«El único pecado que no puedes cometer en el cine es el del aburrimiento»


A raíz del estreno de La higuera de los bastardos, película basada en la novela La higuera de Ramiro Pinilla (1923-2014), la Revista Insertos tuvo la oportunidad de conversar largo y tendido con los dos cineastas que se encuentran tras esta adaptación, la directora y montadora Ana Murugarren y el productor Joaquín Trincado. La cinta tiene por protagonista a Karra Elejalde, en la piel de un pistolero falangista que, tras haber dado el paseo a dos aldeanos vascos y enfrentarse a la terrible mirada del hijo pequeño y hermano de uno de ellos, se hace anacoreta mientras cuida el árbol plantado justo encima del lugar donde yacen sus víctimas. Esta parada tragicómica a la búsqueda del esperpento, como nos contará el productor, en tierras vizcaínas y entre las sombras más terribles de nuestra historia, es una etapa más de una trayectoria en común entre Murugarren y Trincado, iniciada hace ya más de tres décadas. Porque ambos entrelazaron sus carreras profesionales en Bilbao allá por los ochenta del siglo pasado: fueron integrantes fundamentales del núcleo que impulsó el nuevo cine vasco, un grupo de amigos entusiastas e inquietos en el que dieron sus primeros y determinantes pasos autores como Alex de la Iglesia, Pablo Berger o Enrique Urbizu.

Empezando por los retos a lo que se habían enfrentado al llevar el original literario a la pantalla, la necesidad de no cejar en el empeño de mantener la memoria histórica de la guerra civil y la pretensión de sostener la llama de un estilo cómico a la española según lo practicaba gente como Rafael Azcona, la conversación con Murugarren y Trincado condujo después a un repaso de sus filmografías. Desde el mítico vídeo musical de la canción Antes de las guerras (1985) del grupo punk Eskorbuto, hasta llegar a Esta no es la vida de Joaquín Krahe (2005) – documental que incluía la vieja filmación hecha entre amigos que llevó al cantautor a los tribunales bajo la ridícula acusación de ofensa a los sentimientos religiosos – y El precio de la libertad (2011), la miniserie que Televisión Española metió en el cajón, y sólo pudo verse en la ETB, la otra cadena que la coproducía.

 

¿Llegó a conocer Ramiro Pinilla el proyecto antes de morir?

Joaquín: Hablamos con él de hacer una cosita, pero más tipo tv movie, con este personaje suyo que es detective, Esparta. Pero bueno, se quedó ahí. Y luego ya no hablamos con él de La higuera. Era un personaje singular, sin duda.

Ana: La verdad es que el hombre es muy visual. Plantea cosas y secuencias muy surrealistas, que a mí es una de las cosas que más me gustan. Y tiene unos diálogos maravillosos. Es un gran dialoguista.

Joaquín: Su forma de escribir es un poco seca, ¿no? Creo que es un poco duro de leer. Sin embargo, como dice Ana, si piensas en las cosas que cuenta… La idea ésta de juntar a un hombre a un árbol, que es como el Cable Hogue, ahí pegado a lo que dice que va a ser una mina de oro, cuando pase el tren al lado del pozo (Ríe).

En mi opinión, el tono de la historia queda bastante indefinido en el libro. Lo que vosotros habéis intentado precisamente ha sido definirla un poco más. Pienso también en otros aspectos, como el aspecto alucinatorio que tienen muchos fragmentos del original y que es muy difícil de adaptar. Cuando os sentasteis a preparar la película y construir al protagonista, ¿qué retos, en ese sentido, asumisteis?

Ana: Lo más difícil era entrar en el coco de este hombre. Porque Ramiro dedica páginas y páginas a lo que está en su cabeza. Toda esta locura que tenía. Ahí Karra [Elejalde] me echó una mano bastante importante. Parece que está viviendo un mal sueño. Y luego el niño, que fue un hallazgo. La mirada [del niño de la historia] era muy importante. Y después, desbrozar un poco e ir sacando esta comedia que había. También he utilizado recursos como visualizar cosas que en el libro estaban contadas.

Joaquín: Tiene otros elementos que nos atrajeron. Por ejemplo, somos fans de Simón del desierto, una película que yo encuentro súper graciosa. Ana decía también que veía cosas como la escena del tío loco de Amarcord, subido al árbol a la puerta del psiquiátrico.

