«Tengo que admirar a la gente con quien trabajo, y a partir de ahí todo sale naturalmente»


Entre el thriller y la narración alucinatoria, la película Prometo um dia deixar essa cidade, brilla con una luz muy particular dentro de la última edición de Novocine. La cinta, una inesperada y audaz propuesta que aúna cinefilia – una cinefilia del gozo por los años setenta que reverdece los lenguajes del cine de explotación – con la intencionalidad de identificarse a la vez con el presente, cuenta el difícil camino de rehabilitación que debe emprender Jolie (Bianca Joy Forte), una joven recién dada de alta de una clínica psiquiátrica tras haberse curado de sus problemas, en apariencia, con las drogas. Perteneciente a una familia bien pernambucana, Jolie se ve en medio de un mundo hostil, abocada al enfrentamiento contra quien mejor lo representa, su tiránico padre, un poderoso hombre de la comunidad que esconde una obsesión bastante malsana por la hija.

Dirigido por Daniel Aragão, una de las promesas del cine brasileño y autor de Boa Sorte, Meu Amor, el film está fuertemente ligado a otro nombre, el de la valiente productora Mariana Jacob. Daniel y Mariana pertenecen al grupo de jóvenes cineastas del Estado de Pernambuco, artistas que buscan consolidar su parcela dentro del cine nacional, con una identidad que los diferencie y una clara intención de traspasar fronteras.

Prometo um dia ya ha viajado a los festivales de Argentina y Rotterdam, y la llegada a Madrid dentro de la IX Muestra de Cine Brasileño nos ha permitido conocer no solo la que seguro ha resultado la obra más inesperada de toda la selección, sino también a su productora, una profesional orgullosísima del resultado, persona que derrocha energía a raudales y que deja traslucir a cada momento el arrojo continuo que precisa el desafío de esa aventura llamada Hacer Cine.

El proyecto fue especial para Mariana porque supuso su debut a cargo de la responsabilidad central de la producción tras una dilatada trayectoria en diferentes ámbitos dentro de dicho campo, tanto en España, su país de formación y donde vivió durante diez años, como en su Brasil natal, país al que volvió hace tres. Generosísima con su tiempo, de una simpatía genuina y hablando un español perfecto y cercano, Mariana trasmite durante la conversación la pasión por lo que le gusta y además nos brinda la gran oportunidad de acercarnos mejor a la figura del productor cinematográfico – los procesos de aprendizaje, los anhelos y las zozobras -, y también a la historia profesional propia, siempre sumando capítulos y más capítulos. El último, un novedoso proyecto actual de productora audiovisual y cultural bautizada con el nombre de INQUIETA. Naturalmente, no podía llevar otro.

 

¿Por qué elegiste para tu primera gran prueba a un director de las características de  Daniel Aragão?

Arriesgados los dos, ¿no? ¡Hubiera sido más fácil para mí haber elegido algo más sencillo! Pero no. Al volver a Brasil me hablaron del Janela Festival Internacional de Recife, y yo me sentí en la obligación de ir para saber qué tipo de cine se hacía, porque entonces no conocía nada del cine brasileño, solamente lo más comercial, como Tropa de Elite o Ciudad de Dios, cosas así que me llegaban aquí, un poco como a cualquiera, y también un poquito de historia, solo gente como Glauber Rocha, porque yo había estudiado la Historia del Cine europeo, o el universal muy en general. Cuando llegué a este festival fui a ver su película Boa Sorte, Meu Amor. Me impresionó mucho porque me pareció superarriesgada, en blanco y negro, con mucha referencia clásica… Ya uno de los primeros planos me remitieron directamente a David Lynch y dije: “Este chico está fatal ¡Cómo se puede ser tan prepotente!” (Risas). Me estaba divirtiendo con la película pero pensaba que se iba a dar una hostia y yo quería verlo. La veía venir pero no llegó. Creo que la película termina muy bien y me quedaron las ganas de poder participar en ese tipo de cine. Como tres o cuatro meses después, me llamó él un día porque le habían dado mi número diciéndole que había llegado una productora nueva a la ciudad. Al principio estaba buscando un productor ejecutivo para incorporarlo a su empresa y hacer la película como él quería realmente hacerla, sin perder ese tipo de control. Lo entendí desde un principio, pero también que necesitaba de nosotros. Fue una negociación sencilla y fuimos muy directos.

