Todo saldrá bien (Everything will be fine)
El relámpago sobre la nieve Tras varios años dedicado en exclusiva al género documental, Todo saldrá bien supone el retorno de Wim Wenders al cine de ficción, del que llevaba […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
El relámpago sobre la nieve Tras varios años dedicado en exclusiva al género documental, Todo saldrá bien supone el retorno de Wim Wenders al cine de ficción, del que llevaba […]
Tras varios años dedicado en exclusiva al género documental, Todo saldrá bien supone el retorno de Wim Wenders al cine de ficción, del que llevaba apartado desde su poca exitosa Palermo Shooting (2008). De la misma forma que esta se encontró con la incomprensión y el rechazo de la crítica mayoritaria, Todo saldrá bien no ha sido tampoco el regreso triunfal que el veterano cineasta podría haber anhelado: estrenada en la última Berlinale, la cinta tuvo una acogida más bien fría, con los comentarios poniendo el acento en lo acartonado de sus procedimientos dramáticos. Sin embargo, y de manera algo irónica, esta propuesta aparentemente anacrónica de Wenders llega envuelta en un impecable formato 3D, como en su antepenúltimo trabajo, la extraordinaria y, dentro del lenguaje, muy relevante Pina (2011). Que el director alemán recurra de nuevo a la estereoscopía para un drama de aroma profundamente clasicista, ¿es capricho o tiene un propósito?
Cuando se presentó su difícil Relámpago sobre agua (1980), testimonio de los últimos días de Nicholas Ray, hubo quienes vieron en Wenders un afán oportunista y algo carroñero de asumir de la manera más gráfica el legado del director de Rebelde sin causa (1955), sospecha alimentada por ciertamente poco elegantes gestos como el de que se tumbara, en un momento dado, en el lecho del moribundo. El responsable de estas líneas no recuerda con exactitud –ni consigue acreditarlo– si fue quizá el crítico británico David Thomson aquel que dijo de las películas de Ray que era “como si tuviesen fiebre”: la descripción bien podría otorgar a Wenders ese preciado título de sucesor en tanto que, desde luego, serviría para describir muy eficazmente algunos de los puntos más altos de su filmografía, como Alicia en las ciudades (1974), París, Texas (1984) o El cielo sobre Berlín (1987), películas de pérdida, desorientación, búsqueda y ambiguas serendipias finales. En la primera de ellas, el fotógrafo protagonista expresaba su turbación porque las fotos que había hecho durante su viaje por Estados Unidos no parecieran de verdad, al no haber conseguido capturar ni un atisbo de sus verdaderas emociones. Muchos años después, no parece que las preocupaciones del cineasta hayan cambiado mucho, todavía tratando de profundizar en sus amargos pensamientos existencialistas por la vía de ese Hollywood dorado que tanto adora y periódicamente versiona. Y Todo saldrá bien solo puede verse como un intento de poner al día el modelo.
James Franco, en su vertiente más susceptible a la mofa –su registro intenso–, lleva a cabo un estupendo ejercicio de minimalismo expresivo para reflejar el tormento interno de un escritor hundido por la culpa tras atropellar fatídicamente a un niño en un día de nieve. La película sigue su evolución a lo largo de los siguientes doce años, en los que desarrolla, a consecuencia del trauma, una madurez personal y artística que le catapulta al éxito. Con la asistencia del dramaturgo noruego Bjørn Olaf Johannessen, autor del libreto original, Wim Wenders efectúa un lúcido estudio (que no tiene tanto de noruego como mucho de ruso) sobre el precio del dolor y la pertinencia de aprenderlo como camino hacia la autorrealización, estéticamente deslumbrante y de ritmo pausado, cuyo único verdadero problema es que su aridez y su rechazo hacia toda afectación formal sean malinterpretadas como desdén e ingenuidad.
TODO SALDRÁ BIEN (Everything will be fine)
Dirección: Wim Wenders.
Guión: Bjørn Olaf Johannessen.
Intérpretes: James Franco, Charlotte Gainsbourg, Rachel McAdams, Marie-Josée Croze, Robert Naylor.
Género: drama. 2015, Alemania-Canadá-Noruega.
Duración: 118 minutos.