Por el camino del exceso


Durante algo más de quince años el director serbio Emir Kusturica (que sigue considerándose «yugoslavo») fue mimado por algunos festivales de cine europeos. En 1981, con ¿Te acuerdas de Dolly Bell?, obtuvo en Venecia el Premio de la FIPRESCI y el que distinguía a la mejor Ópera Prima, y en 1985, con Papá está en viaje de negocios, recibió su primera palma de Oro en Cannes (la segunda llegaría en 1995 con Underground). Esa carrera triunfal culminó en 1998 con el León de Plata que recibió en Venecia Gato negro, gato blanco.

Sin embargo, las polémicas políticas (su apoyo a los serbios en la guerra de Bosnia, 1992-1995) y las puramente cinematográficas (el empacho que causaba la desmesura formal y conceptual de su cine, considerado por algunos simplemente cargante), que desde hacía tiempo perseguían a Kusturica, le fueron costando el aprecio de buena parte de la crítica europea.

En la vía láctea (2016), seleccionada a concurso en el pasado festival de Venecia y rechazada por el de Cannes (según su director, por su apoyo a Vladímir Putin), es un film cien por cien Kusturica. El serbio, que también protagoniza la cinta, vuelve a demostrar desde la primera y prodigiosa escena de los gansos ensangrentados su desbordante imaginación visual y su dominio de una cámara nerviosa y frecuentemente acrobática. Sin embargo, aunque en esta última obra, en comparación con otras famosas películas del autor como La vida es un milagro o Underground, parezca observarse un mayor deseo de contención, de atenerse principalmente a una historia (la de amor en tiempos de guerra entre un lechero, interpretado por Kusturica, y una refugiada, encarnada por Monica Bellucci), y a pesar de que En la vía láctea sólo dura 125 minutos, la sensación de hartazgo no tardó en llegarle a quien esto escribe.

Kusturica vuelve a poner en ebullición su explosivo caldero cinematográfico y las «tres historias reales y mucha fantasía» que, según él, componen su última película, explotan en un arcoíris de realismo mágico, humor grotesco felliniano y piruetas visuales (algunas ya generadas por ordenador). Ante tanto desenfreno visual y metafórico, uno se pregunta qué habría pasado si Kusturica, sin renunciar a sus señas de identidad, hubiera podido domeñar sus más indigestos excesos, porque, vistas de nuevo años después, sus primeras películas, ¿Te acuerdas de Dolly Bell? y Papá está en viaje de negocios, tienen, a pesar de las imperfecciones propias de un director aún no consumado, fuerza y personalidad a raudales, así como una mirada indudablemente propia.

En 1998, Ángel Fernández-Santos decía de Gato negro, gato blanco que era «una película ocurrente, de arrolladora inventiva, pero mal medida, incontinente… sabe a hueco». Parece que Kusturica, por su propia personalidad o malcriado por el mimo excesivo con que durante años lo trató cierta crítica, ha quedado preso de los excesos de su propio lenguaje, que anegan la innegable riqueza que podría haber, por ejemplo, en el mensaje antibelicista y romántico de En la vía láctea. Y es una pena.



 

EN LA VÍA LÁCTEA

Dirección: Emir Kusturica.

Intérpretes: Emir Kusturica, Monica Bellucci, Sergej Trifunovic Miki Manojlovic.

Género: comedia. Serbia, 2016.

Duración: 125 minutos.

 


 

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