Mala sangre (Mauvais sang)
De nuevo (¿o de veras?), los ochenta Santiago Alonso Muy pocos años después de que hubieran terminado, el oficialismo global estableció el concepto definitivo de «década prodigiosa» aplicado a los […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
De nuevo (¿o de veras?), los ochenta Santiago Alonso Muy pocos años después de que hubieran terminado, el oficialismo global estableció el concepto definitivo de «década prodigiosa» aplicado a los […]
Muy pocos años después de que hubieran terminado, el oficialismo global estableció el concepto definitivo de «década prodigiosa» aplicado a los años ochenta como una época de excepcionalidad feliz, como una referencia emotiva para la evocación y la nostalgia más productiva que anteriores y posteriores. No cabe preguntarse, tal vez, cuánto hay de mito y cuánto de realidad —la cultura puede ser una mezcla de ambos conceptos—, sino más bien si tanta vuelta de vista hacia atrás a esa supuesta Arcadia de libertad y dicha esconde una adulteración o, directamente, un borrado de una parte importante de la esencia de aquellos años. Porque con los noventa llegó el desencanto, pero, ¿de veras no existía ya antes? ¿De veras el futuro se atisbaba claro y encantador, pongamos, en 1986? Obras claves como Mala sangre, el segundo largo de Leos Carax, estrenado ese año, demuestran que no, que los ochenta tenían poco de reconfortante y, pese a las apariencias, los cambios iban ya a peor: sí, en los ochenta también había desmoronamiento como el que se certificó más adelante, y gracias a expresividades cinematográficas tan rotundas como la que desplegaba Carax en su obra, ya se levantaba acta de ello por aquel entonces.
En Mala Sangre cuenta dos historias de amor, una imposible entre Alex (Dennis Lavant) y Anna (Juliette Binoche), y la otra ya acabada entre Alex y Lise (Julie Delpy). Asimismo, relata la historia del robo que planea el grupo de maleantes dirigido por Marc (Michel Picolli) y los problemas de este con una organización rival capitaneada por una estadounidense a quien siempre acompaña un fiero secuaz (el grandísimo fumettista Hugo Pratt). A todo esto se añade la imagen de un París futuro y sus bajos fondos, dentro de un mundo que vive la expansión de un misterioso virus que mata a los que hacen el amor sin amor. Queda claro acerca de lo que se habla, ¿verdad? Son tiempos para el fatalismo, el crimen, la catástrofe. Menuda década tan estupenda.
La cinta es producto del cruce entre el género romántico, la ciencia ficción y el polar. El autor nos invita deliberadamente a que nos zambullamos en corrientes culturales, estéticas y anímicas que ha rastreado dentro del cine de su país (Godard y compañía, claro) y en el cine mudo, pero también en la literatura (¡Rimbaud!) e igualmente en aquel hermano pequeño tanto de las letras como de las pantallas llamado tebeo, por lo menos en su vertiente europea. Pero lo mejor es que, a la vez, Mala sangre muestra una singularidad extrema, resultando un ejemplo de esa maravillosa revelación que contadísimas veces experimenta el espectador dentro de la sala oscura: una experiencia estética que no había vivido con anterioridad y que, casi seguro, no se asemejar a las próximas que tenga ocasión de probar viendo una película.
Tal experiencia se repite treinta años después. No ha perdido su intensidad ni los placeres que proporcionó en el pasado. El reestreno, con una copia restaurada bajo supervisión del propio Carax, supone una gran noticia y una oportunidad para confrontarse (de nuevo o de veras) con los años ochenta, en su esencia y rehuyendo los clichés que ha ido canonizando incluso gente que no ha vivido la dichosa década. Y respecto a lo portentoso de su concepción fílmica, entre los muchísimos disfrutes que depara, muy probablemente uno de los mayores lo constituya la portentosa decisión del realizador de conjugar cine y bande dessinée. La película es todo un triunfo, el resultado de llevar el espíritu viñetístico al lenguaje audiovisual, entre infinidad de planos detalle, primerísimos planos, composiciones que contienen dentro cuadrículas y marcos —elevando al máximo la magnífica intuición que tuvo Mario Bava en Diabolik (1968), la adaptación del tebeo homónimo y también con Picolli en su reparto— y unos movimientos de cámara cuales tiras de historieta que se despliegan de izquierda a derecha, como sucede en el ya celebérrimo trávelin lateral que sigue a Alex, mientras corre preso de convulsiones, al ritmo de Modern Love de Bowie.
MALA SANGRE
Director: Leos Carax.
Intérpretes: Denis Lavant, Juliette Binoche, Julie Delpy, Michel Piccoli.
Género: drama, romance, policiaco, ciencia ficción experimental. Francia, 1986.
Duración: 116 minutos