A 47 metros (47 Meters Down)

Miedo profundo

De entrada, por cuestiones más que evidentes en el argumento, podría parecer que A 47 metros se presenta como una reelaboración sin remilgos de las tensiones de Tiburón (1975) y Open Water (2003). Después se comprueba que, aunque esté todo lleno de escualos que quieren zamparse a las hermanas protagonistas, si hay un concepto que cinematográficamente se pretende explotar por encima de otros, éste se asemeja un poco al que definía a Gravity (2013), historia que transcurría en un escenario opuesto al de un océano y que no incluía amenazas animales, pero que llevaba a la pantalla la máxima representación del sosiego inquietante y la mezcla entre las sensaciones contrarias de claustrofobia e inmensidad. Al igual que en el espacio exterior, también en las profundidades del mar hay oscuridad, silencio y suspensión a través de la infinitud (o algo parecido a ella). Trasmitir esa angustia al espectador, con el añadido del ataque que puede producirse en cualquier momento, es casi la única propuesta que ofrece, y lo hace adecuadamente, un filme con trama mínima en torno a la supervivencia de dos buceadoras que han quedado atrapadas muy por debajo de la superficie del mar, con los grandes depredadores marinos alrededor y el oxigeno de las bombonas bajo mínimos. Respecto al resto, la intriga se reduce a una simplona concatenación de efectos, los personajes son meros peleles sin entidad dramática alguna y, como sucede a veces en producciones de este tipo, tan sólo las dos o tres secuencias en las que se intensifica lo inverosímil contribuyen al entretenimiento.