Entrevista con Philippe Faucon, director de ‘Fatima’
«El racismo es algo mucho más destructivo cuando es difuso» La poesía escrita en cuadernos por Fatima Elayoubi, una emigrante marroquí que llegó a Francia en 1985 y sacó a […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
«El racismo es algo mucho más destructivo cuando es difuso» La poesía escrita en cuadernos por Fatima Elayoubi, una emigrante marroquí que llegó a Francia en 1985 y sacó a […]
La poesía escrita en cuadernos por Fatima Elayoubi, una emigrante marroquí que llegó a Francia en 1985 y sacó a sus dos hijas adelante dedicándose a limpiar y sin saber casi nada del idioma, fue un éxito editorial cuando se publicó reunida en el poemario Rezar a la luna (2006). A veces bajo hondo desaliento, en los versos vertía los sentimientos de una lucha por la subsistencia desde las zonas más desfavorecidas de la sociedad gala y también los anhelos por la dignidad del futuro para las hijas. Ahora el libro y la historia de esta mujer le han servido al realizador Philippe Faucon (Oujda, Marruecos, 1958) para preparar su octavo largometraje. Se titula Fatima y es un triunfo, ejemplo de cine sencillo y hermoso sobre hazañas humanas que acontecen cada día a nuestro lado sin que nos demos cuenta y que sintetizan frases como “siete años son muchas horas de limpieza”, dicha cuando la mayor quiere matricularse en Medicina y la madre lo asume.
Durante un fugacísimo encuentro en Madrid compartido con otro medio, el director nos explicó que su trabajo participa de un cambio respecto a un retraso evidente. “Los personajes de inmigrantes o de hijos de inmigrantes han estado ausentes en las pantallas francesas, mientras que su presencia en la sociedad francesa era muy real”, sostuvo. “De repente, la sociedad se ha dado cuenta de que está formada por gente que hasta entonces no había sido representada en el cine o muy poco. Ahora estas personas han aparecido en las pantallas”. Y señaló lo positivo y diferente que entraña la buena acogida de Fatima: “El público directamente implicado ha ido a ver esta película más que mis proyectos anteriores. Ha llegado también a salas donde mi cine no lo había hecho, lo que es muy importante. Es interesante que personas que no frecuentan los mismos lugares se encuentren e intercambien impresiones después de la película. Eso quiere decir en cierta manera que hay un mestizaje que ya funciona en lugares donde antes no se daba”.
Se quedaron en el tintero demasiados aspectos sobre los cuales al colaborador de la Revista Insertos le habría gustado ahondar (la consistencia o no del tan nominado modelo francés por la integración, una concepción de cine social lejana al estilo común que impera ahora, etc.), pero el diálogo se interrumpió antes de tiempo porque al director le esperaba una entrevista en una radio y debía marcharse. Aquí le dejamos al lector nuestra conversación.
Tengo entendido que el tema de la invisibilidad, tal y como la refleja el film, que sufre parte de la población francesa le toca personalmente porque es algo que vivió su familia.
Sí, el libro de Fatima Elayoubi me llevó un poco a mi historia familiar, porque mis abuelos, que habían ido a Francia para trabajar, no hablaban francés. Mi madre tampoco, lo aprendió después. Eran personas que se encontraron la misma situación de invisibilidad, dentro de la misma sociedad que Fatima y sus hijas. Yo era niño y vivía con mis padres situaciones extrañas para entendernos. Se daban malentendidos como en la película. Es algo muy común que les sucede a los niños franceses con padres procedentes de otros lugares.
La primera cosa que llama poderosamente la atención es que la mirada se posa en exclusiva sobre el universo femenino. Apenas aparecen los hombres.
La película retoma las situaciones de los personajes que reales que la inspiran. Son tres personajes femeninos inmersos en una situación de precariedad social y aislamiento. Podrán establecer fuerzas o desacuerdos, pero les unirá siempre el hecho de compartir una misma situación de aislamiento. Y les vinculan cosas muy específicas de las mujeres, ya que han sido precisamente las mujeres quienes se han visto más apartadas.
Intenta usted caracterizar a tres mujeres según tres grados distintos de integración. Distintos, incluso, no solo entre madre e hijas, sino entre hija mayor e hija pequeña, y eso que se llevan las dos muy pocos años.
Son tres personajes que no poseen los mismos medios. La madre no tuvo la posibilidad de ir al colegio, y si lo hubiera hecho igual habría podido llegar a ser ministra. La hija mayor es alguien que ha podido beneficiarse de cosas que ha acogido con los brazos abiertos porque es el único modo de ascender socialmente. Y la más joven es una adolescente que vive un momento de rechazo hacia todo, hacia la familia, la escuela, la autoridad. Cada personaje se enfrenta a la sociedad con los medios de los que dispone.
Para armar la problemática social, usted establece dos aspectos básicos que simplemente aplica mediante dos o tres pinceladas magníficas. Uno es el racismo, nada más empezar, con la casera del apartamento que las estudiantes quieren alquilar. La mujer pone una excusa cuando ve que la madre de una es magrebí. Y después con el encuentro de Fatima y otra madre en el supermercado, que apenas saluda y finge tener prisa.
Sí, dichos aspectos están presentes en la película, pero de manera muy difusa, no muy directa. El racismo es algo mucho más destructivo cuando es tan difuso. Si viene directo se le puede contestar y sabemos cuál es la batalla aunque sea violenta. En las dos situaciones que se ven en la película no sabemos bien, por ejemplo, si la casera realmente se ha dejado de verdad las llaves. En el segundo caso lo pensamos, pero quizá es que tiene realmente prisa. El racismo que aparece de una manera difusa es mucho más perturbador. Puede llevar a conductas más paranoicas. Soria Zerual [la actriz no profesional que encarna a Fatima] es muy rígida en su vida real porque está sometida a esas miradas de la gente. Que si el velo, que si lo otro, etcétera.
Y el otro aspecto que introduce usted es el rechazo por parte de la comunidad árabe hacia los deseos de las hijas por integrarse. Las vecinas acusan a Fatima de estar educando mal a sus hijas.
Hay doble estigmatización porque también funciona a la inversa. En el barrio donde vive Fatima se juzga a la que no lleva el velo, a la que no viste como se exige o hace cosas diferentes.
Fotografías: María Sofía Mur
Agradecimientos a Philippe Faucon y Surtsey Films ent.sa