El reencuentro imposible


Con mayor o menor fortuna, el actor, guionista y director Xavier Dolan ha sido calificado de enfant terrible del cine canadiense y mundial, de heredero de Almodóvar o Wong Kar-Wai, e incluso de «nuevo Orson Welles» por la juventud con la que inició su carrera cinematográfica, a los 19 años, con Yo maté a mi madre. Después de la aclamada Mommy, Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2014, llega a nuestras pantallas Solo el fin del mundo, también galardonada en Cannes, esta vez con el Gran Premio de 2016.

En esta nueva película de Xavier Dolan volvemos a su mundo atormentado y desgarrado, a sus enrarecidos matriarcados. Louis (Gaspard Ulliel), visita a los suyos después de doce años de ausencia, con la intención de decirles que está a punto de morir. Dolan parte de la pieza teatral homónima del francés Jean-Luc Lagarce, dramaturgo gay, fallecido a causa del SIDA en 1995, y traslada la acción al Quebec contemporáneo, donde las referencias a la epidemia de finales del siglo XX desaparecen por completo.

En El zoo de cristal de Tennessee Williams (llevada al cine en 1950 por Irving Rapper y en 1987 por Paul Newman), Tom Wingfield regresaba a la abandonada casa familiar y allí rememoraba las tensiones que había vivido junto a una madre dominante y una hermana discapacitada. En Solo el fin del mundo Louis vuelve a visitar a los suyos, pero ese reencuentro, que no se produce siquiera en la casa de su infancia, muestra a una madre y unos hermanos absolutamente ajenos al recién llegado, al que cubren de reproches por haberlos abandonado. El efecto es casi el mismo que en la obra de Williams: el ausente se topa con el vacío, con el choque entre sus recuerdos y la realidad. O, más bien, con la constatación de que lo que recordaba, ausencia mediante, ha producido lo que ahora ve: en el caso de Williams una destrucción no sólo material sino emocional, en el de Dolan-Lagarce, una destrucción física y también psicológica.

En Solo el fin del mundo Dolan retoma sus constantes estilísticas, multiplicándolas hasta alcanzar a veces niveles incómodos o superfluos para el espectador: la incorporación de canciones a la acción, conformando una especie de sucesión de videoclips que se integran en una banda sonora siempre apabullante; el uso enfático de la cámara lenta; el retrato de personajes tensos, a menudo histéricos, y una cámara que se mueve con libertad y maestría, pero demasiado preocupada por impresionar en prácticamente cada plano.

Todos esos rasgos se apreciaban en Mommy, pero, a pesar de sus desequilibrios, conformaban allí un todo más uniforme e incluso más contenido que el que observamos en Solo el fin del mundo, donde el vistoso envoltorio visual y el dramatismo de la situación no nos evitan una sensación de frialdad. En Mommy la trama se sustentaba en un guion relativamente bien trabado y, sobre todo, en unas interpretaciones sobresalientes. Sin embargo, en su último film Dolan no logra desprenderse del origen teatral de la historia y comete, además, un flagrante error de casting: el aparente hijo pródigo que interpreta Gaspard Ulliel, a pesar de los larguísimos primeros planos que le dedica el ensimismado director, no alcanza a trasmitir el drama interior que sufre. El matrimonio que encarnan Vincent Cassel y Marion Cotillard, apresados como están en papeles planos y sin apenas matices, tampoco logra constituirse en contrapunto eficaz del silente protagonista. Sólo Nathalie Baye, como la matriarca de la familia, y Léa Seydoux, joven hermana de Louis, cubren con solvencia el expediente, a pesar del poco margen que les deja el guion.

Con típica insolencia juvenil, Dolan ha rechazado explicitar sus influencias, y dice que a veces «ve algo de Murnau o del primer Scorsese», aduciendo que «He tenido poco contacto con el cine; soy joven y no empecé a ver películas hasta los quince o dieciséis años» (Film Comment, 2 de abril de 2015). Quizá vaya siendo hora de que todo el talento que, como cineasta y guionista, sin duda tiene el director quebequés, acepte o reconozca la influencia de otros autores. Después de todo, Eugene O’Neill, Tennessee Williams o Harold Pinter, tan frecuentemente llevados a la pantalla, abordaron conflictos familiares muy parecidos a los de las películas de Dolan, y con una tensión dramática también afín a sus presupuestos. Y Orson Welles decía que rodó Ciudadano Kane después de ver cuarenta veces La diligencia de John Ford.


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SOLO EL FIN DEL MUNDO

Dirección: Xavier Dolan.

Intérpretes: Léa Seydoux, Marion Cotillard, Vincent Cassel, Gaspar Ulliel, Nathalie Baye

Género: drama. Canadá, Francia, 2016

Duración: 97 minutos

 


 

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