«Queríamos tramas que sucedieran por debajo y solo se viera la superficie» No una ni dos, tampoco tres: cuatro son las directoras que han debutado oficialmente en los estrenos de […]
«Queríamos tramas que sucedieran por debajo y solo se viera la superficie»
No una ni dos, tampoco tres: cuatro son las directoras que han debutado oficialmente en los estrenos de la última semana. Sin embargo, atención, estamos hablando de una sola película. El largometraje Las amigas de Ágata lo han ideado y realizado al alimón Laia Alabert, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, graduadas todas en Comunicación Audiovisual por la Pompeu Fabra, promoción 2014. Es un trabajo de fin de carrera que constituye una ópera prima en toda regla, es decir, una cinta profesional como cualquier otra. Las cuatro dispusieron de un año y el margen necesario para desarrollar a la vez el aprendizaje y la exploración fílmica que implicaba ensayar una metodología colectiva diferente. Tras el resultado, vinieron los festivales y comenzaron los parabienes.
Se trata de un pieza rebosante de autenticidad, a la cual sostiene una concepción de lo cinematográfico encomiable, tan a destacar dentro del panorama nacional. Las cineastas escriben, dirigen, fotografían y montan un retrato colectivo de amistad femenina, las transformaciones y la ruptura en el seno del grupo formado por la joven Ágata y sus tres amigas de la infancia. Marta Cañas (Ari) Carla Linares (Mar), Elena Martin (Ágata) y Victoria Serra (Carla), fueron las elegidas para encarnar a las protagonistas. Las directoras organizaron encuentros entre las actrices con el objetivo de fomentar complicidad y cierta sincronía con la ficción. Como buenas compañeras de viaje, la notable y fresca labor por su parte ayuda a materializar el vibrante relato de paso a la edad adulta.
El entrevistador intuía que el encuentro a cinco, el cara a cara frente a las cuatro directoras, no transcurriría igual que con una banda de rock and roll, la única experiencia similar que había tenido con un colectivo de artistas hasta el momento. En los grupos musicales suele acaparar el discurso el cantante, el guitarrista o, como mucho, tal vez el de los teclados. Son los emisores privilegiados de las palabras, mientras baterista y bajista casi seguro callan o apenas apuntan cosas sin importancia. Intuyó bien el entrevistador: como en Las amigas de Ágata, Laia, Alba, Laura y Marta no hacen monodia acompañada al afrontar una entrevista. Lo suyo es la práctica casi siempre de la heterofonía.
A menudo la gente joven que empieza en el cine siente mayor comodidad tratando temas que conoce bien de antemano. Suele mirar dentro de sus experiencias personales o a lo que le toca muy de cerca. En vuestro caso es así, pero aprecio un matiz interesante. No sois chicas de dieciocho que cuentan a chicas de dieciocho, ni de veintitrés sobre chicas de veintitrés. Hay un escalón: teníais veintitrés y contabais los dieciocho.
Laura: Cuando intentamos escoger el tema obviamente queríamos sentirnos legitimadas para poder hablar de ello y aportar todas por igual. Por eso pensamos en tratar la amistad. Desde primero de carrera siempre íbamos juntas y vivimos paralelamente el proceso de cambio de etapa, cada una con su grupo de amigas de infancia. El trabajo final de carrera cerraba nuestra etapa vital que es la universidad e hicimos un periodo de revisión. Es verdad que era una experiencia muy reciente y lo habíamos hablado ya porque salía siempre. Lo teníamos bastante analizado y nos apetecía también cerrar con algo propio de la experiencia que acabábamos de vivir.
Laia: Sí, sí que había un poco de mirada hacia atrás. Lo que pasa que no había pasado tan poco tiempo. Era eso, pensar en cómo te sentías antes.
¿Qué os llevó a hacerlo juntas y de esta manera?
Alba: Normalmente los proyectos de fin de carrera son en grupo. Nosotras ya habíamos ido juntas toda la carrera, hecho trabajos antes y éramos amigas. Además nos dejamos un año más para dedicarnos solo a esto, a jugar, aprender y experimentar.
Marta: La carrera son cuatro años. Los primeros son las obligatorias. Tercero y cuarto son las optativas. Ahí empezamos a pasárnoslo muy bien porque tomamos consciencia de lo que nos gustaba. Hicimos un motón de trabajos con los que aprendimos. Y estábamos muy, muy motivadas. Eran etapas de creación con muchas ideas.
