La fiesta de las salchichas (Sausage Party)
Ingenio al vacío No será en estas líneas donde se desdeñe a Seth Rogen. Salido de la impresionante cantera de Freaks and Geeks (Paul Feig, 1999–2000), a mediados de los […]
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Ingenio al vacío No será en estas líneas donde se desdeñe a Seth Rogen. Salido de la impresionante cantera de Freaks and Geeks (Paul Feig, 1999–2000), a mediados de los […]
No será en estas líneas donde se desdeñe a Seth Rogen. Salido de la impresionante cantera de Freaks and Geeks (Paul Feig, 1999–2000), a mediados de los 2000, Rogen fue ganándose merecidamente un espacio propio en la llamada Nueva Comedia Americana, sobresaliendo por su humor tosco, a veces abrupto, frecuentemente inmerso en lo cannábico (su voz ronca es seña de identidad), y cercano al ideal de campeón inmaduro que había representado, hasta entonces, un Adam Sandler cuya estrella ya decaía. A partir de la magnífica Supersalidos (Greg Mottola, 2007), para la que escribió el guion junto a su inseparable Evan Goldberg, descubrimos al Rogen autor: alguien que parecía aspirar a la conquista de una comedia eufórica, convencida de la juerga constante y la celebración imprudente como medio y fin en sí mismas. Así, las obras del dúo han mantenido prácticamente siempre la misma temática declinada en diferentes registros: el thriller de persecución en Superfumados (David Gordon Green, 2008), el heroísmo justiciero en The Green Hornet (Michel Gondry, 2011) –reivindicación del superhéroe como figura cool en plena legislatura del Batman de Nolan–, la crítica de la fama en Juerga hasta el fin (2013) o la sátira política en The Interview (2014).
Si en Juerga hasta el fin una cierta tendencia al chiste privado o de corrillo, justificable por su formato de “reunión de amigos”, podía anticipar un acomodamiento de Rogen y Goldberg en la autoindulgencia, The Interview lo confirmaba: su comedia a costa del régimen norcoreano, que saltó de la pantalla con el sainete en torno a un posible ataque de Kim Jong-un en suelo estadounidense, funcionaba en conjunto pero, también, evidenciaba las limitaciones de sus autores a la hora de tratar… temas de adultos. Si en sus películas, básicamente, la amistad y el festejo prevalecen sobre cualquier tipo de conflicto, en The Interview la aplicación de la fórmula generaba un subtexto más bien irresponsable: la visión de la dupla, en esencia, es que Corea del Norte es terrible porque priva a la población de su modelo (el de ellos) de diversión capitalista basado en el consumo. La –no obstante, poderosa– idea de un tirano viniéndose abajo ante una canción de Katy Perry ilustraba la burguesa y ombliguista concepción de la geopolítica de Rogen y Goldberg, a años luz de, por ejemplo, el contestatario Sacha Baron Cohen de El dictador (Larry Charles, 2012). Así, recorrido este camino, llegamos a La fiesta de las salchichas, la película en la que, a través de unos seis millones de bromas fálicas en ochenta y cinco minutos, los dos cómicos se han propuesto resolver el siguiente par de asuntos: la existencia de Dios y el sentido de nuestra estancia en la Tierra.
Partiendo de una premisa similar a Toy Story (John Lasseter, 1995) pero con comida, La fiesta de las salchichas plantea un microuniverso delimitado por las puertas de un supermercado, en cuyos estantes habitan alimentos de distintas sensibilidades y una única aspiración: ser comprados, su aparente pasaporte al Más Allá. La realidad es que estos alimentos son solo objetos explotados, y su destino no es otro que el de ser ingeridos y desechados (en el sentido fecal) por los dioses que les adquieren. Una salchicha extraviada, a la que Seth Rogen da voz, es quien logra ver en perspectiva la farsa de la que sus compañeros son víctimas, tratando de llamar a una revolución que revoque las relaciones de producción. Cabe preguntarse si habría risas al respecto durante la producción de la película: de acuerdo a The Hollywood Reporter, prácticamente la mitad de los animadores de La fiesta de las salchichas no han sido acreditados, tras protestar éstos por las condiciones abusivas de trabajo a las que se les sometió, con la complicidad del co-director Greg Tiernan y sin el conocimiento, supuestamente, de Rogen y Goldberg.
Un estilo visual heredero de la tradición slapstick, donde el diseño de personajes está concebido como broma en torno a su forma (el pan de perrito como vagina, en la que penetra la salchicha), su origen (el pan lavash: un musulmán) o simplemente en busca de su sexualización (el taco: una latina sexy), preside una película que se parece, en esencia, a su aspecto: correctamente facturada, con una narración fuerte y consistente, pero también presa total de las ocurrencias más obvias y ramplonas. En una escena, un drogadicto logra comunicarse con los alimentos como efecto secundario de lo que se ha inyectado: no es difícil imaginar un origen parecido a la propia La fiesta de las salchichas, con Rogen en plena epifanía fumeta, relatando emocionado y entre toses su idea a (por ejemplo) James Franco, con ojos enrojecidos y brillantes. Que la idea haya sobrevivido y se haya materializado acredita el poder que el humorista ha alcanzado estos años, pero también la voladura en marcha de todo filtro de calidad que alguna vez tuviera al construir sus comedias. Es sin duda su película más desatada, y entre la cascada de chistes hay, forzosamente, sitio para algún golpe de genio (un libro de recetas como equivalente gastronómico a El capital de Marx), y sin embargo su capacidad de transgresión no es mayor que la de una película de Shrek –saga en la que el otro codirector de la película, Conrad Vernon, es, por cierto, colaborador–. Se trata finalmente de una comedia existencial, cuyo discurso carpe diem recuerda al Woody Allen primitivo, y que se deja leer como la culminación ideológica de sus responsables: la fiesta como Arcadia al final de todo, superadas la opresión capitalista y divina. El problema paradójico es que, una vez realizado el Viaje a la Trascendencia de Rogen y Goldberg, puede que la pregunta última del espectador aún quede sin respuesta: ¿y qué?
LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS
Dirección: Conrad Vernon y Greg Tiernan
Guion: Seth Rogen, Evan Goldberg, Kyle Hunter y Ariel Shaffir
Voces: Seth Rogen, Kristen Wiig, Michael Cera, Jonah Hill, Bill Hader, Salma Hayek, Danny McBride, James Franco, Paul Rudd
Género: animación, comedia. Estados Unidos, 2016
Duración: 89 minutos