Miguel Martorell Linares


August, su padre, fue un capitán de fragata que gracias a los servicios prestados en la marina imperial ascendió en 1876 a la condición de caballero, y por tanto, a la nobleza. Por esta razón, los primeros años de vida de Georg von Trapp estuvieron vinculados al mar. Nació en 1880 en Zadar, en la costa dálmata, entonces parte del imperio austrohúngaro, y pasó su infancia y juventud en Trieste y en Pula, ciudad de Istria que contaba con una base naval imperial, y que en 1918 pasaría a Italia, en 1947 a Yugoslavia y en 1991 a Croacia. Heredó de su padre la pasión por el mar y también hizo carrera en la Armada austrohúngara.

En 1908 comenzó a interesarse por los submarinos y lo que en el inicio fue mera curiosidad derivó en una pasión que condicionaría su vida. En parte porque en 1910 recibió el mando del submarino SM U-6 y su carrera naval arraigaría ya bajo las aguas. Pero también porque en 1912 se casó con Agathe Whitehead, nieta del ingeniero británico Robert Whitehead, inventor del torpedo autopropulsado. El matrimonio tendría siete hijos.

Comandó varios submarinos durante la Gran Guerra y llegó a hundir catorce buques. Saldría de nuevo a la superficie para dirigir la base imperial de Kotor. Pero fue solo por unos meses: corría mayo de 1918 y poco después, derrotado en la contienda, el imperio austrohúngaro desapareció y su territorio se desparramó entre siete países. Aunque había vivido en Dalmacia y en Italia, Georg von Trapp se sentía austriaco de pura cepa y tras la debacle se instaló en una gran villa cerca de Salzburgo. A la altura de 1918 era en sí mismo un oxímoron: un marino en un país sin mar, «un capitán sin barco, que en el caso de él significa un cuerpo sin alma», observaría una amiga de la familia. En 1922, Agathe falleció tras contraer la escarlatina.

Por estas fechas, el capitán von Trapp, protestante por tradición familiar, se convirtió al catolicismo. Las conversiones fueron casi una epidemia entre las élites austriacas durante el período de entreguerras. El viejo imperio austro-húngaro, por su extensión, había acogido en su seno a judíos, protestantes y ortodoxos, pero el catolicismo era la religión imperial y tras la Gran Guerra muchos nacionalistas austriacos, nostálgicos de los viejos tiempos, transmutaron su fe original por la católica.

Años después de la muerte de Agathe, Georg von Trapp pidió a la abadesa de Nonnberg que le recomendara una institutriz para ayudar en la educación de su hija mayor. La abadesa envió a la novicia María Augusta Kutschera. Había nacido en Viena, en 1905, y moriría muy lejos de allí, en Vermont, en 1987. De su juventud sabemos poca cosa. Militó en las juventudes católicas austriacas y en los clubes excursionistas que buscaban una alternativa al mundo moderno en el retorno a la naturaleza y al folklore popular. De ahí le vino su compromiso con la música, que siempre entendió como un camino para llegar a la comunión con Dios, y que transmitiría más tarde a su familia: mediados los años treinta, los Trapp ya recorrerían Europa con un repertorio de canciones populares austriacas y música coral sacra

 

Profesaba una fe pasional, primitiva, simple, atávica, como «fue entendida —escribiría— por muchas generaciones desde el principio del cristianismo». «Las mortificaciones voluntarias nos hacen participar de los sufrimientos de Cristo», escribe en una ocasión; el parto debe ser doloroso, pues así está «ordenado por el Dios Padre desde el día en que Eva comió la manzana», apunta en otra.

Las peripecias de la familia desde que María llega a la casa de los Trapp se han difundido por todo el mundo por diversas vías. La fuente original son las memorias que ella misma publicó en 1949, dos años después de que George von Trapp falleciera en América: The Story of Family Trapp Singers, editadas en España en 1957 por editorial Guadarrama como Historia de la familia Trapp. María von Trapp vendió los derechos de su libro al productor y director alemán Wolfgang Liebeneiner, quien dirigió La familia Trapp, protagonizada por Ruth Leuwerick y Hans Holt, considerablemente fiel al libro.

El film tuvo un éxito impresionante: se distribuyó por todo el planeta y dio pie dos años después a una secuela dirigida por el propio Liebeneiner: La familia Trapp en América. No deja de ser chocante que Liebeneiner, que en los años cuarenta fue uno de los grandes propagandistas cinematográficos del Tercer Reich, se hiciera cargo de una historia de marcado carácter antinazi y que era un claro vehículo de propaganda nacional austriaca. En 1940 había dirigido Bismarck, que ensalzaba la construcción del imperio alemán por el canciller, seguido en 1942 por la secuela Die Entlassung, que narraba la decadencia de un Bismarck que, devenido en débil pacifista, pasa el testigo de la defensa imperial al Kaiser Guillermo. Lo cierto es que tampoco era nada extraño en la Austria de aquellos días encontrar a viejos nazis convertidos en patriotas: Kurt Waldheim, oficial de la Wehrmacht que llegaría a presidir la república austriaca, comenzaba por entonces su carrera política…

Tal fue la repercusión de La familia Trapp que la Paramount compró los derechos en 1956 y se los cedió a Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, quienes compusieron el musical The Sound of Music, estrenado en Broadway en 1959. Seis años después Robert Wise dirigiría la película del mismo título protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer, que en España se llamó Sonrisas y Lágrimas y en casi toda América Latina La novicia rebelde. Ganó cinco Óscar, se exhibió por todo el planeta y aún hoy, ajustados los precios a la inflación, sigue siendo la tercera película americana más rentable de toda la historia, detrás de Lo que el viento se llevó y La guerra de las galaxias.

