Las virtudes del buen gusto

Tomás Cuadrado Pescador


Si uno cree que el discurso público está ya saturado de relatos truculentos y terribles que nada añaden a nuestra comprensión del mundo (¿qué falta hacía esto?, se pregunta el espectador a veces), o si uno está cansado de tantas historias insustanciales que, sin renunciar en cambio a la grandilocuencia ni a la pretenciosidad, aspiran a una profundidad raras veces alcanzada (y al final ni emocionan, ni enseñan ni entretienen), debería acercarse a ver este último filme de Robert Guédiguian protagonizado, como de costumbre, por Ariane Ascaride. Muy probablemente se logre con él compensar parte de la nadería, el aburrimiento y el mal gusto con el que todo el mundo tiene que tragar, por desgracia, bastante más a menudo de lo que le gustaría.

¿Cómo seguir adelante cuando se llega a un punto en la vida en el que todo alrededor se ha ido desmoronando? ¿Tiene sentido seguir adelante? ¿Qué sucede cuando el paisaje vital se despuebla y desaparecen los seres que lo han acompañado hasta allí? Cuando la propia ideología política o social que se creía sólida, ésa que nos ha servido para movernos hasta ahora, se enfrenta a sus propias contradicciones y se tambalea porque el mundo ya es otro, ¿qué nos queda?

Otro discurso es posible: es lo primero que viene a demostrar La casa junto al mar. Un discurso en el que los auténticos narradores -tanto da si escriben libros o hacen películas- no pueden volver la espalda a la tarea de analizar y desvelar la verdadera encrucijada en que se encuentra el ser humano de su tiempo. Y para proceder a esa descodificación de la realidad que nos la haga comprensible es necesaria una inteligencia que integre la sensibilidad, el buen gusto y el sentido del humor. En lo certero del análisis estará la única posibilidad de hallar una salida a esa encrucijada, o al menos de atisbarla.

El matrimonio Guédiguian-Ascaride demuestra también que para abordar problemáticas de tipo social no es necesario aburrir al espectador con las consabidas monsergas políticas ni con romos clichés ideológicos, que cuanto más inflamados y repetitivos son, más desactivados quedan. Y más aún: que tampoco hay por qué olvidar que la problemática individual (sentimental, sexual, familiar o existencial) es la verdadera causa de que la vida sea un embrollado enigma, y que ese mismo enigma encierra también su propia solución si sabemos mirar en la dirección adecuada, a la que parecer apuntar esta película.



 

LA CASA JUNTO AL MAR

Dirección: Robert Guédiguian

Intérpretes: Ariane Ascaide, Jean-Pierre Darrosussin, Ansaïs Demoustier

Género: drama. Francia, 2017

Duración: 107 minutos

 


 

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