Alba: Un ansia por hacer cosas.
Marta: Y llega el trabajo el final. La oportunidad para tener tiempo y hacerlo. “Va, lo haremos juntas, ¿no?”
Alba: Nos motivaba un montón.
Laia: No queríamos tampoco dividirnos las tareas. Una guion, la otra cámara, etc. Como era un aprendizaje con tutorías durante todo el año, a todas nos gustaba todo, queríamos probar todo y aportar todas por igual.
¿Pensáis que nos podríamos encontrar una película similar hecha al masculino?
Laia: Nosotras creemos que el cambio de Ágata es sentimiento. La película es una emoción y creemos que universal. El público nos dice que se ha sentido identificado, tanto chicos como chicas. ¿Qué pasa? Que igual en un grupo de chicos habría retratos distintos, otras situaciones, conversaciones y dinámicas. Pero el conflicto interior y el sentimiento también lo pueden tener ellos.
Laura: Tengo un amigo que estaba haciendo su trabajo final aquí en Madrid. Nos reencontramos y nos contamos nuestros proyectos. Él había hecho lo mismo con un grupo de chicos y, además, con un método de trabajo similar. Lo que pasa que todavía no lo ha montado.
Marta: En cuanto a método de trabajo, estuve en un rodaje que era mixto y era así. Nos entendimos todos muy bien. Yo creo que depende del grupo. Habría podido pasar que nosotras, siendo chicas…
Laia: …no nos entendiéramos.
Marta: Depende de las personas. No queríamos gente externa con la que no conectas, que no entiende el proyecto o con la que tienes que estar parando el rodaje. Todo giró alrededor de contar nuestra historia de la manera más veraz y sencilla posible. Lo que queríamos era un clima de confianza e intimidad.
Laura: Independientemente del género.
(de izq. a der.) Alba Cros, Laia Alabart, Laura Rius, Marta Verheyen
El conflicto, muy real y cotidiano, se va deslizando de una manera sencillísima, casi imperceptible. ¿Teníais asumido que esto fuera así? O, por el contrario, ¿el método de trabajo os ha llevado a esa cadencia?
Alba: Es que hablando sobre el tema lo vimos. Teníamos claro lo que queríamos cuando empezamos a profundizar, sobre todo en la primera fase de guion. ¿Cómo contamos una emoción que es tan sutil y de la que te das cuenta cuando ya ha pasado? Porque no es que te levantes un día y digas: “He cambiado”. Teníamos que contar un poco el contexto, de dónde viene, el porqué. En plan qué le pasa en la cabeza. Como era un proceso interior, a la hora de plantearlo, vimos que la forma tenía que ser algo sutil, que no fuera algo tan verbal.
Mar: Ligándolo a la primera pregunta que nos has hecho, al ser un proceso interior que puede durar tanto tiempo, en ese momento no éramos conscientes, al igual que Ágata misma. Con veinte años no hubiéramos podido hacer esta peli. Solo con veintitrés.
Laia: Cuando sabes lo que te ha pasado ahí.
Mar: Y ha habido ya el clic, ¿no?
Laura: Queríamos tramas que solo se viera la superficie. No sabes hasta dónde te está llevando la película y luego, de repente, ya eres consciente. Nos habíamos marcado pequeñas secuencias. Primero, el retrato de la amistad. Pues las filmamos todo el rato a ellas. Luego a Ágata la primera vez que la vemos sola con los de la uni, o la primera vez que está en una fiesta pero aún lleva a sus amigas. Pequeños hitos para que se vaya plantando poco a poco el conflicto. Durante la discusión final utilizan estas situaciones para recriminárselas.
Alba: El rodaje lo planteamos cronológicamente.
Laura: Sí, es muy importante.
Alba: Para nosotras también, que estábamos aprendiendo y queríamos que fuera muy real.
¿Se presentó algún cambio drástico durante el proceso?
Marta: Drástico, drástico, no.
Laia: Era descubrir según se avanzaba. Las cosas que teníamos pensadas, como la imagen final, las hicimos. Así que cambios, no.
Alba: Al final, como era contar un sentimiento y no íbamos súper cargadas de mil cosas, era tan sencillo que no había mucho que añadir ni que quitar.
