Call Me by Your Name
Anatomía de la pasión Jaime Lorite (Este texto se publicó anteriormente como parte de la primera crónica del Festival de San Sebastián de 2017) Aunque en un principio se anunció su […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Anatomía de la pasión Jaime Lorite (Este texto se publicó anteriormente como parte de la primera crónica del Festival de San Sebastián de 2017) Aunque en un principio se anunció su […]
(Este texto se publicó anteriormente como parte de la primera crónica del Festival de San Sebastián de 2017)
Aunque en un principio se anunció su aparición, Luca Guadagnino se ha ausentado del Festival de San Sebastián aparentemente por una buena causa: está dando los ultimísimos detalles a su Suspiria (Dario Argento, 1977), un remake que en otras circunstancias nos tendría preocupados, pero al que, en este caso particular, deseamos hincar el diente por la sencilla certeza de que Guadagnino lo hace todo bien. Ya sea jugar a ser Visconti en Yo soy el amor (2009), abrazar a Dioniso en su politoxicómana Cegados por el sol (2015) o, en el extremo formal inverso a este último título, desaparecer en la mirada de un adolescente en pleno proceso de autodescubrimiento en Call Me by Your Name, sensacional apertura de la sección Perlas 2017.
Formando equipo en el guion con nada más y nada menos que James Ivory, quien inicialmente iba a dirigir la película, Call Me by Your Name rehúye los mimbres del clásico relato del primer amor para, en realidad, hablar de algo más complejo: la juventud como una encrucijada, el momento en que una persona está más conectada que nunca con sus emociones y decidirá cómo va a lidiar con ellas durante el resto de su vida. Un epílogo absolutamente devastador corona la película repitiéndonos a las claras, verbalmente, que lo que hemos presenciado no ha sido un romance con el que identificarnos, sino al que admirar: “Vosotros dos habéis tenido algo muy especial”, dirá un personaje.
Que Guadagnino tiene un gusto exquisito no es ninguna noticia, pero, por si alguien había llegado a olvidarlo, el cineasta siciliano se encarga de recordarlo no solo rodando de manera irresistible los parajes del norte de Italia (que, por otra parte, ¡así cualquiera!), sino por la manera extraordinariamente sensorial con la que trenza su historia. Cada aspecto de la película, desde su despreocupadísimo, blanquísimo sentido del humor, hasta la música de The Psychedelic Furs, pasando por esa belleza ilustrada hecha de escultura y hallazgos antiguos, todo se presenta ante nuestros ojos como una celebración y una invitación a la vida. Decidir si el pobre papel de las mujeres aquí obedece a que estamos ante una narración parcial masculina o si, como da la impresión, son una comparsa en los escarceos de los hombres, es un debate que habrá, no obstante, que plantear cuando llegue su estreno a principios de 2018.