Ana: He disfrutado mucho. Adaptándola, escribiéndola y dirigiéndola. La verdad que sí. Me he visto rodeada no solamente de unos actores maravillosos. Está Jon Intxaustegui al frente de la fotografía. Decía el otro día Karra en un sitio que la luz es un personaje más. Y es verdad. La luz que ha hecho Josu es maravillosa.

Joaquín: Es compleja porque tenemos mucha noche, y no es urbana.

Ana: Tenemos el campo a oscuras y él consigue que se vea todo sin que te dé la sensación de que estén a oscuras. Es un mago, Josu.

Joaquín: No hemos optado por la luna llena, esa luz lechosa como la del Baztán. No, esto es negrura, está prieta la luz. También tiene que ver con el finishing, con ese negro que le hemos dado para buscar ese tono final.

Ana: Hay que hablar también de Sara Sánchez y destacar su labor de caracterización. Sus horas costaba poner a este hombre las pelambreras y las barbas.

Joaquín Trincado (primero por la izq.) y Ana Murugarren (segunda por la dcha.) junto a parte del reparto

¿Y el cambio de título?

Joaquín: Eso es cosa mía, porque La higuera me parecía un poco que no terminaba de expresar realmente lo que era la película. ¿Quiénes son los bastardos? ¿Los que están arriba o los que están debajo?

Ana: Todos. Son todos.

Joaquín: Las víctimas son ciudadanos sin nombre, son hijos bastardos. Lo de La higuera de los bastardos lo puedes entender por las personas a las que se les ha robado quiénes son, los españoles no reconocidos. Y luego por otro lado, lo puedes entender como los hijos de puta que se los han cargado, ¿no? Es un término que a mí siempre me ha gustado.

Ana: Por su contundencia.

En la presentación de hoy y en otros lugares habéis mencionado a Buñuel, Berlanga y Azcona. Yo añadiría, incluso, referencias también más próximas en el tiempo. Es casi imposible no acordarse del mismo Karra Elejalde en su película también como director Año Mariano.

Joaquín: Estamos ahora, con todos los respetos, con una tendencia en el género en el que se olvida lo español. Estamos trayendo francesas…

¡Huy! Casi una a la semana…

Joaquín: Echo de menos este cine español a lo Azcona, como yo digo, aunque no sea sólo Azcona. Ese espíritu español que esta película tiene, todo entreverado de esperpento.

Ana: Tiene una esencia muy nuestra, muy española.

Joaquín: Claro, los vascos siempre hemos sido muy inventores de lo español. Alguien decía, ¿no?, que España es un invento de vascos y catalanes. El único pecado, y eso tiene que ver con nuestra trayectoria, el único pecado que no puedes cometer en el cine es el del aburrimiento. En ese sentido le pedí a Ana que le buscara apertura a la novela. Con la misma novela, Víctor Erice, por ejemplo, a lo mejor podía haber hecho algo mucho más… que sería una película que no nos corresponde a nosotros, no sería nuestro estilo.

La idea que contiene la historia es simple, pero también poderosa y contundente. Se planta un árbol encima de una tumba para recordar que ahí, todavía a día de hoy, se ocultan unos restos en muchos lugares del país que no tienen una sepultura digna. Y para poner en evidencia a unas instituciones que hacen oídos sordos a cualquier petición legítima por parte de muchas familias de poder honrar a los suyos.

Ana: Es que los políticos no nos llegan a la altura a los ciudadanos. Pero ni en este tema ni en ninguno, yo creo. Aunque no sé si es algo de este país o de todos.

Joaquín: Desde que acabó el régimen y llegó la democracia, en términos electorales se siguen manejando los mimos conceptos.

Ana: Los que están en contra de estas leyes de memoria histórica y de desenterrar a los muertos tienen miedo a que haya una especie de revancha, y que la gente diga: “Ves”, y culparles. Y yo creo que no va por ahí la cosa. Es algo humanitario. Saquemos los restos y que la gente se los pueda llevar a sus tumbas. Que nadie va a estar pidiendo venganzas ni sacando culpas.