Cuentas una situación que no creo que sea muy habitual, un encuentro tan natural entre un productor y un director.

Para nada. Me dijo que me ofrecía la producción ejecutiva y le respondí que yo entraba pero siendo socios, que iba a hacer la ejecutiva y si me daba tiempo, ¡le hacía la dirección de producción! (Risas). Al final dejamos esto a otra productora, que es muy buena, porque cuando empezamos a trabajar, con el guion y la preproducción, de repente la dimensión cambió y nos paramos a reflexionar. Teníamos una película más grande.

Comentaste el otro día durante la presentación ante el público que os llevó un periodo de tiempo inusualmente corto, un año y dos meses. Y cinco semanas de rodaje. No sé si es consecuencia de la situación actual de la industria. ¿Nuevos tiempos y modos de producción para nuevos tipos de películas? ¿O viceversa?

Yo creo que tiene más relación con la propia personalidad de quien lo hace que con el sistema. El sistema te condiciona a hacerlo despacio. Las ayudas nunca llegan de una vez. Por ejemplo, las ayudas se dividen entre producción, postproducción y distribución. Tú lo que tienes que hacer es coger lo de producción, buscarte la vida con lo que sea, como ventas para televisión y otros patrocinios privados para completar ese presupuesto. Terminas la película antes y cuando entran las partidas de postproducción y distribución, ya está pagada de alguna forma, o pagas las deudas que te dejaste cuando estabas produciendo. Realmente el sistema te induce a ir despacio, a producir en tres años. Nosotros no estábamos dispuestos a eso. Y Daniel, muchísimo menos. Es muy impetuoso. Si por él fuera, rodaría una película al año.

Mariana Jacob, durante la presentación en Madrid de 'Prometo um dia'
Mariana Jacob, durante la presentación en Madrid de ‘Prometo um dia’

Para quien no haya visto el tráiler, o incluso habiendo leído antes la sinopsis, la película está llena de sorpresas que el espectador no se espera. Por ejemplo, el gusto que tiene Daniel por el exploit y por el cine de los años setenta. ¿Tú lo compartes?

¡Por supuesto! Una de las cosas que tenemos en común es que siempre decimos que hemos nacido en el año equivocado. Tengo treinta y un años y Daniel treinta y tres, somos de los años ochenta y nos da mucha rabia eso porque pensamos que es una época en la que no hay nada. Somos un poco atemporales porque también somos cosmopolitas. Modernos, pero sí que echamos la mirada hacia atrás. El gusto por la música antigua hace mucho y te remite a ese tipo de época que nos enamora. Estamos enamorados de la música: Daniel es dj y yo he tenido grupo. De alguna forma, siempre estamos mirando hacia atrás.

Existe esta tendencia desde muchos años por parte de directores de procedencia diversa, empezando quizás por el ejemplo canónico de Tarantino, de mirar los setenta, tomarlos y después reelaborarlos. Con mayor o menor fortuna, dependiendo de los casos. En mi opinión, habéis conseguido combinar bastante bien esa postura con vuestra marca propia. Hasta bebiendo de los productos o directores más libres e impetuosos, como nada más y nada menos, otra vez una grata sorpresa, el gran Jesús Franco.

¿¡Lo viste, no!? (Risas). Por eso digo que esta película es un popurrí de muchas influencias y a la vez una búsqueda de lenguaje. No hay que negar que nosotros estamos hechos de influencias y me parece bien que se hagan homenajes de esa forma tan clara. Daniel es un cinéfilo, no puede evitarlo, y ese es su lenguaje.

Lo bueno es que no es una simple mímesis, sino que el lenguaje traza un hilo que enlaza pasado con una película del 2015.

Sí, es supermoderna. Me alegro que lo veas así.                              

Otro aspecto que también remite a aquellas cintas, aunque aquí precisamente tratado o redimensionado con otros objetivos, es el personaje femenino que sufre tanto abuso, un abuso a veces atroz.

