Las plantas

Sexo vegetal

La escenificación del despertar sexual de la jovencísima Florencia tiene lugar en el zaguán de su casa, a ambos lados de una puerta de cristal cerrada que separa la entrada del resto de la vivienda. Es el siguiente paso a su actividad en los chats de vídeo aleatorios que frecuenta en internet. Contacta con chicos, elige a uno y lo cita en casa. La experiencia, sin contacto físico, consiste en la masturbación por parte masculina mientras Florencia se limita a mirar desde el otro lado. En Las plantas, producción chilena que supone la puesta de largo del cortometrajista y director de videoclips Roberto Doveris, veremos repetirse la escena, con chicos diferentes, hasta tres veces, y después de la última, que se desarrolla de un modo diferente a las previas y cierra la película, vendrá el momento en el que descubriremos que todo el cúmulo de acciones erráticas en la abúlica existencia de esta chica al que hemos asistido, al final, era poco más que una paupérrima coartada para contar que la protagonista iba a iniciarse en el coito. Y ya.

Florencia tiene a la madre bastante grave en el hospital, cuida (más o menos) de un hermano mayor en estado vegetativo que lleva de la cama al sofá y del sofá a la cama, es cosplayer y junto a sus dos únicos amigos va a la Comic Con de Chile. La única novedad dentro de la desolada rutina es la lectura de un viejo tebeo de ciencia-ficción titulado precisamente Las plantas que relata cómo unos seres vegetales poseen a los humanos. Aquí reside el único y limitado concepto de la película, a modo de epidérmica metáfora sobre la inmovilidad, al mismo tiempo que la cámara filma continuamente las ramas del jardín y el cartel promocional traía unas hojas con una fruta-vulva carnosa: planta es la inexpresiva protagonista que interpreta la cantante argentina Violeta Castillo, planta es el hermano… y plantas somos los espectadores ante la inexistencia de un arco de evolución en el personaje principal, ante un panorama tremendo que, tal y como se cuenta, no suscita emoción alguna. A este largometraje sobre polvo primerizo lo alimenta muy poca savia – quizás la apropiada para un corto- y termina resultando la enésima veleidad del enésimo hombre que cree saber un montón sobre sexualidad femenina.