Las contradicciones de Pixar

Yago Paris


Vivir cada instante como si fuera el último, aparcar el flujo incesante de pensamientos en bucle y centrarse en la experiencia sensorial, entender que la vida no necesita de grandes momentos para ofrecer una existencia gloriosa si uno la vive en armonía con uno mismo y lo que lo rodea, aceptar la realidad de manera incondicional como punto de partida desde el que edificar un camino vital que se aproxime lo máximo posible a lo que buscamos en la vida…Todas estas ideas, y tantas otras más, están presentes en Soul, la nueva obra del estudio de animación Pixar. La cinta dirigida por Pete Docter y Kemp Powers cimenta sus discursos en la teoría del mindfulness, una filosofía de vida basada en la meditación vipassana que cada vez tiene más adeptos en Occidente, y que se podría entender como una combinación de diferentes filosofías orientales, principalmente el budismo, donde se simplifica el discurso, desligándolo de sus características religiosas o espirituales, y proponiéndose como una práctica con objetivos productivistas muy concretos, con la que los practicantes obtienen un beneficio inmediato, como que se liberen del estrés y aumenten sus sensaciones de felicidad. 

El filme narra la historia de Joe Gardner (Jamie Foxx), un profesor de música de una escuela de secundaria que ha basado toda su vida en la persecución de su gran sueño: convertirse en músico profesional de jazz. Obsesionado por lograrlo hasta el punto de haber desatendido el resto de aspectos de su vida, cuando por fin recibe su gran oportunidad, muere de manera repentina en un accidente y pasa a una suerte de limbo donde puede escoger entre dar el paso definitivo al más allá o permanecer como tutor de almas que todavía no han nacido. A partir de su relación con una de ellas, de nombre 22 (Tina Fey), entenderá no solo que la existencia es algo más que tocar música, sino también que la verdadera genialidad artística solo es posible si uno comprende la vida, la experimenta y posteriormente la convierte en notas musicales. 

Más allá de la relevancia o la profundidad de sus reflexiones, Soul podría funcionar como un ejercicio bienintencionado de un tipo de cine familiar que no aspira a ser nada más —¡y nada menos!— que un fabuloso entretenimiento inocente. Pero el mayor problema de la cinta es su desmesurada ambición de trascendencia, que provoca una serie de importantes contradicciones que echan por tierra sus posibilidades como ficción. Como ya había ocurrido con la exitosa Del revés (2015), también del estudio Pixar y también dirigida por Docter, aquí el realizador, esta vez en colaboración con Powers, repite una maniobra muy similar. Si en aquel caso la complejidad de los procesos psicológicos se simplificaba y se amoldaba a un discurso propio de un instructor de autoayuda, en el caso de Soul se hace lo propio con las filosofías orientales. Si de por sí el mindfulness ya es la conversión en manual de autoayuda de las enseñanzas del budismo, Soul se podría entender como un resumen apresurado, y por tanto muy mal explicado, del mindfulness, donde sus autores demuestran no entender la filosofía que exponen en su obra o, cuando menos, que no quieren aplicarla.

En Soul Docter y Powers abogan por apreciar las pequeñas cosas de la vida, mientras no dejan espacio al desarrollo de la animación, al disfrute de las escenas, pues están demasiado ocupados por plasmar la infinidad de temas trascendentes que quieren tratar, hasta el punto de que no termina de quedar claro de qué quieren hablar: ¿estamos ante una reflexión sobre cómo se construye la personalidad?, ¿acaso sobre cómo la pasión se puede convertir en un lastre?, ¿sobre el disfrute de la vida a cada instante?, ¿sobre la ansiedad milenial-centenial ante la vida?… Aunque en Soul se defiende la necesidad de estar presente, de centrarse en una actividad a cada momento, su discurso es aturullado, propio de nuestros tiempos, donde se exponen cinco o seis temas a la vez, como si fuera un ejercicio de multitarea, y que necesariamente implica un tratamiento superficial de cada uno de ellos. La culminación de las contradicciones ocurre en el giro final de la cinta, que demuestra que a la hora de la verdad hay conceptos fundamentales como la aceptación del destino, una de las claves de la narración, que en realidad no importan, lo que destruye de arriba abajo el arco transformador del protagonista.

Tampoco nos llevemos a engaños: Pixar es un estandarte de la eficiencia neoliberal, donde la creatividad nunca superará la voluntad productivista de sus obras, por lo que es simplemente lógico y esperable que se ofrezca un discurso sobre el mindfulness entendido como una herramienta con la que convertirnos en piezas lo más útiles posibles para el sistema de producción capitalista. El problema no es qué defiende Pixar, sino cómo lo ofrece, y cómo lo recibimos. Los máximos responsables de la compañía de animación, que cada vez le presta menos atención al arte de la animación —aquí la representación de la emoción y el movimiento es tan perfecta como impersonal, tan aplaudible como olvidable—, llevan años dándonos gato por liebre, incapaces de aceptar cuál es su verdadera ideología, como si, avergonzados, tuvieran que esconderla. Sin embargo, lo más preocupante es que entrega tras entrega seguimos comprando sus discursos motivacionales como ejercicios maduros e inspiradores, conceptos todos ellos pertenecientes a la lógica del capitalismo falsamente humanista, quizás porque como sociedad en realidad estamos de acuerdo con la aproximación a la vida que ofrece esta compañía. Aunque, al igual que ocurre en la película, nos dé vergüenza admitirlo y queramos esconderlo…



SOUL

Dirección: Pete Docter, Kemp Powers.

Reparto: Jamie Foxx, Tina Fey, Graham Norton, Rachel House, Alice Braga, Richard Ayoade, Phylicia Rashad, Donnell Rawlings, Questlove, Angela Bassett

Género: comedia dramática. Estados Unidos, 2020.

Duración: 100 minutos.


2 Comentarios »

  1. Quizás la idea sea abrir poco a poco en nuestras mentes y especialmente en la de los niños que existen otras realidades. Me alegro de que hay alguien en la industria de la animación que sea valiente y vaya algo más lejos de la animación y de la realidad con la que siempre nos educaron.
    Es tiempo de valientes, y estos tíos lo son, aún sabiendo que se les criticará por salirse del Marco.

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  2. Que a Pixar le falta creatividad es de una ignorancia tan osada como estúpida. Véase por favor los varios behind the scenes que incluye la película, que ha costado casi 150 millones, que paga a muchos de los mejores creativos que tiene USA. Es un largometraje que ha sabido mostrar de forma relativamente sencilla el tema más profundo: el sentido de la vida. Si Ud se ha perdido quizá sea por sus prejuicios sobre la posibilidad de la existencia de un alma. Vamos, que es un desalmado.

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