En los límites de la realidad y la cuántica
Generadoras de entusiasmos entre parte del público y la cinefilia internacionales, bastantes veces por causas en verdad bien justificadas, las corrientes actuales del cine americano de presupuesto más bajo, cuando no exiguo, siguen manteniendo viva la llama desde que hace casi una década empezaran a surgir movimientos como, por ejemplo, el mumblecore y se asumiera que una parte de lo que en los noventa se consideraba alternativo ya había pasado sin remedio a semejar una marca patrocinada de la cual convenía diferenciarse. Tendencia honda hacia el naturalismo en los diálogos, juego con las posibilidades que ofrece la improvisación, uso ordinario del digital, temáticas que implican casi siempre a treintañeros inmersos en su ambiente y en sus relaciones personales, son algunas de las constantes que poseen estas producciones hechas a coste mínimo.
Coherence, opera prima de James Ward Byrkit, comparte todas y cada una de dichas características pero además se adscribe a una peculiarísima derivación del fenómeno que surge cuando una serie de cineastas sobrepasan los registros graduales de drama y comedia a fin de explorar, o bien entrar de lleno, en el cine de género. Los resultados lucen muy desiguales, por ejemplo, en el de terror – una guía la encontrará quien tuviera curiosidad en el film colectivo V/H/S (2012), donde se evidencia que los directores más divulgados (Adam Wingard, Ti West) son sensiblemente aquellos con menos interés –, mientras que en el campo de la ciencia ficción surgen la sorpresas, como la comedia indie Seguridad no garantizada (Colin Trevorow, 2011)… ¡sobre viajes en el tiempo!. Ahora Coherence evoca el espíritu de otra referencia con solera, la mítica En los límites de la realidad (Twilight Zone) de Rod Serling, y presenta una historia fantástica con mucho de thriller psicológico bajo altas dosis de teoría científica pura y dura.
El preceptivo grupo de amigos entre los treinta y los cuarenta se reúne en casa de dos de ellos. Durante la cena charlan acerca de la principal atracción de esa madrugada, el cometa Miller, que surcará los cielos de la noche. Mientras comentan noticias misteriosas en relación con el paso de anteriores cometas, empiezan a reventarse los móviles, a cortarse internet. La luz eléctrica desaparece. Algo está pasando fuera, en el vecindario, y ese algo traerá unas consecuencias que desbaratarán la concepción de la realidad asumida por protagonistas y espectadores.
La base para el argumento que Byrkit toma – lo verbaliza además un personaje dentro del film – es un experimento teórico clásico de la física cuántica sobre los mundos paralelos, el experimento del gato de Schrödinger. El proyecto busca el modo de ampliar unas complejidades narrativas según lo permitan una producción y un presupuesto tan limitativos.Y en este caso dichas complejidades contienen conocimiento científico e implican una agudeza de mente propia de quien se haya entrenado en la materia.
Lo cierto es que estas condiciones no le impedirán seguir el hilo al sector de la platea que “hiciera letras”, pues el componente intriga aguanta y llega hasta el plano final; sin embargo, tanta rigurosidad para colgarse los galones de cine inteligente hace que se acaben descuidando bastante más de lo deseable el trazo de personajes y la verosimilitud en algunos comportamientos o en el mismísimo recurso para introducir informaciones básicas mediante personajes ausentes y libros que casualmente estaban allí.
Visto el asunto desde otra óptica: Coherence satisfará con seguridad a los amantes de una ciencia ficción dura; algo menos a quienes prefieran criterios suaves, que echarán en falta maneras distintas (y más elaboradas) de concretar el viaje hacia la fantasía.
COHERENCE
Dirección: James Ward Byrkit.
Intérpretes: Emily Foxler, Maury Sterling, Nicholas Brendon.
Género: ciencia-ficción, thriller. Estados Unidos, 2013.
Duración: 89 minutos.