Pureza contra sencillez

Santiago Alonso 


Cuando se aplican las maneras chejovianas a la construcción de una narración literaria, la respiración pide casi con obligatoriedad las distancias cortas. Es lo que puede aguantar sin entrecortarse o estirar su fuerza más de la cuenta. Las pequeñas anécdotas y las sensaciones que propician lo que después resultará una historia, los relatos donde no pasa nada pero en realidad está pasando todo, encuentran su espacio natural y su pegada en un cuento o, a lo sumo, una novela corta. Y escribir así resulta extremadamente difícil. Aparte del autor ruso, lo comprobamos leyendo, por ejemplo, a Katherine Mansfield. Algo similar sucede con la narración cinematográfica. Un corto o un mediometraje son terrenos en los cuales fertiliza mejor cualquier bosque que parta de una sola semilla. A veces, eso sí, existiendo la voluntad de expandir la ficción, se pueden reunir episodios bajo un mismo marco. Sin salirnos de Chejov, sería este el caso del puñado de escenas agrupadas en Winter Sleep por Nuri Bilge Ceylan.

Es natural que estas reflexiones vengan a la mente a propósito de Sparrows, segundo largo dirigido por el islandés Rúnar Rúnarsson y con el que se hace inevitable pensar si la praxis del director a la hora de contar su nada distintiva historia de adiós a la pureza-barra-camino hacia edad adulta, ha consistido en inflar lo que valdría para un relato corto y que aquí termina ajustándose solo a las cuatro o cinco últimas escenas que vemos antes de que se corra el telón. El filme da comienzo con la imagen del protagonista cantando, vestido de blanco, en el coro de una iglesia blanca; y más tarde volvemos a otra imagen pareja, con la idea ya modificada, donde muestra al chico que canta solo, dentro de un tanque costroso y oxidado, a fin de contar así el cambio vital que se ha producido en su vida una vez que se ha mudado a vivir con su padre a un pueblo decadente del norte de Islandia, un lugar repleto de borrachos y con una luz de intensidad neblinosa, tirando a sucia, durante la gran parte de la jornada. Y hasta llegar al episodio que constituye el desenlace, donde se describe un hecho impactante, de aquellos que impulsan a las personas a la toma de decisiones, la película no hace aflorar más sustancia por el camino. La ristra de atmósferas, las observaciones del ambiente y el distanciamiento protagoniza por los personajes ocupan los 99 minutos, si bien, en realidad, apenas nada está pasando. Poquísimo lugar al elogio de la sencillez da Sparrows. O al elogio de cualquier otra clase.


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SPARROWS

Dirección: Rúnar Rúnarsson.

Intérpretes: Atli Oskar Fjalarsson, Ingvar Eggert Sigurosson, Kristbjorg Kjeld.

Género: drama. Islandia, 2015.

Duración: 99 minutos.

 


 

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