Symbol (Shinboru)
TRILOGÍA ESENCIAL: HITOSHI MATSUMOTO Por una filosofía del juguete Aunque la obra de un personaje tan radical como Hitoshi Matsumoto, cuando es leída en lugar de vista, puede dar de […]
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TRILOGÍA ESENCIAL: HITOSHI MATSUMOTO Por una filosofía del juguete Aunque la obra de un personaje tan radical como Hitoshi Matsumoto, cuando es leída en lugar de vista, puede dar de […]
TRILOGÍA ESENCIAL: HITOSHI MATSUMOTO
Aunque la obra de un personaje tan radical como Hitoshi Matsumoto, cuando es leída en lugar de vista, puede dar de entrada un razonable miedo al profano en lo asiático, Symbol es una buena manera de lanzarse a ella por diversos motivos: para empezar, el cineasta sí ha hecho los deberes en nuestro territorio cultural, siendo capaz de manejar iconos como las monjas o los luchadores enmascarados en una de las dos mitades narrativas de su segundo trabajo; y, para continuar, la universalidad de la lengua en la que habla, el humor. Tan universal que nos permite evocar cosas de aquí, como Miguel Noguera, el colectivo Canódromo Abandonado o incluso, a veces, algunas letras del cantautor Joe Crepúsculo, para intentar explicar lo que hace: son estilos tremendamente distintos, incluso entre estos mismos, pero en todos los casos se trata de artistas que, mediante la deconstrucción y el post-humor, han llevado el hecho cómico a un nivel de abstracción que ya no es que roce la filosofía, sino que por momentos la interseca. Noguera, en un texto de 2009, presentaba una idea titulada Por una filosofía del juguete, que versaba sobre el lanzamiento al mercado de unos muñecos con un poderoso complemento extra: tienen una especie de vida basada únicamente en que, de tanto en cuando, sufren infartos, derrames o brotes epilépticos que obligan al dueño a atenderlos con desfibriladores y bombonas si quiere que estos continúen funcionando (es decir, sufriendo más ataques repentinos) y no se vuelvan para siempre inertes/normales. Un inofensivo artefacto infantil contendría de pronto un acceso a la, en sus palabras, “dialéctica vida-muerte”. El ejemplo es bueno para otear el tipo de comedia (¡si es que está tipificada en algún sitio!) que el canario cultiva, pero también para describir su funcionamiento, esa re-imaginación de lo ridículo como inesperada vía a lo trascendental. Y es en este principio donde dos individuos tan ajenos como Noguera y Matsumoto pueden llegar a entenderse.
Como ya contábamos a propósito de su debut, Big Man Japan (2007), Hitoshi Matsumoto era y sigue siendo un importante humorista en su Japón natal. El autor de estas líneas no ha tenido oportunidad de verle en esta faceta, pero sus dos primeras películas demuestran que está presente en él, con creces, esa capacidad que tienen los cómicos observadores para localizar la broma escondida detrás de la situación más rígida, en los rincones más insospechados. Tanto es así que en Symbol puede recorrer ese camino a la inversa y esconder lo importante detrás de lo estúpido: unos genitales masculinos de goma, tamaño infantil, dispuestos en las cuatro paredes de la misteriosa habitación blanca donde el protagonista de la película, interpretado aquí también por Matsumoto, despierta un día repentinamente, sin saber cómo ha entrado ni cómo saldrá.
El giro en su tercer acto –que probablemente gustara mucho a Luc Besson, a juzgar por el de su Lucy (2014)– obliga a recapitular para buscar una interpretación consistente o un sentido al conjunto de las pistas antes ofrecidas, si bien el espectador de aquel enaltecimiento del kaiju-eiga que fue Big Man Japan tiene motivos para ya traer de casa la mosca detrás de la oreja y pensar en si Matsumoto, de nuevo, no estará tal vez interesado en articular un discurso sobre relato popular e identidad. Que recurra a motivos tan remotos como la lucha libre mexicana no debería ir en otra dirección, pero su sorprendente resolución añade nuevas capas de complejidad: ya no importa solo lo que los pueblos se cuenten a sí mismos, es que, en este presente multimedia turbador pero también increíblemente estimulante por lo caudaloso de sus opciones, un japonés puede tratar sin ningún problema algo intrínseco a la cotidianidad mexicana para que luego un español lo analice utilizando una herramienta estadounidense llamada blog. Y mediante un choque, y otro, y otro más, a lo mejor llegamos a encontrar alguna verdad importante sin que haga falta irse hasta Júpiter a por el monolito de 2001: Una odisea del espacio (1968, Stanley Kubrick).
Estructurada en tres capítulos con los nombres de “Educación”, “Ejecución” y “Futuro” (de duración irregular: pueden durar de cincuenta minutos a… cero), Symbol es el triunfo absoluto de una mente genial, cuyo don para la paja mental más apasionada va a la par con su fascinante sentido del espectáculo. Cine de arte y ensayo donde el arte y el ensayo no se necesitan entre sí para disfrutarse y admirarse; cine, en definitiva, imbatible.
Dirección: Hitoshi Matsumoto.
Guion: Hitoshi Matsumoto y Mitsuyoshi Takasu.
Intérpretes: Hitoshi Matsumoto, David Quintero, Lilian Tapia, Adriana Fricke, Carlos C. Torres, Arkángel de la Muerte.
Género: comedia, fantástico. Japón, 2009.
Duración: 89 minutos.
Trilogía Esencial: Hitoshi Matsumoto
(Fotografías: Media3 Estudio)