Una casa, la familia y un milagro (La casa di famiglia)

Comedia con miedo

Con Una casa, la familia y un milagro sucede algo que resulta fatal para cualquier comedia: es una película con miedo, que toma precauciones ante todo: para no parecer demasiado alocada ni demasiado sofisticada; ni irreverente ni seria; ni clásica ni moderna; ni maliciosa ni tontorrona: ni correcta ni incorrecta; ni agitada ni reflexiva… por no parecer casi querría no parecer ni siquiera italiana, si no fuese porque hay particularidades nacionales imposibles de esconder. Las precauciones son tantas que este relato sobre cuatro hermanos mal avenidos y un padre que, justo cuando sus vástagos acaban de vender las posesiones familiares, despierta de un largo coma, está repleto de chistes y gags a los que les falta la frase o el ademán final que los redondee. Véase, por sacar un ejemplo entre otros, la sustitución urgente de un busto de Beethoven vendido a unos zíngaros por otro de Mussolini con peluca, una acción cómica resuelta de manera expeditiva y evitando cualquier viso de mayor profundidad o significado.

El primer trabajo de Augusto Fornari ―hasta ahora actor de teatro muy activo en la escena romana y rostro secundario en el cine― como autor cómico está repleto de buenos detalles ―¡la escena coral en las ventanas del hospital!―, pero sin un elemento aglutinador lo suficientemente valioso dichos detalles no levantan la cinta. El debutante consigue, eso sí, cohesionar un grupo actoral bastante heterogéneo y que esta familia nos sea simpática sin esfuerzo, pese a la incompleta caracterización de cada personaje. Al menos he aquí un buen punto de partida para próximos proyectos de Fornari.