Internet pasa factura Yago Paris ¿Es posible hoy en día diferenciar el mundo real del virtual? Es más, ¿tiene sentido hacerlo? Internet está tan presente que resulta prácticamente imposible encontrar […]
¿Es posible hoy en día diferenciar el mundo real del virtual? Es más, ¿tiene sentido hacerlo? Internet está tan presente que resulta prácticamente imposible encontrar situaciones en la vida urbana cotidiana donde no se manifieste de alguna u otra manera. Incluso cuando nuestra intención es no conectarnos, la red puede hacer acto de presencia de múltiples formas. Daniel Barbarrusa lo explica con precisión en su ensayo Alienación digital: la lucha entre la comunidad y las redes sociales, cuando apunta que «incluso cuando no nos comunicamos a través de la propia Red, Internet está afectando a nuestra forma de relacionarnos». Esto puede aludir tanto a la conducta —las dinámicas propias de la interacción virtual afectan a las de la presencial— como a los contextos sociales —a través de los múltiples aparatos electrónicos con conexión wifi, muchos de los cuales son ya hoy en día elementos indispensables para ciertas actividades—. Internet ha modificado nuestra existencia hasta el punto de que, como señala Barbarrusa, «nuestra vida se desarrolla en un estado mixto: no estamos online ni offline; simplemente, permanecemos onlife».
La manera en que se representa la idea de vivir onlife en la película Ojalá te mueras es, a la postre, su rasgo más relevante. La cinta del debutante en el largometraje Mihály Schwechtje narra la historia de Eszter (Szilvia Herr), una joven que comienza una relación sentimental con su exprofesor de inglés a través de conversaciones virtuales de chat y de videollamadas, que rápidamente evolucionan hacia lo sexual, algo que la expone al riesgo de que dichas imágenes sean filtradas, con la humillación pública que eso supondría. En un episodio del pódcast Perros Verdes, el crítico Manu Argüelles analiza en profundidad las claves del cine de institutos, señalando que una de las pocas conexiones entre este cine y nuestro presente consiste en la tendencia a someter a los protagonistas de las películas a humillaciones a través de las redes sociales. Esta tendencia forma parte de una de las maneras más habituales de abordar el cine sobre adolescentes, donde se tiende con facilidad a una visión muy moralista sobre las nuevas generaciones, habitualmente en relación con la iniciación en el sexo. Esto se observa en Lovecut (2019), donde una pareja comienza a ganar dinero subiendo vídeos pornográficos a una web y el asunto se les va de las manos, o en la todavía más dramática Desconectados (2018), donde la filtración de un vídeo pornográfico por parte de los compañeros de una clase de instituto provoca tal humillación en la joven protagonista que llega a tomar una decisión catastrófica.
En Ojalá te mueras también se señalan los altísimos riesgos que corren las adolescentes si realizan actividades sexuales a través de videocámaras. Como cabe esperar, tanto por el género al que pertenece la obra como por el tono sombrío con que se ha rodado, esta relación virtual tendrá consecuencias negativas para la joven. El elemento diferencial de la obra consiste en la reflexión en torno a la implantación de internet en nuestras vidas. Esto se observa a través del comportamiento de la protagonista, que no parece ser consciente de que a estas alturas resulta imposible diferenciar entre lo offline y lo online porque, en efecto, hoy en día todos vivimos onlife, por lo que aquello que se haga en uno de los dos mundos podrá tener repercusiones sobre el otro.
El realizador húngaro acierta a la hora de integrar los dos mundos en la pantalla. El filme está rodado utilizando el formato 4:3 o «pantalla cuadrada», pero en determinadas circunstancias, cuando la joven chatea con su amante, el fotograma se expande hasta el formato 1.85:1. Es decir, en ciertas escenas se expanden las dimensiones de la imagen, en cuyo nuevo espacio aparecerán las conversaciones virtuales. Esta combinación de formatos atiende a dos motivos. Por un lado, la pantalla cuadrada expone lo opresivo que puede ser el mundo adolescente para cualquier mujer. Por otro lado, la expansión del formato funciona en un doble sentido: para albergar la interconexión de lo real y lo virtual, y, al mismo tiempo, para representar el espacio emocional que gana la joven, pues los momentos en los que más cómoda se siente en su día a día son aquellos que comparte con su amante.
Ahora bien, de manera poco comprensible, el autor no mantiene esta propuesta formal, pues en otras tantas escenas los mensajes aparecen sin que la pantalla cuadrada se expanda hasta el 1.85:1. Al mismo tiempo, habida cuenta de una de las escenas finales, donde, por motivos que no se desvelarán, la pantalla se inunda de comentarios de redes sociales, se podría entender esta decisión como la invasión de la realidad por lo virtual, como si se viniera a indicar que los actos cometidos en internet dejan huella y acaban pasando factura. Aunque un mayor rigor en la puesta en escena habría elevado el resultado final de Ojalá te mueras, Schwechtje apunta ideas relevantes sobre las complejidades de la vida onlife.
OJALÁ TE MUERAS
Dirección: Mihály Schwechtje.
Reparto: Szilvia Herr, Kristóf Vajda, Csaba Polgár, Olívia Csúcs, Schell Judit, Dávid Rácz, Judit Lénárt, Róbert Kardos, Pál Mácsai.
Crítico cinematográfico en pleno máster en Teoría del Cine. Escribo en los medios digitales Revista Insertos y Cine Divergente. También reflexiono sobre cine en el podcast Críticas Sobre La Marcha.