La Resistencia rodante


Completos marcianos para sus familias, apestados en el instituto y poco afortunados en el amor, los protagonistas de Microbe et Gasoil abandonan una fiesta no precisamente empapados del mayor de los optimismos. Es entonces cuando uno de ellos, Gasoil, llama a la lucha comparando su situación con la de Francia en 1940 e invocando el espíritu de De Gaulle, para acabar lanzándose a diseñar el que será el verano de sus vidas. El diálogo, que podría pasar por intrascendente, funciona como una síntesis muy rigurosa de lo que Michel Gondry lleva años contando: por mal que pinte todo, la imaginación es la base de la resistencia y de la guerrilla.

Habiendo marcado ya en los noventa un antes y un después como realizador de videoclips (¡qué difícil es desligar mentalmente la música de Björk o los White Stripes de sus imágenes!), la trayectoria de Gondry se convertiría en obligatoria de seguir para todo buen cinéfilo tras sus dos colaboraciones con Charlie Kaufman, cuya magistral ¡Olvídate de mí! (2004) aún sigue ganando admiradores. Hoy el cineasta francés no parece seguir de moda: ya sea por cansancio hacia su muy personal poética, percibida por muchos como cargante, o porque sus exploraciones de lo lúdico le hayan llevado a desembarcar puntualmente en la chorrada total –la defenestradísima The Green Hornet (2011)–, los últimos estrenos de Gondry han pasado bastante desapercibidos, cuando no directamente se han quedado fuera de las salas. Microbe et Gasoil llega ahora a España a través del VOD con una demora considerable desde su estreno francés en 2015; año en el que, por otra parte, también estrenábamos tarde otro de los últimos trabajos del autor, la escandalosamente infravalorada Nosotros y yo (2012).

Si, en aquella película, Gondry se interesaba por la construcción de la identidad en la adolescencia partiendo, igual que otras veces antes, de su curiosidad por la cultura popular como medio de cohesión –véase el fantástico documental Block Party (2005) que firmó con Dave Chappelle–, en Microbe et Gasoil retoma la temática juvenil enfocando el paso a la etapa adulta como una elección entre inocencia o tedioso cinismo sin posibilidad de vuelta atrás. No cabe duda de que los dos personajes principales lo tendrían todo más fácil optando por ser normales (como uno de ellos llega a desear en los primeros minutos), pero una escena tan triste y tan brillantemente escrita como la del hermano mayor de Microbe socorriendo al pequeño en su disparatado plan da una valiosa estimación de lo mucho que hay en juego. Un coche con forma de casa, elaborado entre los dos amigos del título, es el vehículo en el que Michel Gondry se monta para efectuar su película más contenida hasta la fecha, tragicomedia de amistad e iniciación que consigue completar una pirueta bastante difícil: siendo un inconfundible ejercicio de madurez, la película mantiene el mismo tono delirante de un relato escrito por un niño. Los que aprecien el humor del director quedarán ampliamente satisfechos (el episodio de los padres que buscan nuevos hijos porque los suyos les abandonaron, la escena a bordo del avión) y, tal vez, quienes se atragantaban con el estilo aparatoso de Gondry tendrán aquí la oportunidad de reconocer a un autor con un corazón y un cariño hacia sus historias fuera de lo común.


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MICROBE ET GASOIL

Dirección y guion: Michel Gondry.

Intérpretes: Ange Dargent, Théophile Baquet, Audrey Tautou, Diane Besnier, Vincent Lamoureux, Agathe Peigney, Douglas Brosset.

Género: comedia dramática. Francia, 2015.

Duración: 99 minutos.

 


 

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