Irene Bullock


«Nací cuando ella me besó. Morí cuando me abandonó. Viví unas semanas mientras me amó…». Dix Steele (Humphrey Bogart) dice esta frase en el momento en que Laurel Gray (Gloria Grahame), la mujer a la que ama, acaba de descubrir cómo él es capaz en un ataque de ira de coger una piedra y golpear en la cabeza a un joven desmayado con el que se ha peleado. El grito aterrorizado de Gray, advirtiéndole de que puede matarlo, le hace frenar la acción y volver a sus cabales: abandonar ese lugar solitario que es su mente, ese infierno que le hace perder los estribos. Una vez en calma, mientras ella está conduciendo, él pronuncia esas palabras.

Dix Steele es guionista de cine, y no solo tiene una premonición, sino que acaba de resumir la historia de ambos. Sin embargo, le cuenta a Laurel que es una frase del guion que está escribiendo y que no sabe en qué parte del mismo situarla. Ella le sugiere que en una nota de despedida. Dix quiere escucharla en boca de la amada, y esta, todavía en estado de shock, solo puede recordar las dos primeras partes de la oración; olvida la tercera, que él repite. Luego, al final de la película, después de una situación trágica y catártica donde ya no hay vuelta atrás, Laurel se apoyará en el quicio de la puerta y repetirá: «Viví unas semanas mientras me amó…, adiós, Dix», dejando una de las secuencias más desoladoras del cine americano de los 50  con la que se sella una historia de amor abocada al fracaso.

La secuencia anterior a que Dix recite esta frase mítica arranca en una playa en un momento idílico que está viviendo la feliz pareja junto a un detective, amigo de Dix, y su mujer.   Una metedura de pata de esta última saca a relucir la parte oscura de su personalidad. Y de comportarse como un tipo tranquilo, amable y que disfruta de la vida pasa en un segundo a ser un hombre arrasado por la ira, capaz de generar miedo con la violencia de su mirada y de sus acciones. Y entonces En un lugar solitario (In a Lonely Place, EEUU, 1950), de Nicholas Ray, se parte en dos. La película es tan compleja en sus mecanismos y análisis como el personaje que la protagoniza. Pero son 90 minutos apasionantes.

En una entrevista que realizó el crítico Adriano Aprà a Nicholas Ray (publicada en el número catorce de la revista Nickelodeon, dedicada al cineasta), el director demostraba que conocía muy bien al personaje de Steele: «No he conocido en la vida una sola persona que no llevase en sí la bondad y la maldad. Creo que la habilidad de reconocer en nosotros este hecho es el comienzo de la introspección, de llegar a ser capaces de convivir con nosotros mismos, de aceptar que poseemos la habilidad de alcanzar grandes logros, o bien la destrucción». Y en un momento dado, cuando cuenta los posibles caminos que puede seguir Dix una vez que cruza el umbral del hogar de Laurel en la secuencia final, añade: «No creo que hayamos llegado a un punto en el que le sea fácil a un hombre encontrar una vida equilibrada, satisfactoria. Creo que jamás lo lograremos. Y no estoy tan seguro de todos modos de que sea bueno para un hombre creativo, para una persona con imaginación, llegar a sentirse satisfecho. Desde luego, el entorno no le presta demasiada ayuda».

Una obra muy personal

¿Cómo definir En un lugar solitario? Es una película de los años cincuenta que preludia ya un cine moderno y vanguardista, los nuevos cines (free cinema, nouvelle vague), que rompe no solo los géneros clásicos, sino que los lleva más allá, los reinventa. Y que también deja ver al director de cine como un autor que crea obras personales donde plasma sus inquietudes más profundas. Un cine íntimo y personal, donde las relaciones de pareja son un mapa difícil de explorar y donde los personajes no son planos ni tópicos, sino de carne y hueso. Nicholas Ray no era un director del sistema de estudios; tenía una personalidad arrolladora, que no le hizo precisamente feliz en el Hollywood donde vivió, pero pudo volcar toda su poética en su obra cinematográfica. Y a pesar de que no alcanzó la libertad creativa ansiada, su cine respiraba destellos de ese universo y de esa mirada única. Sus héroes habitaban en mundos donde las tormentas interiores nunca cesaban, como ocurría en Los amantes de la noche, Johnny Guitar, Hombres errantes o Más poderoso que la vida.

Y, curiosamente, una de sus obras más personales y libres fue En un lugar solitario, un proyecto cinematográfico impulsado por la productora de Humphrey Bogart, Santana Pictures Corporation, un actor pionero en ser dueño de su propia carrera y financiar sus propias películas. En la personalidad compleja de Dix Steele hay mucho de Bogart y de Ray: los dos lo conocen bien. Y se entregan ambos al personaje, aunque sea un espejo en el que uno no desee mirarse.