El tema de estar montado en el carro de los vencedores, de lo que hicieron en este caso los falangistas, y en otros sitios, otra gente, de entrar de sopetón en cada casa, sacar a la gente sin contemplaciones y pegarles dos tiros, eso no se ha contado lo suficientemente en el cine. Unos por si eran políticamente contrarios y otros ni siquiera eso, sino porque querían quitarles la casa.

Joaquín: Por envidias.

Ana: Además, cinematográficamente hablando es potente. La llegada del coche, la noche…

Los vuestros son dos nombres fundamentales dentro del nuevo cine vasco que nació a mediados de los ochenta y se desarrolló en los noventa.

Ana: Joaquín aglutinaba a todos los demás. Era el que le tenía arrestos para producir una película. Pues ahí estábamos por Bilbao, los que teníamos inquietudes. Alex de la Iglesia, Pablo Berger, Enrique Urbizu, yo…. Estaba Luis Marías… Nuestra idea era hacer una factory al estilo americano y cada uno se ocupaba de una labor. Con Tu novia está loca, que fue nuestra primera película: ¿Urbizu ha dirigido por ahí unos súper 8? “Bueno, pues tú diriges”. Joaquín, no podía planteárselo pues ya tenía mucho con la producción. ¿Para escribir? Pues hicimos una secuencia cada uno. Y la de Luis estaba mucho mejor que la de las demás. “Pues tú, el guionista”. Yo era la que hacía y montaba los vídeos industriales para sobrevivir. “¡Pues tú el montaje!”. Así nos repartíamos la cosa. Luego Alex, que estaba en ese momento en su agencia de publicidad, lo primero que hizo para el cine fue el cartel de Tu novia está loca, y luego la dirección artística de Todo por la pasta, que era lo suyo. Así nos repartimos un poco los papeles y tiramos pa’lante. Somos grandes autodidactas todos.

Todo empezó con el famoso videoclip de la canción Antes de las guerras de Eskorbuto. ¿Cómo recordáis aquella época?

Ana:(rememorando con alegría): ¡Buah!

Joaquín: De todas formas, te cuento. Empezamos a hacer cine porque no pudimos hacer televisión. Ahí estábamos todos e hicimos el vídeo para el Canal 45, que después cerró Felipe González. Eran los ochenta y el rock radical vasco todavía no estaba etiquetado.

Ana: Nosotros queríamos hacer una ópera punk, pero como no pudimos conseguir dinero, pues hicimos el videoclip. Nos dio muchas alegrías. También tiene mucho sentido del humor, es otro chiste.

Joaquín: Siempre hemos buscado nuevos caminos. No me refiero a la originalidad en cuanto al lenguaje cinematográfico, sino a la producción. Ese videoclip era distinto a otros que se hacían. Cuando hicimos Tu novia está loca, se quedaron todos sorprendidos de que en el País Vasco hiciéramos esa comedia, rodada en estudio además, unos estudios que me inventé en una antigua fábrica de Amorebieta.

Ana: Digamos que el cine vasco estaba muy metido pa’dentro con los conflictos. Que si ETA, que si cual… muy oscuro todo. Entonces, nosotros quisimos hacer todo lo contrario. ¡Siempre llevando la contraria! Pues hala, todo luminoso, comedia total…

Joaquín Trincado y Ana Murugarren / IMDB

O después una película de tiros, como Todo por la pasta, en una época en la que se decía que quedaban ridículos los intérpretes españoles empuñando una pistola.

Ana: Claro, es que no se hacía en España cine policiaco.

Joaquín: Pero con una mezcla de géneros también, quiero decir que, en ese sentido, La higuera de los bastardos me recuerda un poco a eso. Todo por la pasta la distribuía Warner y el director de ventas no sabía muy bien qué era lo que tenía que vender. Era la época en la que acababan de sacar Arma letal. Todo por la pasta, que después casi la han convertido en obra maestra y tampoco lo es, tuvo malas críticas. El gurú, que era Ángel Fernández-Santos, el maestro de los críticos, nos puso por las nubes en Tu novia está loca: “¡Celuloide en la sangre!”. Cuando hacemos Todo por la pasta va y nos dejó descolocados porque dijo: “¡Todo ruido!”. Con esta película de ahora ha sido en Holanda donde el público entraba perfectamente en el paso a la comedia. Con Todo por la pasta, fue en Italia, en Viareggio, con Kieslowski como presidente de jurado, que le dieron a María Barranco el premio a mejor actriz. La prensa italiana le dedicó muchas páginas diciendo que el cine español es algo más que Almodóvar. Era thriller, pero volvíamos también al terreno del esperpento español con esos personajes grasientos en los que, de alguna manera, se reproduce el mundo de lo no moral. Hicimos otra, la dirigí yo y tuvo muy malas críticas, que era Sálvate si puedes. Nos fuimos al territorio de la Ealing, un poco volver a la comedia de ese estilo, pero con un contenido más social. La realidad de aquel Bilbao era tremenda, una ciudad que no sabía por dónde le daba el aire ni cuál era el plan. Acababan de desmantelar todo y no montaban nada.