El protagonismo femenino en una sociedad patriarcal. Ahí está el gran conflicto. Daniel siempre lo hace y sus personajes más fuertes son mujeres. Él dice que ha estado siempre rodeado de mujeres fuertes, le gustan y le motiva conocerlas, hablar sobre ellas. Prometo um dia deixar essa cidade está basada en una experiencia que le pasó a su tío, no exactamente igual, pero sí relacionada con las drogas y la incomprensión de una familia tradicional. Daniel la cogió y directamente la cambió poniendo a una mujer. También por hablar de una cuestión muy actual. En Brasil sufrimos mucho machismo, por parte de hombres y mujeres. Y no te estoy hablando de violencia de género, sino del machismo del día a día, sistémico. Donde hombres y mujeres no tienen los mismos derechos ni acceso a lo mismo. Es lo que ves y sientes todo el día. Nuestra labor ha sido recoger elementos del pasado y lanzarlos a una especie de contexto extremadamente actual, esa sociedad patriarcal, un poco anticuada pero verídica.

Hablando entonces de que ante todo se trata de una película de personaje, y de personaje femenino, cuéntanos algo acerca de Bianca Joy Porte, la actriz que lo interpreta.

Es su debut también. Es francobrasileña y hace teatro. Al principio íbamos a contar con la  protagonista de Boa Sorte, Meu Amor, pero no pudo porque le salió una telenovela en la cadena Globo, justo a raíz de la repercusión de la película. No quisimos hacer castings. Teníamos que pensar quién podía hacerlo. Hablando con un amigo que conocía a Bianca, le dijo a Daniel que ella podía funcionar. Daniel la buscó, vio que no había hecho nada de cine, pero que le gustaban los retos también. Bianca es muy visceral, muy fuerte. Ella es un poco ya el personaje. En cuanto hablamos con ella, dijo que quería hacerlo. Lo que pasa que vive en Rio, por lo que le compramos un billete para que viniera a conocernos. Desde ese momento, Daniel quiso que fuese ella. Reconozco que hasta yo le pregunté si no se estaría dejando llevar por la ansiedad y por la belleza de Bianca. Me contestó: “Estoy seguro, sé lo que estoy haciendo. Confía en mí”. Y yo confié. El tipo de trabajo que hicieron resultó exhaustivo. Yo, que me quedé fuera y no participé en ese trabajo, vi a una chica con mucho carácter y con el entusiasmo de la primera vez transformarse en Joli, con ese cansancio, esa tristeza… La película es ella.

Bianca Joy Porte en "Prometo um dia"
Bianca Joy Porte en «Prometo um dia»

Y hay un elemento más, fundamental dentro del conjunto, que es la fantástica banda sonora. Genera además un subidón a cualquier clintoniano [Mariana empieza a reír y no para mientras prosigue el entrevistador], entre los que se encuentra quien te habla, obsesionado por el universo que gira alrededor de George Clinton. ¡Alucinante encontrarse a Bernie Worrell haciendo la música! ¿Cómo hicisteis para embarcar en el proyecto a un mito de esas características?

Además es un personaje tan particular… Santiago, nosotros estábamos en una especie de burbuja, era como un sueño. Daniel estaba en otra esfera. A él le encanta el funk y Parliament-Funkadelic es uno de sus grupos preferidos. Nosotros no teníamos ningún acceso a Bernie, tan sólo la consciencia que el personaje existía y que hacía una música increíble. Cuando vimos el tipo la película que teníamos, supimos que necesitábamos una banda sonora muy intensa, muy psicodélica. Y Daniel dijo: “Los teclados de Bernie. No quiero música brasileña o grandes éxitos. Yo quiero que ese hombre venga aquí y nos haga la banda sonora”. Y es acojonante como fluyó todo. Entramos en contacto con su mujer, que es su representante. Por un valor ridículo, él accedió y le pusimos en un hotelito. Todo de forma muy humilde. Estuvo veinte días en Recife y él fue encantador. Tuvo una comprensión de la película y su contexto, que nos impresionó mucho. La vio una vez, y a la segunda cogió su teclado e hizo la música allí, mientras la veía. No podía ser mejor la cosa. Y después trabajamos sobre lo que tocó en aquel momento.

Echando la vista atrás, ¿qué ha supuesto para ti esta película?

