Este buen ciudadano no es el verdugo que usted dice

Santiago Alonso 


Al ciudadano medio europeo le es todavía muy familiar casi cualquier concepto relacionado con el nazismo. Lo que no deja de resultar tremendamente significativo es que no suceda lo mismo con el de desnazificación, que los historiadores sí manejan para estudiar e intentar entender la posguerra en el Viejo Continente. Es decir que, más allá de algún juicio como el de Núremberg, se le ha hablado poco a la ciudadanía sobre los procesos emprendidos con la finalidad de depurar la presencia nacionalsocialista en los distintos ámbitos sociales y culturales de Alemania, Austria u otros países donde se dio un alto grado de colaboracionismo. La razón está clara: porque no siempre se llevaron a cabo donde, como y cuando correspondía: muchos responsables de las instituciones del Tercer Reich y sus horrores, ¡ale hop!, se reconvirtieron en demócratas, en buenos ciudadanos, con la interesada connivencia de ciertos representantes políticos y los debidos reajustes biográficos… y aquí no había pasado nada.

Caso Murer: el carnicero de Vilnius examina muy de cerca el ejemplo austriaco, tomando como objeto de estudio y revelación el no muy conocido juicio, que se celebró en 1963, a Franz Murer, el oficial de las SS que entre 1941 y 1943 estuvo al mando del gueto de Vilna, una ciudad por aquel tiempo perteneciente a Polonia y hoy a Lituania. A modo de contextualización, diremos que las cifras que maneja la historiografía contabilizan una población judía en dicha localidad de 80.000 personas antes de la invasión, y un número no superior a mil tras la Segunda Guerra Mundial. El explícito sobrenombre que se ganó Murer ayuda asimismo a situarnos.

El director y guionista Christian Frosch, que ha tenido acceso a las actas judiciales de la época, tiene muy claro el objetivo de su trabajo, poner en evidencia la deficiente desnazificación llevada a cabo por su país, a la vez que también es consciente de que debe lidiar con la forma del relato, devenida en fórmula genérica que ofrece pocos márgenes. Ante el condicionamiento de ofrecer otra cinta más sobre juicios, Frosch se muestra sagaz al no abonarse a la dinámica habitual, sino a proceder a  lo que reza el título original, es decir, a la anatomía de un proceso. Sin que falte cierta tensión propia del subgénero (declaraciones, alegatos finales, etc.), la mirada pretende llegar a todos los ámbitos que rodean el acontecimiento, combinando lo que sucede dentro de la sala y lo que sucede en una serie de espacios exteriores. La atención se reparte por igual entre el acusado y su familia, los testigos de la fiscalía (hebreos que vienen del extranjero) y los de la defensa, los dos letrados (en el caso del fiscal, también se muestra su entorno), los distintos miembros del jurado, los periodistas que cubren la noticia, los espectadores, el mismísimo Simon Wiesenthal… Y sin olvidar los pequeños pero certeros apuntes sobre la Iglesia y la clase política de la democracia austriaca. Si bien la narración sigue el orden cronológico de las sesiones ante la corte (fueron un total de diez), su estructura laberíntica se detiene en uno u otro apartado, dando minutos a uno u otro personaje, y a veces intercalando dentro de una misma secuencia declaraciones efectuadas durante sesiones distintas.

La poca habilidad que muestra a veces la realización se compensa sobradamente con el meticuloso interés prestado a la treintena de personajes, fuera y dentro del juicio. Caso Murer: el carnicero de Vilnius es una sinfonía de gestos, miradas, llantos y sonrisas cómplices que componen una melodía dramática que proviene del dolor, la barbarie y el amaño. También de una dignidad, la que muestran las víctimas. El trabajo de Frosch se define por la captación de todos los detalles —sin ocultar, además, contradicciones o dilemas morales— y, en definitiva, por una gran dirección coral de los intérpretes. Constituye una estupenda manera para representar una denuncia de la sociedad europea de los años sesenta, sobre todo porque no excluye una visión de futuro que, para los espectadores de 2018, es de presente. Un reportero comunista le advierte a su viejo camarada, flamante ministro socialdemócrata de Austria dispuesto a hacer la vista gorda, que tenga cuidado y no se ahorque con las cuerdas que le han colocado los nazis que todavía pululan a su alrededor.



 

CASO MURER: EL CARNICERO DE VILNUS

Dirección: Christian Frosch.

Intérpretes: Karl Fischer, Alexander E. Fennon, Melita Jurisic, Ursula Ofner, Karl Markovics.

Género: drama. Austria, Luxemburgo, 2018.

Duración: 110 minutos.

 


 

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