La escritora que se prostituye

Santiago Alonso 


¿Aguerrida reportera gonzo o farsante? ¿Dechado de sinceridad, hábil manipuladora de las comprensibles técnicas de novelización o embaucadora que fabula a su gusto? He aquí el problema de Emma Becker con su libro autobiográfico La maison (2019), y que hereda la adaptación cinematográfica realizada por Anissa Bonnefont: la duda de que si lo que se cuenta es verdad o mentira (o si hay un poco de todo eso) nunca se va a resolver, como después ha corroborado la ambigüedad calculada que ha mostrado Becker ante los periodistas, que no han podido confirmar lo relatado. Por supuesto, no tiene ninguna obligación de demostrar ni justificar nada, pues ese es el juego que en primera y última instancia propone como escritora, si bien establece un condicionamiento sobre su fiabilidad que no podemos obviar como lectores o espectadores. De hecho, dicho condicionamiento asoma no pocas veces en la película, y no como una virtud.

Becker, que no encontraba una idea para su tercera novela, decidió prostituirse y contarlo. Las que iban a ser unas pocas semanas se convirtieron en dos años y el resultado fue una obra que, en realidad, pese a haberse llevado al debate sobre la abolición de la prostitución o su fomento como actividad laboral por parte de los comentaristas, no brinda en absoluto un posicionamiento claro de cara al mismo. El relato apenas ofrece un estudio social y sí un mucho de experiencia estrictamente personal desde el momento en que a) el análisis se reduce a lo sucedido en un terrible burdel deshumanizador y en otro donde existe un (sospechosamente idealizado) buen ambiente de sororidad: poca generalización puede establecerse ahí; y b) Becker declara que, tras sus vivencias, ha mejorado como persona y se relaciona de manera más sana con los hombres.

No hay nada que objetar, claro, a la intimidad de la autora, que para eso es solo suya, aunque resulte muy difícil no torcer la nariz ante episodios como ese en el que, ¡oh, sorpresa!, ¿quién lo iba a decir?, ¿cómo que una chica leída no lo había imaginado?, recibe por primera vez una agresión durante un servicio y lo traumático del hecho la impulsa a cambiar de prostíbulo (ella que puede hacerlo con facilidad). La película La maison traslada bien a la pantalla el autorretrato de una joven inquieta, arrogante, atrevida, inconsciente y esnob a partes iguales, una diversidad adecuadamente reflejada en la mirada de la actriz Ana Girardot. Y poco más hay, pues a Bonnefont no le funciona el vehículo expresivo con el que muestra el testimonio y la revelación. Respecto al primero, no es muy atractivo que la puesta en escena esté subordinada las más de las veces a la actuación sexual de los intérpretes donde casi se ve algo pero al final no se ve nada. Si se buscaba la pátina documental, coreografiarlo todo quizás no pegue mucho. En cuanto a la segunda, la revelación, hay escenas espantosas como la del Gran Polvo en el santuario, cuya realización deja en buen lugar al mejor softcore de los setenta, que a veces era cutre, sí, pero también más genuinamente tórrido.



LA MAISON

Dirección: Annissa Bonefont.

Intérpretes: Ana Girardot, Aure Atika, Rosy de Palma, Yannick Renier.

Género: drama erótico. Francia, Bélgica, 2022.

Duración: 89 minutos.


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