Las diferencias entre el argumento del musical y la película de Robert Wise, de un lado, y el libro de María von Trapp, de otro, son notables. De entrada, en esta última película hay una contracción temporal. María Kutschera llegó a la villa de Georg von Trapp en 1926 y ambos se casaron en 1927. Todavía quedaban muchos años para el Anschluss, la ocupación alemana de Austria que acaeció en 1938. Sin embargo, la trama de la película transcurre bien avanzados los años treinta, poco antes de la invasión. Tampoco es real la historia de amor entre el joven cartero nazi Rolfe, un personaje inventado, y la hija mayor Liesl: es cierto que en la familia Trapp hubo un nazi infiltrado, pero como en las malas historias policiacas aquí el malo fue el mayordomo Hans. Ni es auténtica la muy cinematográfica y rocambolesca huida en medio de un concierto en Salzburgo. María von Trapp contó que habían escapado clandestinamente a través de las montañas, aunque su hija, más prosaica, aseguró en 2003 que simplemente habían tomado un tren anunciando que iban a América de gira, y nunca regresaron…

En los años que transcurrieron entre el matrimonio de María y Georg y el Anschluss ocurren muchas cosas que no figuran en la película de Robert Wise, pero sí en la de Liebeneiner. Los von Trapp se arruinaron al quebrar su banco en la crisis económica de los años treinta. Para salir adelante, alquilaron la parte baja del castillo por habitaciones a jóvenes católicos. Entre ellos llegó el padre Wasner, un musicólogo que transformó la pasión musical que María había logrado inculcar a la familia en una actividad profesional: los Trapp comenzarán sus giras por Europa en 1935.

Es en este momento cuando los nazis entran en escena. Georg, militar nacionalista austriaco, y María, una ferviente católica, se opusieron frontalmente a la invasión. El capitán se resistió a alzar en su villa la bandera con la cruz gamada, y cuando trataron de incorporarle a la Armada del Reich, los von Trapp decidieron abandonar Austria. A finales de 1938 ya estaban instalados en Estados Unidos, desde donde adquirieron fama internacional como The Trapp family singers.

Las imágenes de Julie Andrews, Christopher Plummer y los niños Trapp huyendo del nazismo forman parte del patrimonio cinematográfico universal. Pero el mundo conservador europeo de los años treinta era muy complejo y que combatieran al Tercer Reich no significa que los verdaderos Trapp fueran unos demócratas convencidos. En Austria, por sus especiales circunstancias, los militares nacionalistas y los fundamentalistas católicos se enfrentaban a los nazis. Pero en la guerra civil española, que se estaba librando en estos mismos años, combatían con Franco a la república e iban de la mano de la Falange, partido de vocación totalitaria como el nacionalsocialista. No resulta tan difícil imaginar a María von Trapp como propagandista católica en el Burgos franquista de 1938, ni a Georg von Trapp comandando por las mismas fechas un barco en la Armada de Franco. Aunque confieso que en ese caso me costaría más asociarles a los rostros angelicales de Julie Andrews y Christopher Plummer cantando Edelweiss.



Fotografías: Flammentanz.com // Papergreat.com // IMDb


 

6 Comentarios »

  1. Me parece muy interesante conocer la verdadera historia de la familia Trapp cuando el recuerdo de Sonrisas y Lágrimas nos daba sólo la versión anacarada de esa familia.
    Un abrazo. Antonio C anal.

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  2. Al igual que nuestro admirado Berlanga veo que el Imperio austro húngaro tiene en Vd. un fiel conocedor. Interesante recorrido por los protagonistas de uno de nuestros filmes más vistos. Por favor, otra de Austria… de Hungria .. de Berlanga.
    Pepa Sarsa

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  3. Me sumo a los agradecimientos. Muy buen artículo. No conocía la historia real. Pensaba que «Sonrisas y lágrimas» era otro intento de desnazificar a los alemanes (austríacos, en este caso), a pesar de tener uno de los mejores guionistas de Hollywood: Ernest Lehman. Ý muy curioso el dato sobre las tres películas más taquilleras de la historia teniendo en cuenta la inflación.

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  4. Muchas gracias, José Antonio. En realidad, sí es cierto que Sonrisas y Lágrimas ha contribuido -y mucho- a crear la imagen de una Austria antifascista que no se corresponde con la realidad. Los partidarios de la anexión a Alemania eran muchos. Y no solo entre la derecha. Los primeros defensores de la anexión a Alemania, tras la Gran Guerra, fueron los socialdemócratas austriacos, convencidos de que Austri, sin imperio, solo podía ser elamana. Luego fue la extrema derecha filonazi la que enarboló la bandera de la anexión, pero los nacionalistas austricacos antinazis no eran necesariamente demócratas.
    La verdad es que el hecho de que la película no sea fiel a al historia real de los Trapp (como no lo era el musical, o la versión previa alemana) no le quita un ápice de calidad. El guion de Lehman es muy bueno, así como la dirección de Robert Wise. Y qué decir de la música de Rodgers y Hammerstein. Es bueno saber cuáles son las diferencias entre la película y la historia real, pero eso no me impide seguir disfrutándola cada vez que la veo. Al fin y al cabo el cine es arte, creación, y no tiene porque ser fiel a los hechos

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