Irene Bullock


Parry (Robin Williams) es un profesor e intelectual en El rey pescador (1991), de Terry Gilliam, que huye de un hecho traumático que le cambió la vida y se refugia en las calles de New York como una persona sin hogar, viviendo en su mente un mundo paralelo donde se dedica a la búsqueda del Santo Grial y a enfrentarse a un caballero medieval con una armadura roja. Ed Bloom (Ewan McGregor/Albert Finney) trata de construir su día a día a base de historias fantásticas, para ahuyentar al fracaso y mantener los lazos afectivos con su hijo, Will (Billy Crudup), en Big Fish (2003), de Tim Burton. Y Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) vive una realidad diferente, en el interior de su mente, para no enfrentarse al remordimiento y al sentimiento de culpa, tras un suceso demoledor con su esposa e hijos, en Shutter Island (2010), de Martin Scorsese. Así se ha ido alargando poco a poco un hilo cinematográfico de héroes ajenos a la realidad por diferentes motivos, que continúa en Víctor (Luis Callejo), el protagonista de En las estrellas (2018), de Zoe Berriatúa. Se trata de un hombre alcoholizado, que fue un técnico de efectos especiales de éxito ( en sus momentos de gloria trabajó en películas con los americanos…). Vive de manera precaria junto con su hijo, Ingmar (Jorge Andreu). Ha creado una fantasía paralela para ambos que le sirve no solo para torear una realidad que le aplasta, sino para superar la pérdida de su esposa Ángela (Macarena Gómez), el suceso que supuso el principio de su declive. Su sentimiento de culpa y el fracaso le persiguen a todas partes.

Víctor alimenta un sueño con su hijo: rodarán una película que solucionará todos sus problemas. Es un empeño necesario para seguir aferrado a la vida. Como Parry, Víctor trata de superar un hecho traumático; al igual que Ed Bloom, intenta afianzar los lazos con su hijo; y como Teddy Daniels, huye del sentimiento de culpa que le provoca el fallecimiento de la esposa.

De este modo, en su segundo largometraje como director, Berriatúa apuesta por un «cine insólito», como señaló el pasado mes de diciembre durante el coloquio de Versión española, además de ofrecer un homenaje crepuscular al cine analógico. En las estrellas es una obra cinematográfica quizá con imperfecciones y no redonda del todo (deja escapar la riqueza que podrían haber tenido muchos de sus personajes secundarios), pero vuela libre, sin trabas; esconde mucha verdad, y la imaginación y creatividad campan por cada uno de sus fotogramas.

Huellas de cine

Es una de esas películas que no es fácil colgarle una etiqueta. ¿Apocalíptica? ¿Cine social? ¿Cine fantástico? ¿Ciencia ficción? ¿Cine de animación? ¿Comedia? ¿Tragicomedia?  ¿Melodrama? ¿Drama…? Más bien es todo a la vez, pero al servicio de una única historia: la de un padre y un hijo que se cuidan mutuamente y tienen como objetivo común que no les separen agentes externos (la directora del colegio de Ingmar,  los servicios sociales,  la tía Alicia…). El padre trata de seguir rodando, pase lo que pase, sus agónicas creaciones. Es como un Quijote, pero consciente  de sus invenciones. E Ingmar es un niño que ha madurado antes de tiempo, pero necesita creer en el sueño del padre, para saber que no se va a quedar solo. Es como un Sancho: aun siendo consciente de la locura del caballero andante que tiene a su lado, la alienta, pues no quiere dejar de ser un niño.

Con estos dos personajes, Zoe Berriatúa continúa la estela de otros padres e hijos que se han cuidado en una pantalla de cine. Así, el niño protagonista viste, en varias secuencias, de forma similar a Jackie Coogan en El chico (1921) , y no solo eso, sino que en un momento dado también Víctor ve en su viejo televisor una película de Chiquilín (como llamaban a Coogan en España). Ingmar no deja de cuidar a su padre a pesar de ser consciente de todas sus debilidades, tal y como les ocurría a otros niños en películas míticas: al Bruno, de El ladrón de bicicletas (1948), o a Addie, de Luna de papel (1973). Incluso el cartel de la película de Berriatúa tiene claras reminiscencias a esta última película. Es como si Ingmar, con su seriedad a cuestas (aunque con muchas ganas de continuar creyendo en la fantasía), arrastrara la huella de su nombre: como bien sabe se llama así por el director Ingmar Bergman, aquel que sabía sobre la belleza de la vida, pero también del sufrimiento humano.