La película es incómoda, pues el antihéroe, el guionista con ira, provoca miedo y ternura a partes iguales. Todos los personajes ven que no es «normal», todos sienten que vive en una cárcel interior. Algunos, sin entender muy bien por qué, deciden resistir a su lado, como su agente Mel Lippman (un maravilloso Art Smith); otros, como Laurel, se dan cuenta de que no pueden soportar la incertidumbre que les causa su personalidad explosiva. Esta última le dice desesperadamente y en confidencia a Sylvia Nicolai (Jeff Donnell), la esposa del detective, que cómo va a ser sincera con él respecto a sus sentimientos, cómo va a decirle a la cara: «Te quiero, pero te temo».

Radiografía de una película

En un lugar solitario empieza como cine negro puro, poblado de personajes ambiguos, en un blanco y negro que muestra una ciudad en sombras. Es de noche y el pistoletazo de salida lo provoca el violento asesinato de una joven, Mildred Atkinson. Esta trabajaba en el guardarropa de un restaurante donde Dix es asiduo. El último que la ha visto con vida es precisamente él. Esa misma noche le habían facilitado la novela que puede convertirse en el argumento de su próximo guion. El ejemplar se lo habían dejado en el restaurante y se lo guardaba Mildred, esta había aprovechado para leérsela antes de entregarla. Como Dix no tenía ninguna intención de leerla, pues le parece otro encargo mediocre, invitó a la empleada a su casa para que se la contara. Esto, y un expediente policial lleno de antecedentes violentos, lo convierte en el máximo sospechoso. El jefe de policía que lleva la investigación está seguro de su culpabilidad; su amigo, el detective Brub (Frank Lovejoy), que casualmente también lleva el caso, cree en su inocencia. Dix y Brub se conocieron en la guerra; de hecho, el guionista fue su superior. Y la única que puede dar una coartada a Dix es su nueva vecina, Laurel Gray, a la que conoce justo  esa fatídica noche  y es la única que vio a Mildred en compañía de Dix en su casa. A partir de ese momento los destinos de Dix y Laurel quedan irremediablemente unidos. Es en ese clima de presión e incertidumbre en el que los dos inician su historia de amor.

De pronto, la película da un giro espectacular, y el asesinato y la investigación policial quedan en segundo plano para centrarse en el paraíso que viven unos Dix y Laurel totalmente enamorados. Hasta que el miedo y las sospechas hacen que ella quiera abandonar una relación que le hace daño. Entonces vuelve con toda su virulencia el relato negro, con un final devastador. Poco importa quién es el asesino de la joven Mildred, porque una sombra se cierne para siempre sobre la pareja. Se hace evidente de la forma más cruda que Steele puede ser un asesino… y esa certidumbre les rompe a los dos por la mitad.

La película es una adaptación de una buena novela negra, con el mismo título, de Dorothy B. Hughes,  publicada recientemente en español por Gatopardo Ediciones. La adaptación al cine terminó siendo bastante libre, pues Ray, a veces junto con los actores, retocó una y otra vez el guion durante el rodaje. Pero En un lugar solitario también es cine dentro del cine. Su protagonista es un guionista de Hollywood que no tiene un éxito desde antes de la guerra. Y que pasea sin tapujos su desencanto hacia el mundo que le rodea, porque es alguien atormentado por naturaleza. La película refleja el tortuoso proceso creativo de un guionista que lleva años sin inspiración, dejando una visión oscura de la fábrica de los sueños.   De nuevo, una película que se muestra fuera de los focos y del glamur de  la industria del cine,  sino que se asoma por la puerta de atrás. Deja patente un aire opresivo,  que permite dibujar el momento que se estaba viviendo en aquella época, donde la caza de brujas estaba siendo difícil de esquivar, enrareciendo todos los ambientes hollywoodienses. Un testimonio directo del macartismo  es la presencia en el reparto de uno de sus futuros afectados, el actor Art Smith. Este secundario no solo habría de terminar en las listas negras, sino que su carrera cinematográfica se acabó en 1952.

Uno de los atractivos del personaje de Dix es comprobar cómo su mente está creando continuamente y cómo ve la vida a través de un guion de cine. Esa distancia le ayuda a vivir su día a día, y salir de su prisión interior, pero también le hace parecer distante y frío. Durante toda la película se vive su proceso creativo. De hecho, todo comienza por querer escuchar a Mildred, «tal y como se lo contarías a tu tía Cora», los avatares de la protagonista de la novela que tiene que convertir en un guion.   Cuando Dix trata de tranquilizar a su agente (al enterarse este de que su cliente es sospechoso de asesinato), le dice que en la comisaría él ha contado mejor la historia que el jefe de policía. Y en la cena con el detective y su esposa, Dix recrea el asesinato de Mildred como si estuviera escribiendo un guion, y lo hace con tanta pasión, que se la transmite peligrosamente a sus oyentes, hasta tal punto que la mujer tiene que pedir a su marido que no le apriete más el cuello. Les dice que él nunca hubiese tirado del coche el cuerpo de Mildred porque «los  que creamos respetamos al cadáver, lo tratamos con reverencia». Cuando se enamora de Laurel, el guionista recupera la inspiración y las ganas de escribir un buen guion.

