TRILOGÍA ESENCIAL: HITOSHI MATSUMOTO

La maravilla rutinaria


En el año 2007, Hitoshi Matsumoto debutó en el cine dirigiendo, co-escribiendo y también protagonizando Big Man Japan, una revisión del género kaiju-eiga (literalmente, “películas de bestias extrañas”) en clave de falso documental y –sin marcar nunca el tono– comedia.

Matsumoto, ya bien entrado en la cuarentena en el momento de rodar esta película, era precisamente bien conocido hasta entonces en su país por su faceta de humorista: desde 1982 hasta hoy, es la mitad de Downtown, un dúo que cultiva un tipo de comedia de roles japonesa denominada tradicionalmente manzai. Cercano al estilo stand-up más extendido en Occidente, el manzai se caracteriza por la velocidad de sus chistes y suele representarse con dos personajes, uno serio y otro gracioso. Como en Downtown, Hitoshi Matsumoto asume en Big Man Japan el papel más contenido, dando vida a la sombría figura de Daisato, un superhéroe en horas bajas, con la capacidad de hacerse gigante a través de la electricidad y encargado de defender la ciudad de Tokio frente a los monstruos invasores que, de tanto en cuando, acuden a ella. Daisato, sexto eslabón en su árbol genealógico de superhéroes, tiene que hacer frente, por un lado, al recuerdo de sus mucho más admirados antecesores y, por otro, al creciente desinterés que siente la población hacia él, unos por sus pobres métodos de lucha, y otros porque no soportan el escándalo ni el espectáculo con que realiza su trabajo, llegando algunos incluso a simpatizar más con los monstruos.

El formato mockumentary, al utilizarse en comedia, se ha consolidado como una eficaz herramienta a la hora, sobre todo, de trabajar desde el patetismo: al fin y al cabo, el carácter testimonial del género documental, que por definición presenta la realidad sin florituras, sirve en muchos casos para desmitificarla o cuestionarla, de ahí que haya surgido todo un subgénero “falso” de títulos basados en las variaciones históricas, como CSA: Confederate States of America (2004, Kevin Willmott) o nuestro 23-F: Operación Palace (2014, Jordi Évole), que funcionaban no solo como bromas sino también como modelos alternativos desde los que valorar los verdaderos estados de la cuestión que abordaban. Big Man Japan cumple exitosamente en el plano más hilarante, pero a la vez trata el quid de una cuestión de manera inteligentemente sutil.

Condenado a repetir cada vez que se convierte en gigante, por pura inercia, un ritual absurdo que no sirve para nada, el personaje protagonista sirve a Matsumoto para hablar de una Maravilla racionalizada y sometida a los tiempos de la rutina, devaluada por una ausencia total de pasión que se corresponde, proporcionalmente, con la de unos espectadores a estas alturas muy cansados de sus números. La película romperá todo su sentido –en realidad, un gesto con plena coherencia– en su delirante final, reconquistando repentinamente todo ese territorio perdido a modo quizá, para los autóctonos, de celebración de la identidad nacional, pero también, para la audiencia global, de reivindicación del gran cine popular en los términos adecuados, dionisiaco, placentero y libre. Justo lo que es, en el fondo, este primer trabajo cinematográfico del artista, una película que no se limita a reclamar el kaiju-eiga disparatado y sin miedo al ridículo que el cine moderno parece estar bloqueando, sino que, de hecho, lo aporta: con una imaginación desenfrenada (sus alucinantes monstruos, o ideas que directamente ni pueden culminarse porque no hay sitio, como la del gato que también se hace gigante) y comprometidísima hasta la última consecuencia con la excentricidad de su premisa, Big Man Japan es muchas cosas, pero jamás rutinaria y desapasionada.


Big Man Japan (6)


Frontal_Matsumoto_Big_Man_Japan (476x640)BIG MAN JAPAN (Dai-Nipponjin)

Dirección: Hitoshi Matsumoto.

Guión: Hitoshi Matsumoto y Mitsuyoshi Takasu.

Intérpretes: Hitoshi Matsumoto, Riki Takeuchi, Ryunosuke Kamiki, Itsuji Itao.

Género: falso documental, comedia, fantástico. Japón, 2007.

Duración: 98 minutos.


Trilogía Esencial: Hitoshi Matsumoto

(Fotografías: Media3 Estudio)


 

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