Pero Berriatúa deja además un rastro claro en su película: que lleva el cine en las venas. Uno se puede entretener buscando un montón  de referentes cinematográficos que hay repartidos por cada fotograma, pero  también la convierte en una despedida a una manera de vivir y sentir el cine.  Así En las estrellas no faltan las salas de cine, como negocios familiares,  y como vestigios del pasado. Aparecen unos cines llamados Vertov, un nombre con esa alusión al séptimo arte como medio para atrapar la realidad y la verdad, el cine-ojo. Unas salas enormes vacías, con pantalla grande, que viven su lenta agonía.  Con su taquilla y taquillera, con su zona de «Visite nuestro bar» y con un almacén que esconde un montón de latas de películas de 35 mm.

El film también habla de ese cine creado por artesanos a los que no les hacía falta las nuevas tecnologías para crear un universo: los técnicos de efectos especiales, los que levantaban enormes decorados de cartón piedra, los que construían monstruos o manipulaban marionetas, o los que se las ingeniaban para hacer volar una alfombra mágica.

Zoe Berriatúa sitúa su historia en el año 2008, el principio no solo del apagón analógico, sino también de la crisis económica, social y política que llevaría a la pobreza a muchísimas familias,  y de la que todavía se sigue arrastrando las consecuencias.  De esta manera, los dos personajes que serían protagonistas de una película de cine realista y social se hunden de lleno en un mundo ya perdido: el de las películas fantásticas de Melies o con efectos especiales a lo Ray Harryhausen.

Con la película imposible que Víctor cuenta a su hijo Ingmar, el antiguo técnico pretende enfrentarse a su fantasma más profundo. La culpa que siente por el suicidio de su esposa no le permite levantar cabeza.  Ángela siempre regresa para arrastrarlo a la caída. Puede aparecer entre bolsas de basura o en una bañera. Es una aparición etérea, como de mujer imposible, a veces con apariencia frágil de fantasma o de hada. Siempre está presente. Nunca se fue. Como una sirena, quiere arrastrar al amado. Y Víctor necesita que se vaya de su vida, pero no sabe cómo hacerlo. La ficción y su creatividad serán sus herramientas para curarse del trauma, para empezar a levantar cabeza. El cine y la creación como terapia, como medicina para curar heridas.

Huellas de una vida

Durante varias entrevistas y en el coloquio antes mencionado, Zoe Berriatúa ha dejado escapar las hebras de verdad que ha reflejado sobre los fotogramas. Cómo ha enriquecido sus personajes con emociones, recuerdos y vivencias que forman parte de él. Su vida ha estado siempre rodeada de cine, porque su padre es uno de los guardianes del cine analógico. Luciano Berriatúa no es solo el mayor experto y restaurador de la obra cinematográfica de Murnau del mundo, sino todo un amante del séptimo arte. Zoe ha recordado en diferentes intervenciones cómo su padre trataba de poner en pie cortometrajes y películas que nunca salían adelante, igual que le pasa al protagonista de En las estrellas.

Uno de los retos de la producción fue conseguir unos decorados abandonados en medio del campo, que son fundamentales en la última secuencia de la película. El director  quería rememorar sus paseos infantiles con su padre a unos decorados abandonados que le marcaron, los de los estudios de Juan Piquer Simón.  De modo que se las ingenió para crear ese recuerdo del pasado y plasmarlo en la pantalla. Para ello, localizó las ruinas romanas de Segóbriga, y llevó hasta allí piezas de decorados de otras películas, construyendo un espacio extraño y especial: unos decorados abandonados, como refugio mágico y lugar catártico donde los personajes encuentran un nuevo camino para seguir avanzando juntos.

Pero si hay algo que también está presente en esta película es el dolor, algo que tampoco faltaba en los fotogramas de la anterior película de Berriatúa, Los héroes del mal. Porque en su vivencia y pasión por el cine, también hay dolor. Dolor por esas películas imposibles, esos proyectos nunca alcanzados. Dolor por su andadura personal en el mundo del cine como actor infantil que le hizo sentirse en un momento dado como un juguete roto. Su difícil relación con el alcohol,  que refleja en la dependencia de Víctor. Dolor por transitar la parte oscura de la vida. Por eso En las estrellas es una película con un tono triste, no solo por las vidas precarias de Víctor e Ingmar, la amargura de la tía Alicia o los personajes grises que acompañan las andanzas de los protagonistas (la trabajadora social, la directora del centro, los demás niños, los amigos de Víctor, el productor que le debe dinero…), sino también por los ojos y el rostro tremendamente afligido del fantasma de Ángela. La melancolía que todo lo envuelve es acompasada  por las notas musicales de la partitura de Iván Palomares.

