañeros de situación que de conseguir que, en efecto, se fuguen.

Pero esta idea es demasiado controvertida para una cinta puramente lúdica, por lo que se rechaza una mayor profundidad, como en el resto de aspectos espinosos o dramáticos del relato. Probablemente este sea el mayor problema de la trama de las fugas. Si bien encuentra en La gran evasión (1963) un referente claro, carece de toda profundidad, por lo que funciona más como desencadenante de asuntos que suceden en la trama del partido, o como simple relleno necesario para alcanzar las dos horas de metraje, duración canónica para toda película de estudio que aspire a ser respetada.

Evasión o victoria tiende puentes con otra de las películas de Sly, F.I.S.T. (Símbolo de fuerza) (1978), y a ambas las une la vertiente más negativa de sendas producciones. En estos dos casos, se trata de películas demasiado controladas por la producción como para tener personalidad. Si en aquella se hablaba de un popurrí de asuntos sin que se profundizara excesivamente en ninguno de ellos, en esta no se profundiza ni siquiera a pesar de tener pocos asuntos que tratar. El film, por tanto, pierde mucha fuerza al no atreverse a apostar de lleno por la trama del partido y por las diferentes personalidades que conforman este peculiar equipo, entre los que destaca un Stallone que aspira a ser el protagonista pero que no termina de cuajar por estar algo desubicado. Como ya es habitual en sus películas, existe una subtrama amorosa que trata de darle carga dramática al personaje, pero llama la atención lo metida con calzador que está. Compuesta por apenas 3 escenas, es el punto más flojo de toda la trama de la fuga, que además ni siquiera consigue aportarle ese ansiado peso dramático a un personaje que ha nacido para otros asuntos: combatir contra la pelota cual cancerbero karateka.

Cuando mejor funciona esta película es cuando se centra en la trama futbolística. Y aquí tiene mucho que decir Stallone. El actor recupera –o le escriben el guion ya pensando en este rol– el personaje charlatán, cansino y listillo de La cocina del infierno (1978). Su verborrea y su cara dura funcionan en su vertiente cómica, pues el actor consigue no sobrepasar la línea del agotamiento, ese momento en el que el humor se convierte en aburrimiento. Su personaje, el canadiense Robert Hatch, cae bien por esa pillería honrada que se gana la empatía del público, a pesar de que no termina de encontrar su sitio en la trama. A Hatch se lo ve algo perdido en la historia, quizás por ser tan importante en ambas tramas. En la de la fuga se muestra muy serio y desafiante, mientras que en la del partido de fútbol desata su arsenal de comicidad involuntaria. Stallone es rematadamente malo jugando al fútbol, y de ahí nacen todos sus momentos cómicos: salir corriendo en dirección contraria a la del balón, no saber cómo blocar la pelota o decidir que la mejor manera de parar un contragolpe es placando al rival –sí, se hace el típico chiste de las diferencias entre el fútbol europeo y el americano–.

Sin embargo, los mejores momentos de Stallone en la cinta son los correspondientes al partido en sí. Como jugador de campo ya se había demostrado que era nefasto, pero bajo los palos se había mostrado solvente, por lo que es convocado para disputar el encuentro en la posición de portero. No obstante, toda evolución dramática de combates deportivos requiere un inicio titubeante del héroe, que es machacado por el contrincante hasta que poco a poco va resurgiendo de sus cenizas. En este caso, Sly comienza muy flojo en el partido, absolutamente desubicado y siendo responsable directo de los muchos goles que encaja su equipo. Pero, con el paso del tiempo y tras el descanso, en el que un giro de guion alza el espíritu de este equipo, el personaje de Stallone sale por todo lo alto, motivadísimo y con ganas de demostrar lo bueno que es. En ese momento, llega una transición de imágenes en las que se muestra una serie de situaciones en las que el portero debe salvar a su equipo de encajar sucesivos goles. Y qué mejor manera de hacerlo que mostrar a Sly despejando cual karateka: pegándole un puñetazo a la pelota, tirándose al suelo con los pies por delante para despejar el balón –probablemente el último recurso que usaría un portero estando en su propia área, donde se beneficia de ser el único jugador que puede coger el balón con las manos– o lanzándose a por el esférico como un héroe de guerra que quiere tapar con su cuerpo una granada. Stallone es más Stallone que nunca en esta transición, la única que se atreve a sacarle verdadero partido a uno de sus valores.

Evasión o victoria termina por todo lo alto, con una explosión de júbilo de la que se empapa el público asistente al recinto deportivo, y probablemente el que se encuentra ante la pantalla observando el espectáculo. La obra de John Huston es un producto eminentemente lúdico, que le saca buen partido a la tensión inherente al arte futbolístico. En ella se conjuga el drama bélico con la emoción deportiva, pero lo que más destaca es esa sensación de producto prediseñado, carente de vida propia. La película es solvente, más en la forma que en el fondo, pero pocas pegas se le pueden poner. Sin embargo, es una producción que carece de elementos destacables, aparte de la presencia de futbolistas en una cinta de ficción. Se trata, pues, de otra producción en la que Stallone está por encima, si bien tanto él como la película quedan por debajo de F.I.S.T. en su resultado final. Lo más interesante de este film es que sirve para certificar la defunción de Stallone como héroe dramático de producciones canónicas. A partir de aquí, los combates cuerpo a cuerpo, las balas, las explosiones y las miradas de hierro comandarán su discurso interpretativo. Un viaje al cine más lúdico, que encuentra en la tercera parte de Rocky su primera parada…


evasion o victoria critica


Sylvester Stallone, Michael Caine, Max von Sydow, Daniel Massey, Carole Laure, Michael Cochrane, Arthur Brauss, Pelé, Osvaldo Ardiles, Bobby MooreEVASIÓN O VICTORIA (Victory) 

Dirección: John Huston

Guion: Evan Jones, Yabo Yablonsky, Jeff Maguire, Djordje Milicevic

Intérpretes: Sylvester Stallone, Michael Caine, Max von Sydow, Daniel Massey, Carole Laure, Michael Cochrane, Arthur Brauss, Pelé, Osvaldo Ardiles, Bobby Moore

Género: Drama bélico. Estados Unidos, 1981

Duración: 116 minutos


Fotografías: IMDb


 

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