En confinamiento

Santiago Alonso 


«This story is true. It has simply been told before its time». Con estas frases impresas en la pantalla del televisor concluía Juego de niños, el que fuera posiblemente el episodio más memorable de Misterio (en su título original Hammer House of Mystery and Suspense), una mítica serie británica emitida a mitad de los años ochenta, que ha caído en un injusto olvido pese a no tener nada que envidiar a una notable propuesta actual dentro del género fantástico como es Black Mirror. Dirigido por Val Guest (El experimento del doctor Quatermass), este capítulo contaba la historia de una familia que una buena mañana se despierta y descubre que está atrapada en su hogar —una moderna y amplia casa de dos plantas, casi salida del catálogo de una inmobiliaria—, pues todas las ventanas y puertas han sido tapiadas. Durante una hora el espectador no solo asistía a la angustia y los desesperados intentos de la joven pareja y su hija pequeña por escapar, sino también al deseo de los personajes por desentrañar el absurdo en el que se veían envueltos, hasta que en los dos últimos minutos, un formidable final de esos que a un espectador se le graban en la memoria para toda la vida, se ofrecía la explicación a todo.

Las incógnitas y los traumas derivados de un imposible encierro a la fuerza que viven unos desafortunados protagonistas —¿por qué ellos?, ¿quién les está haciendo esto?, ¿qué sentido tiene esta situación increíble?— se retoman con un fuerza renovada y añadiendo connotaciones más inquietantes si cabe en Vivarium, la coproducción europea que estrena esta semana la iniciativa Sala Virtual de Cine y que, en cierta manera, podría considerarse un remake no declarado de Juego de niños, aunque el homenaje sí parece explícito con la inclusión de un cuadro en la pared del salón que representa la idílica casa convertida en prisión, tal y como aparecía en el episodio de la serie. El irlandés Lorcan Finnegan viene a contar más o menos la misma historia, pero ampliando con sagacidad varios conceptos. Por ejemplo, está la cuestión espacial, pues el suplicio vivido por la pareja protagonista (Imogen Poots y Jesse Einsenberg) tiene lugar en una impersonal urbanización sin fin, repleta de casas calcadas, donde no hay señal de que existan vecinos. Y, asimismo, cobra una relevante importancia que la trampa se active cuando los dos jóvenes están visitando el lugar con vistas a una posible compra, o que la figura del hijo de ambos (es un decir) lleve el filme al terreno de lo terrorífico. Con estos y otros añadidos argumentales se acentúa la idea (bastante cristalina, por otra parte, ya desde el mismo título) de un control «desde arriba» y una uniformidad social, casi una cadena industrial, que afecta a los ciudadanos del primer mundo, concretamente a los jóvenes que buscan un lugar donde vivir.

Durante el transcurso de Vivarium es casi inevitable preguntarse si, para cuando lleguemos al final, se va a esclarecer de alguna manera el argumento o si, por el contrario, la propuesta va a consistir en soltarnos del todo de la mano y obligarnos a que nos lancemos a interpretar nosotros mismos las metáforas. Son dos opciones igualmente válidas, siempre y cuando se lleven a cabo con sentido, que era lo que sucedía con el episodio de Misterio. Obviamente estas líneas no van revelar el desenlace ni adelantar posibles conclusiones de un trabajo cuya premisa, en realidad, tiende al minimalismo, pero sí conviene señalar el estimulante diseño visual del conjunto, un tanto inspirado en el surrealista René Magritte (véanse las nubes). De aquí se deriva quizás lo más destacable que presenta este sueño convertido en pesadilla, la idea de un surrealismo violentamente impuesto a unos personajes que, desde un punto de vista mental, siguen ligados a una realidad donde no debería existir lo insólito. Y ya después, para rizar el rizo, contribuyendo a un extraño juego extracinematográfico, tal vez cause mayor efecto ver Vivarium en la situación de confinamiento doméstico actual a causa de la pandemia. Eso sí, ya solo por los significados de la cinta  surge la sensación de que la frase «It has simply been told before its time» no se hubiera podido incluir al ponerle el punto final a la filmación.


Puedes ver VIVARIUM en Sala Virtual de Cine y otras plataformas



VIVARIUM

Dirección: Lorcan Finnegan

Intérpretes: Imogen Poots, Jesse Eisemberg, Eanna Hardwicke.

Género: ciencia ficción, terror. Irlanda, Dinamarca, Bélgica.

Duración: 97 minutos.

 


 

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