Me casé con un boludo
Vivir así es morir de amor La nueva película de Juan Taratuto se erige como la continuación espiritual de Un novio para mi mujer (2008), y supone su regreso a […]
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Vivir así es morir de amor La nueva película de Juan Taratuto se erige como la continuación espiritual de Un novio para mi mujer (2008), y supone su regreso a […]
La nueva película de Juan Taratuto se erige como la continuación espiritual de Un novio para mi mujer (2008), y supone su regreso a la comedia romántica. Casi con diez años de diferencia se estrena (en España) Me casé con un boludo: mismos actores, una comicidad más accesible y una nueva reflexión sobre las relaciones de pareja. Ahora bien, en esta década, Taratuto ha perdido complejidad y ha ganado en estereotipos facilones. Ha llevado su guerra de los sexos a un terreno superficial a ritmo de Camilo Sesto hasta llegar, finalmente, a un final que roza lo inmoral.
Fabián Brando (Adrián Suar) es un actor argentino de gran éxito en Hollywood (o al menos eso es lo que él cuenta). Su fama es tan grande como su autoestima, que le ha convertido en una persona tremendamente egocéntrica. Por otro lado está Florencia (Valeria Bertuccelli), una aspirante a actriz que consigue su primer gran papel por mantener una relación con el director. Precisamente, será el rodaje de esa película el escenario para el encuentro entre ambos personajes, que acabarán por enamorarse y anunciar su precipitado matrimonio. ¿Vivieron felices y comieron perdices? Pues no, porque la armonía de este despliegue de personajes prototípicos se rompe en el momento de la convivencia: cuando uno se da cuenta de que no conoce de nada a la persona con la que comparte cama.
Hasta el tórrido romance reconvertido en matrimonio frustrado que ocupa apenas dos decenas de minutos en el film, Me casé con un boludo podría ser una buena reflexión sobre las consecuencias de precipitarse en las relaciones. Al igual que en Un novio para mi mujer, Taratuto juega con la cobardía del hombre y las inseguridades de la mujer (¡cuánta originalidad!) para hablarnos del matrimonio. No sería ninguna novedad en el género. De hecho, la comedia romántica se ha caracterizado tradicionalmente por tener algún tipo de moraleja final en su desenlace: amar significa no tener que decir lo siento, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y esa clase de lecciones que, en realidad, no ayudan a nadie y, habitualmente, promueven unas decisiones socioculturales basadas en una tradición patriarcal. En este caso, el personaje de Fabián, a sabiendas del rechazo que su verdadera personalidad ha generado en su esposa, decide hacerle creer que ha cambiado. Una pantomima que, como es de esperar, no acaba bien. Es entonces cuando la película parece alcanzar esa clásica moraleja: no se puede engañar a una persona para que te quiera tal como no eres.
Lo curioso es que al final (y aquí viene un spoiler «espiritual» -pero no explícito- del desenlace) resulta que todas las mentiras no importan, y nos conduce a otra conclusión: el amor lo perdona todo. Una solución tan simplona y cómoda como, a fin de cuentas, ineficaz, porque el carácter casi amoral de su personaje masculino no nos ha hecho caminar de su mano en casi ningún momento de la historia. Con todo, escuchar en repetidas ocasiones el clásico Vivir así es morir de amor es lo más emocionante de una película que está a años luz de las comedias románticas más transgresoras, desafiantes y profundas.
ME CASÉ CON UN BOLUDO
Dirección: Juan Taratuto
Intérpretes: Adrián Suar, Valeria Bertuccelli, Gerardo Romano, Norman Briski.
Género: comedia romántica. Argentina, 2016
Duración: 110 minutos