En un lugar solitario descubre también esa sociedad estadounidense totalmente paranoica después de la Segunda Guerra Mundial, y que tras la fachada de los cómodos y conservadores años cincuenta, que a toda costa quería vender un idílico american way of life, escondía más de una anomalía. Y, por último, la película rompe la fina línea entre realidad y ficción. Hay mucho de Ray en el personaje de Steele y también en esa imposibilidad del amor. Steele es un espejo incómodo en el que se refleja Ray. Precisamente Laurel está interpretada por la que en ese momento seguía siendo su esposa, Gloria Grahame, y una de las reinas indiscutibles del cine negro. Y durante el rodaje de esta película estaban viviendo una ruptura. Al final, no se separaron hasta el año 1952, pero el pesimismo en el amor y la crudeza emocional que refleja la película no era algo ajeno para el director ni para su actriz principal (hace poco Gloria Grahame se convirtió en personaje de ficción en la película Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, un biopic sobre los últimos días de su vida). También Bogart conocía bien los cambios de humor de Steele, el alcohol y otras sombras del personaje. Sin duda fue uno de los personajes más osados de su carrera, y donde mostró oscuridades que otros héroes de sus películas nunca enseñaron.

El desayuno

El personaje de Dix es incómodo porque da una de cal y una de arena. Cuando el espectador se aleja de él a causa de sus actitudes oscuras y violentas, cuando más miedo le tiene, de pronto protagoniza acciones redentoras que le muestran como un tipo noble, consciente de que en su mente esconde el infierno. No solo trata con sentido de la justicia y el respeto al viejo actor alcohólico, sino que de pronto tiene detalles inesperados: compra anónimamente y pide que envíen unas rosas blancas para Mildred; al joven al que pega una paliza que casi lo mata le envía dinero para que arregle el coche estropeado por la conducción temeraria del guionista; a su agente le pide perdón sutilmente en el cuarto de baño, después de romperle las gafas, y le dice que entenderá si lo deja; y cuando demuestra a la mujer a la que ama la bestia que tiene dentro, que le ciega y que es incapaz de controlar, se da cuenta de que debe irse para siempre de su lado, y dejarla marchar.

La esposa del detective suelta un tópico para tranquilizar los miedos de Laurel, pero las dos saben que algo le pasa a Dix que no solo le impide ser feliz, sino que da pie a   dañar a las personas que tiene a su alrededor y que lo quieren: «Es escritor, puede permitirse ser temperamental». En algo tiene razón: sí, no hay duda de que es escritor. Y ve la vida como una historia que puede estar escribiendo en su cuaderno. Justo cuando Laurel tiene más dudas y más miedos, él le regala el instante más dolorosamente romántico de toda la película.

Dix le está preparando el desayuno en la cocina a  Laurel. Antes de tratar torpemente de vaciar un pomelo, ha enderezado un cuchillo diseñado para sacar la pulpa (nadie puede «enderezarle» a él, sacarle de su propia mente). Le ha dicho que se siente, que se ponga cómoda, que enseguida la servirá. Y ella le comenta un detalle sobre el guion que le está mecanografiando: «Adoro la escena de amor. Es muy buena». Dix absolutamente enamorado le contesta como guionista por qué la secuencia es buena: «Porque no dicen continuamente lo mucho que se quieren. Una escena de amor debe tener algo más que amor, como esta… Yo, partiendo el pomelo; tú, sentada medio dormida. Cualquiera que nos viera sabría que estamos enamorados».

En un lugar solitario es en realidad una declaración de amor de un hombre solitario y complejo, perdido en lo más profundo de su mente, al arte de contar libremente historias que llegan a lo más profundo, que penetran como una bala en el corazón del espectador.



 

2 Comentarios »

  1. ¡Ay, otra peli que tengo sentada en mi biblioteca, esperando a que la descubra! He escuchado buenas cosas sobre ella y tu texto, querida Irene, se suma a ellas.
    ¡Y cuánta historia de fondo con Gloria Grahame y su director!
    Ojalá pueda sentarme a verla en breve. Si logro hacerlo, volveré a darme una vuelta por aquí para contarte qué me ha parecido.-
    Un besote enorme, Bet.-

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  2. Querida Bet, Irene Bullock al habla.

    Me encantará saber qué te parece cuando la veas. Ya sabes que me resulta muy interesante tu mirada sobre las películas.
    Sí, una radiografía de la relación entre Gloria Grahame y Nicholas Ray dejaría otra película con mil y una lecturas. Lo más cercano a un retrato de su abismo como pareja será el que nos dejaron en «En un lugar solitario».
    A mí me parece una película dura y tremendamente triste, pero con una de mis secuencias favoritas, esa que digo al final del texto, la del desayuno…

    Un brindis con champán
    Irene Bullock

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