Gobierno a la cartesiana
Pese a su estética de poco inspirada miniserie, sorprende encontrar en Reina Cristina, la mujer que fue rey un planteamiento subrepticio bastante inusual: escapando –quién sabe si por motivos autorales o de presupuesto– de los tópicos del cine histórico y la obligada épica de batallas y conspiraciones palaciegas, Mika Kaurismäki (sí, hermano de Aki) se decanta por componer una anticlimática y sesuda obra de cámara, donde el primer plano lo ocupan las ideas y la discusión filosófica. Con guion del dramaturgo Michel Marc Bouchard, autor de la obra de teatro original en 2012 o del libreto de lo que después sería Tom à la ferme (Xavier Dolan, 2013), sin duda lo más estimulante de este trabajo es el entramado que logra crear situando el núcleo de la intriga no en las decisiones políticas de la controvertida Cristina de Suecia o en su romance con su condesa, sino en su cabeza.
Dos extraños momentos acreditan la singularidad de la propuesta: uno en el que la reina pone a disposición de Descartes un cadáver para serrarle el cráneo y verle la glándula pineal, fuente de “las pasiones humanas”, y otro en torno a un códice gigante conocido como la Biblia del Diablo, escrito en una noche por un monje condenado a emparedamiento del que se dice que fue ayudado por Satanás, que sirve como inesperado centro de una escena lésbica. Ambas son buenas ideas de escenificación, pero también delatan su máxima debilidad: la preocupante tosquedad en la realización de Kaurismäki, que parece estar contando los segundos para cobrar el cheque e irse, no se corresponde para nada con la energía que late del texto, de tal manera que la diferencia entre lo que la película está contando y el modo profundamente desganado en que se ha materializado casi permite distinguir películas paralelas.
A lo largo de Reina Cristina, la mujer que fue rey, asistimos sobre todo a la negociación entre una mujer enamorada y su intelecto, y las repercusiones que de ella se desprenden (por su posición de poder) hacia un exterior que no importa nada o casi nada, con un frente bélico diluidísimo que nunca se aclara demasiado bien y una retahíla de numerosos secundarios sin aparentemente mayor función que la testimonial. Podría decirse que la dinámica argumental contagia a la propia película, bastante horrenda de puertas hacia afuera pero con cierta enjundia por dentro, y en la que el leitmotiv de Descartes sobre despojarse de todo lo que a uno le rodea como vía hacia la verdad serviría para pedir al espectador una oportunidad a un trabajo cuya puesta en escena, desde el mismo principio (el poco mañoso montaje a base de fundidos a negro resumiendo la infancia de la protagonista), obstaculiza más que invita.


REINA CRISTINA, LA MUJER QUE FUE REY
Director: Mika Kaurismäki
Guion: Michel Marc Bouchard
Intérpretes: Malin Buska, Sarah Gadon, Michael Nyqvist, François Arnaud, Laura Birn, Peter Lohmeyer, Martina Gedeck
Género: drama histórico. Finlandia, 2015
Duración: 106 minutos
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Graduado en Periodismo, estudiante de Comunicación Audiovisual, y, a pequeña escala, director y guionista de cine. Escribí en La Gaceta del Kinántropo. Cantar en un grupo de punk y rodar un cortometraje de kung-fu donde un caballo explotaba pasa por ser, de momento, lo más reseñable de mi vida.