Tres piezas


Empieza Moonlight sumergiéndonos dentro de una historia de gueto negro norteamericano con la conversación entre un traficante de crack, su subordinado y un comprador sin dinero. Gesticulan y hablan como ya hemos visto y oído mil veces en la pantalla. Sin embargo, intuimos casi de inmediato que estamos ante una cinta muy diferente. Lo confirman los siguientes diez minutos. Durante una secuencia, con un sencillísimo y a la vez que poderoso motivo visual que nos sirve de segundo y definitivo, el auténtico, portal de entrada a la película, unos abusones persiguen a un chaval llamado Chiron. Este corre a refugiarse dentro de un apartamento abandonado, encondrijo habitual para yonquis, cuyo estado define la ruina del mundo donde vive y por el que siente rechazo, pues adivinamos en él la voluntad de distanciarse. De repente, el horizonte se abre cuando el traficante que vimos al inicio, poderosa figura de un adulto, arranca la tabla que cubre la ventana, se hace la luz en el interior de la oscura habitación, y rescata al pequeño.

El cineasta Barry Jenkins completa al poco la introducción filmando un partidillo de fútbol entre niños. La cámara nos descubre que la escena cotidiana posee una particularidad, el balón es una bola de papel de periódico, y nos traslada a otra conversación, con el ya protagonista Chiron y el único compañero que no lo rechaza y se acerca a él precisamente por su diferencia. De la falsa pelota de papel con la que juega el personaje central a la falsa dentadura de oro que llevará cuando haya crecido, Moonlight es una película cimentada sobre interrogantes acerca de la identidad y las apariencias, sobre aquello que los individuos podemos parecer o realmente llegamos a ser. El Quién Soy junto a las consustanciales preguntas Dónde Estoy y Adónde Voy.

Para construir esta historia de autoconocimento, Jenkins y el dramaturgo Tarell Alvin McCraney, autor de la pieza teatral original, parten del lugar al que pertenece Chiron y ellos conocen muy bien, pues es el mismo barrio en donde nacieron los dos y al que el director se ha ido a rodar, una zona deprimida en la ciudad de Miami. Y preparan un planteamiento en tres actos que coincide con tres edades diferentes en la vida del protagonista. El niño, el adolescente, el joven: segmentos distanciados en el tiempo y que entretejen sus hilos conductores internos con el objetivo de completar el retrato. Justo como muestra el extraordinario cartel promocional – si existieran premios al cartel que mejor explica el contenido de la película a la que sirve, este se los llevaría todos – con el ensamblaje de las tres piezas de un retrato, fragmentos de las caras de los diferentes actores que encarnan a Chiron, para formar un primer plano del personaje.

Jenkins atesora unas influencias bien reconocibles y que no esconde, nombres a los que él mismo ha mencionado en entrevistas, como Wong Kar-wai, Hou Hsiao-hsien (Tiempos de amor, juventud y libertad, concretamente) o Lynne Ramsay, de quien, asegura, aprendió la práctica neorrealista tras ver Ratcatcher. Asimismo ha hablado de una peculiar asimilación, la técnica de remezcla musical llamada chopped and screwed que consiste en la bajada del tempo en piezas rap a fin de lograr cadencias pausadas y etéreas. El director modula estilos dentro de cada uno de los tres segmentos y propicia un poco un sentido de falta de concreción, algo no necesariamente negativo tratándose de un relato sobre construcciones inestables de la personalidad.

Habrá que comprobar, casi seguro, en próximos acercamientos a la cinta cuánta de la fortaleza en su deseo estilístico y cuánto de la buena gestión de los silencios eran tales, o si acaso fueron automatismos resultones y extraídos sin más de otras obras, si siguen funcionando igual. Pero una vez vista Moonlight por primera vez será más difícil cuestionar tres poderosas razones que mantienen y mantendrán en pie sus verdades. La viveza del neorrealismo antes mentado, en cuanto a los preceptos de inmovilidad ambiental en un espacio desolado y la centralidad de un niño que reflexiona acerca de las cosas que hacen los mayores. La gran destreza de Jenkins a la hora de gestionar los momentos y los huecos en la biografía de Chiron. Y su superlativo trabajo en la dirección de los actores: magníficos Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes en el matizadísimo ensamblaje de las tres piezas del puzzle, sin olvidar a la británica Naomie Harris en el papel de la madre adicta al crack. En Moonlight hay drama, marginación, drogas y mundo gangsta, pero las intenciones al contarlo todo son muy diferentes. Y las miradas, las emociones, gratamente inéditas dentro de los parámetros cinematográficos de negritud y pobreza.


Moonlight


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MOONLIGHT

Dirección: BarryJenkins

Intérpretes:  Alex R. Hibbert, Ashton Sanders, Trevante Rhodes, Naomie Harris

Género: drama. Estados Unidos, 2016

Duración: 111 minutos

 


 

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