Fue una situación muy especial por muchos motivos. Primero, trabajaba con un director a quien admiraba. A la vez llevaba un año solo en Brasil y los procesos difieren mucho respecto a España. Yo tenía una forma mucho más clásica de trabajar, mucho más más pausada y ordenada, una forma más europea de hacer las cosas. En Brasil todo el mundo es un huracán. ¡Aquello es una locura, una guerra de titanes! Estaba embarazada también. Una especie de aprendizaje a lo bestia. Pero tuve mucha ayuda, tanto de mi equipo de producción como por del propio Daniel. Hicimos una alianza desde el principio. Para producir una película de ese tipo, tú tienes que creer en el director. Y él asumió su papel, nunca quiso saber absolutamente de producción. Lo principal es que tienes que creer en la historia que tratas. Te tiene que llegar. Y tienes que confiar en el director porque él es el que la cuenta. Confío y admiro lo que hace. Es lo que mejor he aprendido, pues todo lo demás es oficio y burocracia. En cada película aprendes una cosa distinta, pero lo principal, lo que yo me llevo, es la importancia de esa alianza. Me ha confirmado que funciona la idea que tenía acerca de trabajar. Desde la amistad, desde la comprensión, desde la confianza. Yo tengo que admirar a la gente con quien trabajo y a partir de ahí todo sale naturalmente.


La formación de una artista de la producción cinematográfica. Cuenta Mariana Jacob:

 

Estudié publicidad y me encontré con un título de Mercado y Relaciones que no me gustaba en absoluto. No quería seguir aquello. En ese sentido, soy bastante brasileña y yo solo hago lo que me gusta. Hoy puedo sacar de dicha formación cosas muy buenas para ser productora, ser dueña de mi empresa y entender de cuentas. Pero en ese momento yo necesitaba rechazar completamente cualquier relación con lo comercial para entender lo que era el cine, porque el cine puede ser entretenido pero para mí es arte e información, una forma de comunicar cosas que tengan sentido. Fueron momentos de radicalismo en mi vida, para entendernos, y así componer la fórmula que tengo ahora, donde yo pienso en el producto, en el público y en la información, pero principalmente pienso en el contenido y en la estética. Consigo estar satisfecha sabiendo que trabajo con producto cultural.

Al salir de publicidad empecé a trabajar en EsMadrid, una televisión que ya no existe. No entendía muy bien el funcionamiento de todo y un día, casualmente, llegué a una sala donde en un momento determinado una productora le estaba echando la bronca a uno. Madre mía, dije, cómo podía hablarle así a alguien, y me impresionó mucho. A mí me hablan así y la tenemos. ¿Quién era esa mujer? Me entró la curiosidad. ¿Qué puesto y función tenía? Era la productora general, me respondieron. Mandaba sobre todo el mundo. Y yo dije: “¡Quiero ser eso! No de esa manera, pero esa mujer es la hostia. No sé lo que hace, pero ¡yo quiero hacer eso!”

En ese momento tenía un novio que era narrador de futbol y tenía un productor. Empecé a ir los domingos a ver su trabajo, muy de campo. Y me encantó. Pero le tenía que sumar un sentido. Soy cinéfila, me dije. Me encanta el cine: voy a hacer producción de cine. Pregunté dónde podía hacerlo y me respondieron que en la ECAM, pero tenía prueba de acceso. Me puse a estudiar como una loca, como nunca había estudiado. Me presenté y entré. Allí descubrí un nuevo mundo.

Me encerré en lo artístico, aunque después necesité salir para comprender que tampoco era aquello. Es demasiado jerárquico y muy ‘old school’. Las clases están impartidas por gente que aún no ha entendido la necesidad de flexibilizar. Son muy cerrados. Mientras estás dentro te sientes una artista, piensas que eso es el cine, y al salir te das cuenta que no. Tienes muy buena base y yo agradezco a todo el mundo que me haya dado algún tipo de información, una clase, un coloquio, una presentación. Pero al salir tienes un choque de realidad. Aquello no es real.

Yo me entregué mucho. Recuerdo que hice hasta diecisiete cortos en un año. No me preguntes cómo, pero los hice. Era agotador y me costó mi relación, la primera. Hice ayudantías de dirección, de producción, cortos, también largos, profesores me llevaban a películas suyas, hacía publicidad en estudios… Era horrible, una angustia.

Desde entonces prefiero ser la mala del dinero que la mala del tiempo. Cuando llegué a Brasil, dijeron que cuánto había hecho siendo todavía superjóven. Creo que todo lo que he conseguido hacer allí ha sido por lo que me dio España


prometo


ent.sa

 

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