Ana: El germen de esa historia era que el alcalde vendía la ciudad a una corporación para convertirla en el sumidero de Europa. Es lo que ha dicho antes Joaquín [en la presentación], Todo lo por la pasta tiene el trasfondo de los GAL y de la guerra sucia. Luego gana lo que es el entretenimiento, pero en todas esas películas ha habido siempre un fondo importante y tangible. No es que sean películas denuncia, pero siempre hay algo ahí.

Casi inevitablemente os tengo que preguntar por Esta no es la vida de Javier Krahe, el documental que codirigisteis, y por la miniserie El precio de la libertad, que Televisión Española no ha emitido y, por lo que parece, no va a emitir nunca. Aunque tal vez estéis ya un poco cansados de hablar sobre esto.

Ana: No, no. Yo creo que a la gente no le gusta oír las cosas sensatas de una manera relajada y divertida. Tienes que ser un crispado. Esta manera que tenía Javier de contar las cosas sabias tranquilamente, pues a la gente no le gusta. A la gente, digo, poderosa (Ríe).

Joaquín: Pero vamos a ver. Lo que pasó es que con esta ley que hizo Aznar de que se podían herir los sentimientos religiosos, la derecha fue a por Krahe. Por el fragmento del cristo cocinado o por una canción que sale y dice: “Yo qué siento por Jesús, repelús”. Les debe parecer que es tremendo, cuando Krahe se refiere a que, joder, a quien te acercas para meditar es un tipo torturado. De todas formas, es la primera vez que nos han puesto las cinco estrellas, creo que en el Fotogramas. Es una película muy divertida. La codirigimos, pero fue gracias a Ana, a su trabajo como montadora, que se consiguió construir la idea partiendo del material. Es una película muy sentida porque además nuestra relación era, y sigue siendo íntima, porque la tenemos con su viuda, con Annick. Es un discurso tan sabio que molesta.

Ana: El precio de la libertad, pues más de lo mismo. No pretendimos nunca reivindicar nada. Se contaba la historia a través de la figura de Mario Onaindia, magníficamente interpretado por Quim Gutiérrez. Se hace un repaso de ETA hasta que ETA político-militar deja las armas, un momento histórico que se desperdició porque cuatro locos siguieron con la lucha armada. En aquel momento se podía haber solucionado todo de un plumazo. Mario Onaindia negoció en secreto con [Juán José] Rosón, algo que en público no se podía decir. Por lo que sea [nuestro proyecto] encontró sus obstáculos hasta acabar en el cajón.

Joaquín: No, no es fruto de la casualidad, es fruto de que somos librepensadores. Además, la información no está bien dada con El precio de la libertad. El problema de esta coproducción con TVE nace cuando están los socialistas gobernando. Lo que pasa es que el señor [Alberto] Oliart es nombrado por Zapatero presidente de la Corporación, y antes había sido Ministro de Defensa cuando Rosón era de Interior. A Oliart le llega que estamos haciendo una película sobre esa época en la que era ministro y por lo tanto se diría que tiene algo de responsabilidad.

Ana: Por lo visto esas conversaciones debían seguir siendo secretas, o algo así. (Ríe)

Joaquín: La gran faena de eso es que al final quedas como el culpable de algo y no lo eres. O que has hecho mal la serie y por eso no se emite. O que eres un provocador, y no es verdad.


En el rodaje de La higuera de los bastardos

Agradecimientos a Ana Murugarren, Joaquín Trincado y Stefania Piras

Fotografías: Blogmedia


 

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