Ha renacido una estrella

Santiago Alonso 


Dos mujeres en la playa, una haciéndole el boca a boca a la que ha rescatado de morir ahogada. «¿Quién soy yo?». Unos zapatos de tacón altísimo, vestidos de lentejuelas siderales. «Tú eres única». Varias imágenes de Lila, la cantante protagonista, mirando de frente. Varias imágenes, ¿de Lila?, vista de espaldas, o entre las sombras, o entre luces insuficientes. Mañanas en una villa lujosa de líneas rectas y noches de karaoke hasta las tantas. «Te pareces mucho a Lila». Una madre que vive humillada por una hija. Una canción que dice: «Seguiré la pista a ciegas / Te encontraré / Alcanzaré la altura / Caeré en picado / Y te encontraré / Como un animal / En combate / Yo te encontraré». Rota, la localidad gaditana con bloques de edificios cerca del mar, bares con soldados americanos y pequeñas raves que organizan los jóvenes a pie de arena; rotas, las mujeres de esta historia de mujeres, con una figura central dividida en dos, quién sabe si en más. «Yo soy Lila. Quiero decir, soy Violeta».

Si otra Quién te cantará, una posible película dirigida por un Carlos Vermut que no fuera Carlos Vermut, se hubiera caído al suelo y se hubiera hecho pedazos, las del párrafo anterior serían algunas de las piezas recogidas (imágenes, escenarios, diálogos), dispuestas sin gracia alguna. Pero sí, por fortuna Vermut es Vermut, y lo que convierte su tercer largometraje en una obra tan atrayente como única, tan fascinante como extrañamente medida, es la mano que ha reunido y colocado todos los fragmentos de un melodrama que transcurre a caballo del mundo cerrado de una diva de la canción y el mundo terreno de su admiradora, lugar este último donde se propaga la sustancia adictiva y consoladora de la que están hechos los sueños, a veces las pesadillas. Y aparte de la idea que unifica, la otra clave son los elementos con los que el cineasta, de manera pasmosa, ha compactado la historia.

Como comprobamos en sus trabajos anteriores, Vermut, que tiene formación en el arte del tebeo, mide al milímetro el encuadre y la composición. También añade su pasión por Japón (con la secuencia donde se produce el contacto entre Lila y su imitadora Violeta, vídeo de Youtube mediante, culmina el trazo de unos aires fantasmales muy al modo nipón) o la querencia por las atmósferas de Jesús Franco. No faltan los repentinos toques humorísticos (casi siempre solo una línea de diálogo) ni las chocantes referencias (¿el programa de telerrealidad Hermano mayor?). Y en último lugar, como elemento que pule unas aristas tan puntiagudas, que las pule pero no las esconde, en este trabajo está la música, el factor que redondea la pieza y hace que fluya todo mejor. Tenemos a Najwa Nimri (encarna a la cantante Lila) y a Eva Amaral (la voz de Violeta), una versión elegantísima del Procuro olvidarte de Manuel Alejandro, un arreglo espectacular hecho por Alberto Iglesias durante el clímax y hasta la canción de Mocedades que, precisamente, da título al filme.

A su paso por festivales internacionales, se ha comparado Quién te cantará con la obra de Pedro Almodóvar. Semejanzas o no aparte, si hay algo que recuerda al manchego es la intensa cocreación de Vermut junto con sus actrices de los personajes femeninos. Y en esta película asistimos a la consagración de Eva Llorach, su intérprete fetiche, cuyo sobresaliente trabajo como Violeta merece mil aplausos. En cualquier caso, y aunque el director haya declarado que se siente más cercano a Carlos Saura, lo que hay que celebrar es la confirmación definitiva de una voz dentro del panorama cinematográfico español (y digamos también mundial) tan personal como la de los citados, pues demuestra poseer una identidad propia e intransferible. Con este relato fantasmagórico sobre identidades y reflejos traumáticos el director ha ganado en control artístico, quizás mediante una manera que pocos esperaban: unos planteamientos muy clásicos en el fondo.



Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.