Entrevista a Rudi Rosenberg, director de EL NOVATO


Está ya el espectador global habituado a ver desfilar una serie de estereotipos cerrados a cal y canto en películas o series con niños y adolescentes. La sorpresa que supone El novato, notable comedia que ha dirigido el antes actor Rudi Rosenberg, proviene de la espontaneidad a la hora representar tales modelos. Y más aún: el protagonista Benoit (Réphaël Ghrenassia) no se amolda a uno de ellos, sino que es un chaval absolutamente normal frente al lance del cambio de colegio y las perspectivas antes los horizontes de la madurez, esas disyuntivas respecto a la lealtad, al enamoramiento o a la pertenencia a los grupos. La construcción, todo el equilibrio del relato, la tejen esa figura sin adjetivos y las restantes. El film representa con sencillez y consistencia las distintas relaciones de Benoit con el rarito, el empollón, la discapacitada, la extranjera y el matón de clase. Conversando con la Revista Insertos, Rosenberg lo explica así: Es verdad que son figuras estereotipadas y el reto era introducir autenticidad para que se pudiera captar algo verdadero, sobre todo algo que fuera fiel. No sé si lo he conseguido, pero ese era el objetivo. Colocarse en mitad de la naturalidad es el registro más difícil. Buscaba imitar lo verdadero porque es lo más hermoso. Por eso quería niños que no hubieran hecho cine antes, para captar cosas genuinas. Cosas que no se suelen reflejar. Por ejemplo, la torpeza de una persona y que puede llegar a tener cualquiera. En dicha torpeza es posible encontrar la emoción y también la comedia.

Previos a este largo de debut estuvieron los cortos 13 ans (2008) y Aglaée (2010), siendo en el segundo donde nació el personaje de la chavala con discapacidad física que interpreta de nuevo Géraldine Martineau. Mismo mundo, misma edad de la vida. Y su espacio físico de conflictos correspondiente, el aula donde dentro de un mismo curso se juntan los últimos niños con los primeros adolescentes, según les vaya el trayecto, más o menos adelante, al cruzar la línea de los trece años. Para Rosenberg, la recurrencia a ese punto del pasado no es tanto añoranza, sino una cuestión de honestidad artística. Cuando eres un realizador joven tienes ganas de hablar sobre cosas que conoces. Lo que pasa es que a menudo no tienes conocimiento de demasiadas cosas. Entonces hablas de ti y de aquello que conoces. ¿La primera cosa que se ocurre? La adolescencia. Como no quería hacer una película como la de los demás, traté de hacerla lo más personal posible. Y el noventa por ciento lo forman, efectivamente, anécdotas autobiográficas. Insiste en estas cuestiones: He visto muchas películas sobre la adolescencia porque me encantan, pero ¿son fuentes de inspiración? No creo. Mi fuente ha sido mi adolescencia y la película tenía que parecerse a ella. Aunque eso sí, las relaciones humanas no tenían que reflejar conflictos generacionales concretos, porque uno de los desafíos era hablar de la adolescencia de una manera general, sin mirar al año 2016«.

Continua caracterizando su largometraje, y marca igualmente diferencias cuando sale a colación la fuerte tradición de niños y escuelas que recorre el cine francés, desde la incontestable Los cuatrocientos golpes (1959) hasta La fiesta (1980), o cintas recientes como Stella (2008) y las de Céline Sciamma. Es muy complicado también compararse con esas referencias. Sciamma, por ejemplo, es alguien que logra captar cosas muy auténticas, pero sus coordenadas son las de una película de autor. Yo lo que quería hacer era una comedia. Básicamente llevarla al máximo sin que se convirtiera en algo caricaturesco. Para obtener comedia tenía que establecer distancia e ironía sobre los momentos de aquella época, ya que cuando nos encontramos allí no siempre es fácil vivirlos, dice con convencimiento.

A la universalidad y la atemporalidad dentro de El novato hay que sumar otra peculiaridad totalmente pretendida: los adultos desaparecen de la pantalla. Parece que el mundo exista sin ellos, con la excepción del tío del protagonista, habitante de la casa que vive entre la cama y el sofá, un individuo que no deja de ser un niño grande a fin de cuentas.Sí, la idea es esa, efectivamente. Cuando era joven veía Aquellos maravillosos años y me encantaban todas las escenas con los niños, pero en cuanto aparecían los padres me aburría. Pensé entonces que si algún día escribía una historia sería una historia sin adultos, reconoce el realizador. El hecho de trabajar, entonces, solo con chavalines exigió una metodología de trabajo diferente.La parte de improvisación resultó muy poca, contrariamente a lo que había previsto al inicio. Si a esa edad dejas sueltos a los niños, tirarán hacia otras direcciones que tú como director no buscas. La película estaba muy escrita y el reto era hacer creer la espontaneidad. No se aprendían el texto de memoria y trabajábamos en el último minuto con ellos, cuenta.

Tras El novato no sabemos cómo continuará Rosenberg la carrera, si retomará de nuevo al mismo universo entre la infancia y la adolescencia, o si buscará temáticas diferentes. Sin embargo, al final de la charla, se muestra rotundo al afirmar que no pretende abandonar el humor. Viviendo el mundo estos momentos en general tan depresivos, es la única muralla, la última defensa. Creo que sí, siempre pondré humor en mis creaciones, sean o no comedias. Y confiesa: Teniendo en cuenta que no es que yo sea en la vida alguien súper divertido, me gustan que las películas sí lo sean.


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Agrademientos a Rudi Rosenberg y Karma Films

Fotografias: María Sofía Mur


Critica de EL NOVATO en la REVISTA INSERTOS


ent.sa

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