Neil Young Journeys
Más de lo que se ve a simple vista En mayo de 2011 Neil Young concluía gira en su tierra natal. Con el disco Le Noise bajo el brazo, el […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Más de lo que se ve a simple vista En mayo de 2011 Neil Young concluía gira en su tierra natal. Con el disco Le Noise bajo el brazo, el […]
En mayo de 2011 Neil Young concluía gira en su tierra natal. Con el disco Le Noise bajo el brazo, el canadiense reproducía en aquellos conciertos el espíritu y las sensaciones del que era por entonces el último trabajo de estudio: sin banda de acompañamiento, desgranaba en solitario una serie de estampas sonoras moduladas por reverberaciones, ambientes hipnóticos y volumen abrupto, ya fueran piezas acústicas o eléctricas.
Antes del espectáculo en el Massey Hall de Toronto, Neil visita en compañía de la videocámara la ciudad en el norte de Ontario que le vio nacer (Omemee), aquella donde se iniciaron “todos sus cambios” según rezaba el clásico Helpless. Después, el trayecto de vuelta de dos horas, a bordo de un Crown Victoria de 1956, sirve para rescatar recuerdos dispersos, las pequeñas historias de infancia y juventud que conformaron la primera etapa de la jornada a través de la vida. Es también el oportunísimo carril por donde hacer discurrir un documental musical.
Neil Young Journeys es un precioso mosaico de experiencias e inquietudes a retazos. Quien lo conozca sabrá que el artista ha sido muy poco dado en toda su carrera a sistematizar. Que suele rehusar los acabados con apariencia elaborada y le mueve el gusto por las palpitaciones, por los flecos que asoman bajo los dobladillos. Entonces no cabe esperar durante este viaje orden o equilibrio, tampoco datos y secretos a granel. En apariencia, la estructura es básica y parca la materia. El documental parece sólo eso, una carretera con paradas, más un conjunto de canciones –nuevas, antiguas e inéditas – a modo de teselas sonoras que ahora convierten el escenario en refugio de la memoria y los sentimientos que aguantan el paso del tiempo.
Después de Heart Of Gold (2006) y Trunk Show (2009), de hechuras más amplias ambas, Jonathan Demme cierra con introspección y recogimiento su trilogía cinematográfica sobre Young. Como si un dueto entre músico solista y realizador se tratara, el encuentro sirve además para inventariar algunas de las obsesiones en Neil como son la ecología, la guerra, los episodios luctuosos en la historia estadounidense (la matanza en la Universidad Estatal de Kent, el exterminio de la población indígena), la melancolía por aquellos que se fueron, los relatos en primerísima persona por la autopista de las drogas, el orgullo por la descendencia familiar y la gratitud hacia aquella persona que caminará a tu lado hasta el final. El recital es un viaje, el viaje es un recital.
Es un error pensar que estamos ante la simple grabación de un concierto y los comentarios de un artista veterano al volante. Ciertamente tampoco es un documental musical al uso: Young y Demme obtienen sin retóricas, con la mirada reposada que tal vez conceda la madurez al borde de la senectud, una simbiosis hermosa de música, escenificación e imagen. Neil Young Journeys constituye un todo orgánico donde la pareja emplean sus mejores recursos en un ejercicio “Menos es Más” estupendamente finalizado. Parafraseando otra celebre canción del músico, hay aquí mucho más cine de “lo que el ojo ve a simple vista”.
NEIL YOUNG JOURNEYS
Director: Jonathan Demme
Género: documental, musical. Estados Unidos, 2011
Duración: 87 minutos
(Fotografías: sonyclassics.com)
rep.