Quizá lo que atrapa al final de esta película imperfecta y libre, es que pese a ese dolor y esa tristeza que se percibe, también palpita la inocencia  y la ilusión, que vuelan en un mundo fantástico, donde es posible que una lavadora o una nevera  naveguen por el espacio, que un robot gigante alcance el fin del mundo, que exista un lugar en el que habita todo lo perdido o que cualquiera pueda perderse entre los decorados de películas olvidadas.



 

 

4 Comentarios »

  1. Hola Irene:
    A mi esta película se me pasó totalmente fuera de radar. La vi en «Versión Española» y me encantó. Esta claro que es arriesgada y que al tener tantas facetas no todas las aprecias igual pero es muy disfrutable. Y las interpretaciones de los dos protagonistas dejan ganas de verlos juntos en cualquier otro viaje.
    Una cosa que no sé si puntúa a favor o en contra es la sucesión de referencias a otras películas; está bien pero te saca un poco de esta historia y te lleva a las otras. En esa línea un referente próximo por la situación de padre-hijo y madre presente-ausente sería «La carretera».
    Un saludo, Manuel.

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  2. ¡¡¡Amigo Manuel!!, además de la emisión de la película que bien estuvo el coloquio con Zoe Berriatua y Luis Callejo. Sí, es una película arriesgada y disfrutable.
    A mí uno de los hilos de los que me gusta tirar es la de esos «héroes» que por distintas circunstancias viven realidades paralelas y «En las estrellas» forma parte de ese hilo. Además de las nombradas en el artículo yo siempre he sentido gran cariño por Walter Mitty, aquella película con Danny Kaye que adaptó la novela de James Thurber (sí, y que hace poco realizó un remake Ben Stiller). Y volví a revivir hace unos días otro de esos «héroes» en el musical «El hombre de la Mancha», donde Pete O’Toole es un Cervantes capaz de recrear otro mundo en prisión…
    Lo de las referencias cinematográficas yo creo que puntúa. Si te apetece cazarlas y analizarlas es otra manera de ver la película, aunque si no las captas o no quieres captarlas la historia te llega también. Qué bien traída la referencia de La carretera. Esta a su vez conversaba con otra película reciente, donde también tenía importancia la capacidad de fabular del hombre, y que a mí me gustó mucho: La luz de mi vida, de Casey Affleck.

    Con cariño
    Irene Bullock

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  3. Qué interesante el punto sobre las referencias cinematográficas que traen en los comentarios anteriores y en tu texto, querida Irene. Yo también me pregunto si tanta referencia (y hablo aquí en general, puesto que no he visto esta película) suma o resta. Siento que cuando está bien hecha, bien amalgamada con la historia que se cuenta y en el estilo en el que se cuenta, suma un montón y puede resultar divertida y hasta conmovedora (me viene ahora a la mente, como ejemplo más inmediato en mi memoria, Misterioso asesinato en Manhattan, con sus citas a La ventana indiscreta y La dama de Shangai). Pero en el caso contrario, a mí me distrae muchísimo porque me saca de la historia y me coloca automáticamente en la película citada.-
    ¿Tenés alguna cita cinematográfica que te guste y que te venga ahora a la mente, Irene? (Me mordí la lengua para no decir «favorita», porque creo que coincidirás conmigo en que con tanto cine dando vueltas, es imposible elegir un «favorito», uno termina remitiéndose a lo primero que le viene a la mente).-
    Un beso enorme y con una semana de retraso, Bet.-

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  4. Qué bueno, amiga Bet, el ejemplo de Misterioso asesinato en Manhattan para mostrar el buen empleo de las citas y referencias cinematográficas como parte para contar la historia en una determinada película. Me gusta cómo emplea estas citas, referencias y homenajes al cine en sus películas y cómo las utiliza para contar sus historias el director Brian de Palma. Y te voy a decir una película en concreto, me resulta muy rico el visionado de Fascinación y su homenaje continuo a Vértigo.
    ¡Cómo me gusta cuando una película en concreto derive en la reflexión sobre un tema tan interesante como este!

    Con cariño
    Irene Bullock

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