Laura: Al principio nos planteamos añadir secuencias de Ágata sola, o Ágata con el grupo de amigos de la universidad. Pero nos dimos cuenta que en realidad lo importante era el grupo de chicas. Como si dentro de veinte años Ágata recordara su amistad con ellas. ¿Qué guardaría de esa época? No se acordaría de que aquella tarde había visto a su madre haciendo espaguetis (Todas ríen). Era quedarnos con el elemento.
Laia: Con la sensación.
Laura: Claro, yo me acuerdo de momentos claves.
Laia: Influye más cómo te sentías que lo que estabas haciendo.
Alba: Más de, ¡ostras!, en esta fiesta me sentí mal. O, en este café me aburrí.
Marta: Eso, eso. No tanto qué se dice como esa sensación.
La película se equilibra en dos bloques casi de la misma duración y con una cesura que marca un diálogo concreto, casi independiente del resto. En el primero explicáis la escisión del grupo por parte de Ágata y lo hacéis sin palabras, solo mediante los planos y la secuenciación. Ágata sola en casa, con el Facebook y tras la ventana. O ese plano fantástico cuando coge el ascensor para ir a la fiesta. Al acabar esa parte, la escisión ya se ha consumado. La segunda es cuando se certifica.
Laia: Sí, esto que dices de los dos bloques es así. Primero partimos de la imagen final y luego creamos el segundo bloque, que es más escrito, en ese sentido. Cuando estábamos en ello vimos que nos apetecía y necesitábamos contar también lo anterior, su amistad. La historia se iba creando y se acabó en el montaje.
Alba: Y evidentemente hay un arco dramático, aunque el método y la forma fueran diferentes, por así decirlo. Hablando con un buen amigo guionista siempre me dice que lo flipa, que si lo analizas, tenemos un guion súper clásico. Pero a primera vista no lo parece.
Laura: Está muy por debajo.
Marta: Nuestro tutor Elías [León Siminiani] es de guion, y nos puso el ejercicio de escribir diálogos y demás.
Laura: Para después depurarlo y depurarlo.
Alba: Deconstruir el guion.
Laia: Nos hacía plantearnos elementos, objetos, símbolos, todo esto. Pero estuvo muy bien, porque después venía si los queríamos o no. ¿Cómo lo vamos a hacer? Hicimos esa reflexión. Y pensamos hacerlo de otra manera.
De hecho las palabras solo tienen una función y cobran un sentido en la explosión final, cuando se dicen las cosas a la cara. Hasta ahí todo se ha entendido con la secuenciación.
Todas: Sí, sí
Marta: Por montaje.
Y después está la pieza a mitad del film, la conversación de Ari con el chico. Es casi un corto aparte. ¿Cómo surgió? ¿O ya estaba ideada?
Alba: Como jugábamos con la estructura básica y sabíamos lo que queríamos, había un espacio para la libertad. Mientras tuviéramos lo básico, todo el mundo podía aportar cosas. Además teníamos tiempo para hacerlo. En ese sentido, fue una escena que surgió totalmente improvisada. Estábamos Marta y yo grabando un momento íntimo de Ágata con la amiga de la uni, y Laura y Laia la hicieron. Yo la vi luego.
Marta: ¡No nos enteramos!
Laura: Teníamos dos cámaras e investigábamos. Era como un juego.
Laia: Íbamos a hacer la escena en la fiesta. ¿Qué harían las chicas, cada una de ellas, en dicha fiesta? Marta Cañas tenía muy interiorizado el personaje. Le dijimos que interactuara, que ligara con él, y sacó perfectamente la situación.
Laura: No había nada escrito. Fue ella.
Marta: Fueron diez minutos.
Las cuatro directoras de ‘Las amigas de Ágata’ / Francina Ribes
Dos preguntas del millón. La primera: ¿cómo se puede trabajar a ocho manos?
Laura y Marta: ¡O a dieciséis!
O a dieciséis, claro, con el trabajo de las cuatro chavalas actrices. Ya habéis contado que todo nace del grupo, pero ¿cómo se coordinan cuatro cabezas pensantes? A las decisiones, me refiero. Quién elige, por ejemplo, la música electrónica concreta que suena al principio. O empezar la película con planos muy cerrados y abrirlos según se avanza. Cosas así.
Marta: Eso ya estaba pensado.
Claro, pero pensará primero una sola cabeza.
Laura: Es que nos autoanimamos (Todas ríen).
