No poder gritar

Santiago Alonso 


El alarido es quizás la manera más angustiosa e inmediata que tenemos los seres humanos de expresar tanto el miedo como el dolor. Por eso es uno de los elementos imprescindibles del cine de terror, sobre todo desde que el séptimo arte empezó a hablar, como pudieron sentir, por ejemplo, los primeros espectadores de King Kong (1932) cuando vieron y oyeron a Fay Wray durante la mítica «escena de la novia». Y también por eso, dándole la vuelta al concepto, Un lugar tranquilo (2018) funcionaba tan bien, pues su premisa consistía en la condena al silencio de sus protagonistas como único modo con el que contaban para no morir masacrados por los alienígenas que habían invadido la Tierra, unos monstruos ciegos pero con una capacidad auditiva extraordinaria. En ese sentido, la cinta presentaba una particularidad argumental de esas que se agradecen tanto en el género y que, sobre todo, dan pie a plantear una propuesta formal singular, algo que no desaprovechó el actor John Krasinski en su tercera película como director. Y, en otro sentido, quizás mucho más que el hecho de que los personajes no pudieran hacer ruido, la idea del veto a expresarse gritando representaba el elemento posiblemente más perturbador mostrado en pantalla.

Lo mejor que puede decirse de Un lugar tranquilo 2 es que Krasinski ha salido airoso de casi todos los problemas que implica escribir y filmar una secuela que no estaba prevista en la concepción de la primera cinta (de hecho, los guionistas y autores de la historia, Scott Beck y Bryan Woods, declinaron participar en esta nueva). Al acierto de no añadir complicación argumental a lo que sigue siendo un relato apocalíptico mínimo (y, eso sí, bastante tópico), se añade que el realizador sabe que el proyecto solo tiene sentido si mantiene la verdadera clave del éxito, es decir, proponer un espectáculo de suspense y miedo consistente en la puesta de escena, amén del empeño en cuidar al máximo el diseño de sonido. De acuerdo, Krasinski nos acaba presentando casi la misma película, pero la solidez de la base formal le permite desarrollar con brillantez tres novedades. Estas son: a) el estupendo prólogo que, al trasladarnos a unos acontecimientos previos a los vistos en Un lugar tranquilo, cumple la función de una miniprecuela, remitiendo además al espíritu ya sea de la inolvidable ciencia ficción estadounidense de los años cincuenta («¡Vigilad los cielos!») o del ya clásico cine familiar de Steven Spielberg; b) el desplazamiento del protagonismo, que recae en la hija sorda (la excelente Millicent Simmonds); y c) la secuencia donde se muestran en paralelo tres escenarios diferentes y se van entrelazando las respectivas tensiones que transcurren en cada uno de ellos. Y así, ver de nuevo a personas que no pueden gritar aunque teman por su vida o estén heridas, sigue inquietando igual que la primera vez que las vimos y no las oímos.



 

UN LUGAR TRANQUILO 2

Dirección: John Krasinski.

Intérpretes: Emily Blunt, Cillian Murphy, Millicent Simmonds, Noah Jupe.

Género: terror. EE. UU, 2021.

Duración: 97 minutos.

 


 

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