Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
Un pintor de la condición humana Santiago Alonso Concluía André Bazin en su encendida defensa de la impureza que las asimilaciones que pudiera el cine hacer de las otras artes […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Un pintor de la condición humana Santiago Alonso Concluía André Bazin en su encendida defensa de la impureza que las asimilaciones que pudiera el cine hacer de las otras artes […]
Concluía André Bazin en su encendida defensa de la impureza que las asimilaciones que pudiera el cine hacer de las otras artes no entrañaban desviación ni herejía, sino multiplicidad de dimensiones que ofrecer al espectador. Respecto al maridaje con el arte escénico sostenía, por ejemplo, que el teatro cinematográfico sería una forma teatral complementaria, la única manera contemporánea posible de levantar una puesta en escena de algunas obras, sobre todo los clásicos. ¿Y con otras manifestaciones? Si hubiese que establecer una simbiosis entre cine y pintura, algo que pudiera llamarse pintura cinematográfica o cine pictórico —el crítico francés no llegó a ello y se limitó a valorar positivamente las películas sobre la pintura, bien la que entrañaba filmación de un cuadro existente, bien la de los procesos del creador pintando—, el trabajo del sueco Roy Andersson se erigiría como ejemplo de posibilidad mayúscula.
Treinta y nueve escenas distintas, que son treinta y nueve cuadros vivientes, componen Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, película que completa la llamada por su autor Trilogía Viva, junto a las anteriores Canciones del segundo piso (2000) y La comedia de la vida (2007). En ella, Andersson prosigue la exploración de los problemas existenciales de los hombres y su manera para hacerlo no ha cambiado desde que creara un modus operandi tan insólito en el célebre cortometraje World of Glory (1991), del cual emanaban en gran medida los ingredientes de tristeza y humor, las posturas filosóficas y las bofetadas de los tres largometrajes. Personajes prácticamente inmóviles en sitios entre lo onírico y lo cotidiano, lo absurdo y lo apocalíptico; palidez de tonos pastel sobre rostros y superficies; laconismo absoluto y malentendidos propiciados por la ausencia de las palabras. Todo filmado bajo el empeño, que apenas se desvirtúa, por una composición milimétrica donde se juega con la profundidad de campo, con las rectas paralelas y los puntos de fuga a menudo extremos.
Tras tres prólogos en torno al encuentro de los individuos con la muerte, aparecen los protagonistas, Sam y Jonathan, dos comerciales de artículos de broma que luchan por colocar la mercancía. Ejercerán así de cicerones durante este paseo por la condición humana, mayoritariamente por su peor lucimiento: la humillación a los demás, la guerra, la intransigencia, la mezquindad, la maldad del homo sapiens, la pulsión por ejercer el exterminio. Algunas escenas impresionan debido a su complejidad formal (el doblete que protagoniza el rey Carlos XII de Suecia), otras por el atroz simbolismo que contienen (el gigantesco cilindro musical que acciona el ejército colonial).
Ha necesitado Andersson cuatro años de dedicación completa para terminar los cuadros cinematográficos que integran Una paloma se posó. Y la única novedad técnica que la diferencia de las dos anteriores supone un grado: el uso del digital le confiere a esta una brillantez y una viveza propias que la hacen quizás definitiva. El realizador pintor disfruta el digital y nos lo hace disfrutar. Contemplemos y reflexionemos. Como ante las pinturas, como ante las pantallas.
UNA PALOMA SE PASÓ EN UNA RAMA A REFLEXIONAR SOBRE LA EXISTENCIA (En duva satt på en gren och funderade på tillvaron)
Dirección: Roy Andersson.
Intérpretes: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg.
Género: drama, comedia. Suecia, 2014.
Duración: 101 minutos.