Marta: Puede ser que una tenga una idea y las demás lo vean súper claro. Pero nos pasaba un montón, y eso es de piel de gallina, que alguna decía: “¿Y si hacemos esto?”. “¡Yo también lo había pensado!”, las otras.
Alba: Siempre íbamos para sumar. “¡Ay! Se me ha ocurrido esto”. “Ah, pues tal”. Y la otra suma.
Laia: No podríamos decir quién filmó tal plano o quién tuvo esta decisión.
Laura: “Mira, esta pared es guay”. “A ver”. “Así”. “Tira un poco más para allí”. Y todas: “Vale” (Ríen las directoras y el entrevistador).
Laia: Exacto, claro. Fue así.
Mar: O las chicas en la terraza y los fondos. Es que lo vimos las cuatro a la vez. Un fondo para cada personaje.
Laia: Y también teníamos el tiempo de pasar media hora diciendo esto y lo demás, que qué guay. En una situación de producción normal sería tal, tal y tal.
Laia: Así te lo puedes permitir, crear como te surge.
Alba: Y la dinámica y la confianza que juntas sumamos más. Un proceso creativo más rico.
Laia: También podía pasar que no los viéramos claro y lo decíamos.
Y la segunda pregunta concierne a un debate habitual. ¿Se nota, o se debe notar, que hay una mujer detrás de la cámara?
Laia (Tras tres segundos de silencio): Yo creo que no se debería notar. Vas a ver una película, no una película hecha por una chica.
Marta: No por ser hombre o mujer eres mejor. Somos todos personas. Lo que hay detrás de una obra artística es una persona. Deberíamos llegar a un punto de que fuera así.
Laia: Igual los chicos ven unas cosas y las mujeres otras. Eso puede pasar. Una chica cuenta cosas que un chico no ha vivido. Pero tú cuando vas a ver un peli, te tiene que dar igual.
Alba: Bueno sí, aunque es complicado. A mí sí me gusta que se note. Si pillo un festival, miro primero las directoras que hay y me centro en ello. Porque lo echo falta. Para llegar a la igualdad falta un poco hacer hincapié en crear un espacio y una representación.
Laura: A nivel de representación vale, pero ¿a nivel de filmar? ¿Tú dirías si este plano lo ha filmado una mujer o un hombre?
Alba: A veces un poco sí se nota. No sé, porque también existen mujeres que perpetúan la representación masculina. Por eso me gusta ver esta ‘cosa de mujer’.
Laura: Pero, ¿qué es ‘filmar-mujer’? Estás entrando también en una discriminación. Si a ti y a mí nos ponen solas a filmar en una habitación, voy a hacerlo distinto que tú seguramente. Entonces, ¿tú vas a ‘filmar-más-mujer’ que yo? No tiene sentido.
Alba: No, no. Claro. Pero al final se nos echa a nosotras más responsabilidad por ser mujer. Y ¿qué hacen los hombres? No revisan su representación.
Marta: Ya lo hemos hablado esto. Estamos aquí en un bucle. (Varias risas)
Laura: ¿Pero lo notas si algo lo ha filmado una mujer o un hombre?
Alba: A ver, sí.
Se puede notar.
Laura: ¿Sí? O sea, ¿crees que a Ágata un tío le hubiera hecho planos más medianos para verle las tetas?
Alba: Sería diferente la mirada.
Quiero decir que si caracterizamos a un autor por lugar de nacimiento, época, edad, la educación y las experiencias concretas, por ejemplo, el sexo también, el haber nacido hombre o mujer, puede suponer un rasgo más que llegue a activar distinción.
Marta: Depende de las experiencias que alguien haya tenido, de cómo hayas crecido como persona, y luego trasmitirlo en tu arte de una manera o de otra. No porque tengas pechos filmarás así o así. Se trata de lo que te ha nutrido.
Laia: Es más el contexto, lo que has vivido, lo que influencia tu manera de ver.
Alba: Sí, pero se destila algo. No sé. Cuando hacíamos la película, a mí alrededor, que era muy feminista, sí me decían que el retrato que hacíamos de Ágata, no lo haría igual un chico. Por el tipo de planos, simplemente.
Laura: En los temas y la representación, para mi tienes razón, pero en el estilo no se tendría que ver.
Fotografías: Ávalon. Portada: Francina Ribes
Agradecimientos a Laia Alabert, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen. A Ávalon y Paula Álvarez. ent.sa