Testigo de otro mundo
Una realidad multidimensional Santiago Alonso El recordado personaje del científico que interpretó François Truffaut en Encuentros en la tercera fase (1977), aquel célebre tratamiento más o menos serio de Steven […]
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Una realidad multidimensional Santiago Alonso El recordado personaje del científico que interpretó François Truffaut en Encuentros en la tercera fase (1977), aquel célebre tratamiento más o menos serio de Steven […]
El recordado personaje del científico que interpretó François Truffaut en Encuentros en la tercera fase (1977), aquel célebre tratamiento más o menos serio de Steven Spielberg sobre la hipótesis extraterrestre, estaba basado en la figura de Jacques Vallée. Reputado astrofísico e informático de la NASA, el francés empezó a ser conocido a finales de los años sesenta por su condición de, podríamos decir, ufólogo alternativo, pues su propósito de otorgar legitimidad científica al estudio de las visitas del espacio exterior a nuestro planeta le llevó progresivamente a alejarse de la ortodoxia establecida por otros colegas, en su mayoría estadounidenses. Según se define a sí mismo, es un «hereje entre los herejes». Por ejemplo, en Pasaporte a Magonia (1969), uno de sus tratados más conocidos, Vallée reinterpreta el fenómeno de los platillos volantes asociándolo a las clásicas apariciones celestes sobrenaturales que han dejado diversas crónicas históricas y religiosas, para después proponer la existencia de una realidad multidimensional que explicaría la presencia de entes no terrestres más allá del espacio-tiempo.
La aparición estelar de Vallée en Testigo de otro mundo, justo en un momento capital del metraje y como autoridad venerada en la materia, confirma la voluntad de este documental argentino de inclinarse por una ufología que intenta un peculiar hermanamiento de la ciencia con ancestrales magias cósmicas. La intención del director Alan Stivelman es contar de cerca la historia de Juan, un gaucho criollo de origen guaraní que, según contó cuando era niño, vivió una experiencia con extraterrestres cuyas consecuencias han influido negativamente en su vida posterior, pues lleva una existencia solitaria en el campo, sumido en el trauma de no poder entender lo que le sucedió. El proyecto, aparte de estar movido por la voluntad de ayudar a Juan, se enmarca dentro de la aventura de conocimiento que emprendió Stivel con su primer filme, Humano, preso de una crisis existencial que le hizo plantearse grandes preguntas ante una crisis de valores mundial. Ahora toca el misterio, lo que no puede entenderse y da miedo.
Pese a declarar desde el inicio que se parte de posiciones neutras, Testigo de otro mundo descarta muy rápido hacer pedagogía con los escépticos y todas sus explicaciones están dirigidas a los ya creyentes, empleando un tipo de discurso muy habitual entre los expertos en lo desconocido que, en ocasiones, abusa de los circunloquios para evitar componer un mensaje claro y rotundo. A veces propone esa narrativa del yo tan en boga actualmente (el director que hace grandilocuentes discursos interrogativos mientras le vemos en plano con cara de seriedad) y otras una lujosa renovación estética de lo que podría ser un programa de Jiménez del Oso o Iker Jiménez (no falta la debida dramatización, hecha, eso sí, con presupuesto y un alto sentido artístico). Todo esto tiene como resultado que durante ciertos momentos pensemos que nos están colando un falso documental, algo que, a la postre, no constituye un problema: nos la tomemos en serio o no, lo cierto es que la cinta activa placeres cinematográficos y culturales muy propios de los años sesenta y setenta. Además, tras la exposición del trauma de Juan, la interesante vuelta a sus orígenes cuando visita un poblado guaraní funciona bien como artefacto narrativo, con independencia de que cada espectador prefiera la antropología o la magia. Y también es emotiva por lo que tiene de sanadora para el protagonista.
TESTIGO DE OTRO MUNDO
Dirección: Alan Stivelman.
Género: documental, ciencia ficción. Argentina, 2018.
Duración: 80 minutos.