Alien: Covenant
Creacionismo alienígena Todo el primer segmento de Alien: Covenant depara una curiosa sorpresa que pocos podían imaginar: Ridley Scott está filmando un autoremake de Alien, el octavo pasajero (1979), un […]
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Creacionismo alienígena Todo el primer segmento de Alien: Covenant depara una curiosa sorpresa que pocos podían imaginar: Ridley Scott está filmando un autoremake de Alien, el octavo pasajero (1979), un […]
Todo el primer segmento de Alien: Covenant depara una curiosa sorpresa que pocos podían imaginar: Ridley Scott está filmando un autoremake de Alien, el octavo pasajero (1979), un poco al modo en que Howard Hawks lo hizo hasta tres veces con su historia del sheriff que defendía una ciudad en manos de cuatreros. Tenemos, de nuevo, una tripulación que es despertada de su sueño criogénico, la mujer que será heroína, la presencia de un androide, un ordenador central llamado Madre, los espacios asfixiantes, la trasmisión de origen desconocido y la expedición que deja la nave y baja a explorar el planeta misterioso. Esta especie de reescritura de la cinta fundacional, muy lejos de resultar un fiasco, devuelve a la saga unas maneras de elaborar la tensión que no se habían vuelto a repetir desde aquella, al ir construyendo poco a poco, con fundamento, su condición de ciencia ficción más terror a partes iguales. Y para cuando el autoremake acaba y la historia cambia a una fase diferente, ya se ha creado una base firme sobre la cual levantar, he aquí otra sorpresa, una fantasía gótico-espacial con todas las de ley.
A diferencia de la muy decepcionante Prometheus (2012), la primera entrega de las precuelas que explican de dónde venía el bicho de la saga, aquí no hay cháchara pretenciosa a paladas ni táctica del barullo argumental. Tampoco el atracón de un despliegue visual tan falto de vida. Todo es mucho más sencillo y eficaz. Y, por supuesto, divertido. Se elige una idea y se expone, durante un prólogo elegantemente rodado, con un diálogo entre el androide que interpreta otra vez Michael Fassbender y su creador humano, para después desarrollarla preparando con vivacidad un híbrido entre el relato de aire lovecraftiano que siempre se había intuido que albergaba la nave alienígena del largometraje original y una doble vuelta de tuerca a Frankenstein, el mito creacionista por excelencia en la narrativa de lo preternatural. Y a continuación, solo queda centrar los esfuerzos en crear atmósfera, que en este caso pasa a la fuerza por el diseño y concreción de los espacios, de una arquitectura fantástica y un imaginario de ruinas y sombras que trasladen a la pantalla visiones de pesadilla.
Alien: Covenant no deja de ser un producto de franquicia y, como tal, debe cumplir con el intento de saciar varias expectativas. Por eso, el desenlace incluye un espectáculo de acción, próximo a las declinaciones propuestas por James Cameron en Aliens: El regreso (1986), que difiere bastante de la naturaleza previa de la función (y en el cual, por cierto, apenas se entiende lo que se ve). La escritura se ajusta por momentos, asimismo, a un plan mecánico. Eso conlleva que canten algunas inconsistencias, como es la indiferencia mostrada por los humanos ante el descubrimiento de una meganecrópolis extraterrestre y la estancia en su interior, o la escasa elaboración de un punto de giro final demasiado obvio. Pero hay maneras y maneras de afrontar una franquicia. Esta es honesta. Promete y da, demostrando que Scott, ahora sí, se enfrenta cara a cara con el xenomorfo.
ALIEN: COVENANT
Dirección: Ridley Scott
Intérpretes: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Demián Bichir, Billy Crudup, Danny McBride.
Género: terror, ciencia ficción. Estados Unidos, 2017
Duración: 123 minutos